Esto es una queja recalentada, pero más vale tarde que nunca. En Colombia, desde los 90s, con el cuento del "consenso de Washington" se puso de moda el tema de los derechos de propiedad, las reglas del juego estables, la confianza inversionista y los ríos de leche y miel que fluirían de todo eso. Toda una casta de intelectuales, entre ellos, naturalmente, muchos economistas, se dedicaron a cantar el coro correspondiente. "Ven, ven, ven, ven a nuestras almas" le decían al capital, especialmente extranjero, con toda clase de rebajas de impuestos, de promesas de que no se les iban a cambiar las regalías, de que se les pagaría cualquier disrupción que resultara de huelgas o protestas, cosas de ese estilo, todo en nombre de la santidad de los derechos de propiedad, sin la cual no puede haber inversión, crecimiento, prosperidad y salvación eterna.
Uno puede estar de acuerdo o no con ese diagnóstico. Hay gente respetable que piensa así. Lo que me enfurece es que, durante ese mismo periodo, se perpetró una de las mayores violaciones a los derechos de propiedad que se hayan registrado en la historia de Colombia: el despojo de millones de hectáreas de tierra que estaban en manos de millones de desplazados, todo esto a cargo de milicias armadas, con mucho dinero narco, consolidando una concentración de tierras que parece salida del capítulo 26 de "El Capital" sobre la "acumulación originaria." (Aquel capítulo donde Marx dice que "el capital viene al mundo chorreando sangre y barro por cada uno de sus poros.")
¿Dónde estaba la ira de los neoliberales fundamentalistas en ese entonces? ¿Cuántas renuncias indignadas vimos durante, por ejemplo, la Administración Uribe en protesta por este fenómeno? Y no me vengan con el cuento de la Ley de Justicia y Paz: el despojo de tierras siguió durante la Administración Uribe, así como los asesinatos de quienes las reclaman. ¿Es que ahí si no importan los derechos de propiedad?
Existe una respuesta sofisticada a estas preguntas retóricas: sabido es que en Colombia hay un caos enorme con los derechos de propiedad de la tierra, caos que viene de atrás, del desgreño de los catastros, las notarías y las registradurías de instrumentos públicos.Todo ese caos es el que ha hecho posible el despojo. Pero, ¿por qué ese caos? Ah! porque si se arreglara, tocaría pagar impuestos y muchos terratenientes no quieren. Entonces, vuelve la pregunta: si de verdad queremos ser neoliberales, entonces ¿por qué no meterle el diente a ese asuntico? ¿Hay acaso algún fragmento de Friedman, de Buchanan, de Hayek o de von Mises donde diga que el orden libertario incluye la libertad de escamotear impuestos y de robar tierras? O ¿no será más bien que el neoliberalismo criollo conoce las obras de esos clásicos, pero conoce mejor sus propias fuentes de financiación?
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