Carlos Vicente de Roux ha sido desde hace mucho una de mis figuras predilectas del Polo Democrático. Si de mí dependiera, él estaría ocupando un lugar mucho más prominente del que ahora ocupa. Una vez hasta llegué a sugerir calladamente que se lanzara, en forma un tanto quijotesca, como precandidato presidencial a pesar de nunca haber pasado de concejal. Era una locura, ya sé, y lo sabía en aquel momento. Pero es que a veces en política hay que hacer locuras. (Como dije en aquel entonces, Obama pasó de ser miembro del Senado Estatal de Illinois, que es como ser diputado a la Asamblea de Santander, a presidente de la República en cuestión de cinco años.)
En fin. Todo esto lo digo para que no quede duda de que mis comentarios ahora son los de un firme simpatizante.
El hecho es que me desconcierta su salida de ahora dicendo que no se lanza como precandidato a la alcaldía de Bogotá porque el partido no se ha deslindado de la Administración Moreno. No entiendo. Yo no sé mucho de política activa y de pronto alguien me lo puede explicar.
Si yo soy un simpatizante raso de un partido, puedo decidir salirme o quitarle mi apoyo cuando tome posiciones que a mí no me gustan. Pero si yo tengo cierta posición de liderazgo dentro de un partido, no me puedo quedar esperando a que el partido tome las posiciones que me gustan para luego sí decidir si asumo responsabilidades dentro de él. Si tengo una posición de liderazgo, me corresponde influír sobre el partido precisamente para que tome las posiciones que sí me gustan. Y una forma muy eficaz de lograr eso es haciéndome contar, es decir, por ejemplo, lanzándome de precandidato a cargos de elección popular.
Si Carlos Vicente se opone a la Administración Moreno (con toda la razón, creo yo), lo lógico hubiera sido que se lanzara como la alternativa dentro del Polo Democrático. Casi me atrevería a decir que era su deber hacerlo. Si uno es miembro activo de una colectividad, que ha ocupado cargos de elección popular, que tiene imagen, que genera optimismo entre muchísimos militantes, en fin, uno tiene dos opciones: o trata de incidir sobre el partido desde adentro (lanzándose como precandidato cuando sea el momento) o se va.
Pero la opción que escogió, de mandar una carta muy dura y seca, no sirve para nada. Perfecto, ya sabemos que el ciudadano privado Carlos Vicente de Roux está en desacuerdo con la Administración Moreno. Pero la pregunta no era esa, en parte porque ya lo sabíamos desde hace rato. La pregunta era: ¿cuántos bogotanos se identifican con la izquierda que representa el Polo y quieren defender una alternativa distinta a la de Moreno? Esa era la pregunta fundamental, la que hubiera podido incidir sobre la marcha del Polo. La única forma de responder esa pregunta era con un precandidato que surgiera del mismo partido y que se opusiera a la Administración Moreno. Y ese precandidato tenía un nombre que, por casualidad, es el mismo que el nombre del ciudadano privado Carlos Vicente de Roux. Pero ese ciudadano privado ahora nos privó de la posibilidad de conocer la respuesta a esa pregunta.
De pronto Carlos Vicente está haciendo un cálculo estratégico más sofisticado que el que yo, pobre lego a la distancia, puedo hacer. Pero si es así, me encantaría conocerlo. Entre tanto, me parece que la salida de Carlos Vicente le ha hecho un flaco favor al partido.
Como siempre me gusta buscarle el lado positivo a las peores noticias, me gustaría creer que de esto lo que nos queda es que Carlos Vicente, al no medirse en el pulso de la Alcaldía, nos queda como reserva para el 2014... Pero, ¿qué es este ruido que oigo? Ah! Es mi reloj despertador, hora de levantarme...
Friday, April 29, 2011
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