Mal que bien, la democracia colombiana sobrevivió a ocho años de Uribe. En lo que yo llevo de vida, ningún presidente había hecho tanto por atacar las instituciones democráticas del país. Comenzó tratando de cerrar el Congreso. Luego arremetió contra las Cortes. Retorció la Constitución cada que pudo, haciéndose reelegir con mecanismos oscuros y luego trató de hacerse reelegir una segunda vez, con mecanismos aún más oscuros. Desconoció la legitimidad de la oposición, acusando a sus adversarios de cómplices con el terrorismo. Vivió de crear una atmósfera de "emergencia nacional" que justificaba cualquier abuso de poder. Se rodeó de una casta de áulicos en la prensa que trataban de formarle su propio culto a la personalidad. En fin, la lista es larga. El gobierno de Uribe fue, para usar la expresión de Mitterrand, un "golpe de Estado permanente."
Pero lo raro es esto: muchos dictadores intentan todo esto y les funciona mejor en menos tiempo. Según mis cuentas, las dictaduras serias más o menos en cinco años ya logran amarrar todas las cuerdas. Franco ya tenía su propio culto a la personalidad antes de ganar la guerra. Fidel Castro ya había consolidado el régimen de partido único cuando solo llevaba menos de cinco años. Ejemplo tras ejemplo en otras latitudes ratifica lo mismo: una dictadura se suele consolidar en menos tiempo.
¿Por qué? La respuesta obvia, por lo menos cuando discuto esto con amigos, es que las élites urbanas, especialmente de Bogotá, son aversas a los caudillos, especialmente los de provincia. Hasta ahí todo bien. Pero si uno se hubiera pasado los últimos años leyendo la literatura reciente sobre democratización (por ejemplo Acemoglu-Robinson o Boix) creería que, en general, las élites le tienen miedo a la democracia. Yo hace rato tengo discrepancias con esa literatura. Pero por lo mismo, la pregunta que surge es: ¿Por qué las élites colombianas son tan "democráticas"?
Históricamente, a diferencia de lo que la literatura dice, las élites colombianas han tenido muy poco que temer de las elecciones. Pocos movimientos políticos radicales, anti-establecimiento, han estado siquiera cerca de ganar las elecciones. Gaitán parecía fijo ganador para 1950, pero acuérdense que quedó tercero en 1946. En una de esas podemos contar a Rojas, modelo 1970 (por favor, ahórrense comentarios sobre su nieto...). Sí. Ya sé lo que van a decir: a Gaitán lo mataron, a Rojas le robaron las elecciones. Pero, primero, no sabemos quién mató a Gaitán. Segundo, son casos excepcionales. Lo normal es que, durante el siglo XX, especialmente en la segunda mitad, las élites económicas y políticas del país han tenido casi absoluta certeza de que las elecciones no iban a producir grandes sobresaltos.
Esto puede sonar raro para quienes nos hemos acostumbrado, por gracia de los modelos canónicos de economía política, a pensar en las elecciones como "luchas de clases democráticas." Pero hay varios factores a tener en cuenta. Voy a tratar de elucidar algunos.
Primero, la combinación de clientelismo y represión. El clientelismo, rompe las coaliciones redistributivas porque hace que muchos sectores populares dependan de las élites. La represión, obviamente, también contribuye a destruir las alternativas políticas progresistas. Hasta acá todo es relativamente obvio.
Pero hay algo que vale la pena señalar: el patrón de represión en Colombia ha sido bastante atípico. Los números son aterradores. Colombia en democracia produce más muertes políticas y más desapariciones que Argentina o Chile en dictadura. En estos días he estado leyendo y escribiendo sobre los "falsos positivos" (ya les contaré). Solo en ese episodio, uno de tantos, ya estamos hablando de más de 1500 ejecuciones extrajudiciales.
Lo curioso es que estos niveles de represión son muy descentralizados. No hay una autoridad nacional orquestando todo esto, sino, más que todo, grupos regionales que instalan microdictaduras en algunas zonas del país que, si ajustáramos por población, podríamos decir que son peores que las dictaduras del Cono Sur.
Esto sugiere una hipótesis: de pronto las dictaduras regionales y la democracia nacional son dos caras de una misma moneda. La segunda es posible gracias a las primeras. De no ser por los niveles de control político y social que las élites locales logran sobre sus respectivos movimientos populares, no se sentirían tan cómodas a la hora de ir a elecciones. Si esto es cierto, las dictaduras nacionales de otros países son el resultado de conflictos distributivos que se "nacionalizan" cuando movimientos populares locales terminan por enlazarse en una insurgencia política de gran alcance. En cambio, en Colombia los movimientos populares locales no han logrado entrar en resonancia unos con otros a nivel nacional.
Esta primera hipótesis lleva a un corolario: de pronto una de las razones por las que la represión en Colombia ha sido tan letal es, precisamente porque, las microdictaduras locales acuden a más represión de la que sería necesario en un esquema centralizado. Cuando los militares argentinos o chilenos desaparecían y mataban disidentes, su mensaje resonaba en todo el país. En cambio, los asesinatos y desapariciones en una región de Colombia no necesariamente tienen repercusiones en el resto del país ya que los perpetradores bien pueden ser una organización con alcances puramente locales. En cierto modo, es como si el modelo descentralizado de represión a la colombiana fuera "ineficiente" en el sentido de que, para lograr un nivel dado de aquiescencia política necesita acudir a más violencia que la que usaría un modelo centralizado.
No tengo ni idea de si esto es plausible o no. Tendré que pensarlo mejor. Por ahora tengo que parar aquí.
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