Los comentaristas respetables están atónitos. Los argentinos acaban de reelegir al peor gobierno de su historia con un margen casi sin precedentes. ¡Tan raro! El que otrora fuera un pueblo culto, inteligente y civilizado se deja manipular grotescamente y vota en masa por Cristina Fernández de Kirchner. ¿Qué habrá pasado?
Esto es aún más misterioso si tenemos en cuenta lo que tuvo que hacer este gobierno para ganarse el título de "el peor gobierno de la historia argentina." No desapareció a 20 mil argentinos como Videla. No lanzó una irresponsable e incompetente invasión militar como Galtieri. No sostuvo un tipo de cambio insalvable hasta el fracaso estrepitoso como De la Rúa. No dejó que los trabajadores perdieran poder adquisitivo mientras un brujo profesional dirigía la represión contra ellos y los estudiantes como lo hizo Isabel Perón. No permitió que se saliera de madre una oleada hiperinflacionaria como Alfonsín. No apresó opositores ni destruyó a palos la universidad pública como Onganía. No, nada de eso. Hizo algo muchísimo peor, un crimen por el que tendrá que responder ante los tribunales de la historia: puso los intereses de los argentinos por encima del de los mercados financieros internacionales. ¡Habráse visto insolencia!
Si los hechos contradicen la teoría, hay que cambiar los hechos. Ese parece ser el principio rector de los analistas en estos días. Néstor Kirchner al comienzo de su mandato declaró el impago de la deuda argentina. Obviamente, esto tenía que conducir al desastre. Pero desafortunadamente para Kirchner, la economía argentina comenzó a crecer a tasas inusitadas, cosa que los formadores de opinión respetables no le perdonan ni siquiera en la tumba. Por eso tenemos artículos como este del
New York Times. Y no es el único. Cualquiera que lea la prensa de Estados Unidos en estos días (o la de Colombia, me temo) creerá que Argentina es un desastre cuando en realidad lleva un periodo de ocho años de crecimiento acelerado, después de que desde los años 30 nunca había completado un trienio de crecimiento positivo.
Si miramos las cosas seriamente y con ponderación, habrá que reconocer que no todo de esto es mérito de los Kirchner. Al fin y al cabo, el boom de la soya se debe al mercado chino. Por otra parte, aunque se convirtió en su peor derrota política, yo creo que Cristina tenía razón en su intento de aumentar las retenciones para repartir mejor los beneficios de ese boom. (A propósito, siempre me llamó la atención que el plan de retenciones de Cristina, combinando devaluación con impuestos a los exportadores, era denunciado por todos como "populismo chavista" de lo peor cuando en realidad se parecía muchísimo al Plan Krieger Vasena del 69, así llamado en referencia al ministro de hacienda conservador de la dictadura de Onganía.) Igualmente, no se puede negar que los dos gobiernos de los esposos Kirchner han tenido defectos y cometido errores. A mí, por ejemplo, ya me empieza a preocupar la inflación no porque sea demasiado alta (al fin y al cabo en Colombia tuvimos inflaciones de ese estilo por años) sino porque en Argentina la inflación siempre tiene el peligro de dispararse con nefastas consecuencias. Máxime en este caso cuando buena parte del éxito económico depende de la misma ventaja competitiva que la inflación amenaza con erosionar. Ojalá Cristina pueda preparar un "aterrizaje suave" de la economía en los próximos años.
Es decir, si miramos las cosas seriamente y con ponderación concluiremos que los gobiernos de Néstor y Cristina han tenido, como todos los gobiernos del mundo, aciertos y errores y que, como siempre, el éxito pasado no garantiza éxitos futuros. Eso es normal. Pero la ortodoxia se niega a verlo así.
El artículo del New York Times es representativo. ¡Argentina recibe menos inversión extranjera que Chile! Pero crece más que es lo importante. Bueno, no. No es lo importante para todos los diseñadores de "reformas estructurales" que siempre consideran que las reformas (privatizaciones, reducciones de gasto, disminuciones de la progresividad tributaria) son fines en sí mismos y no medios. Pero al resto de la gente lo que le importa es que la economía funcione bien no que se amolde a cierto ideal de texto de algún esclarecido de los organismos multilaterales. ¡Argentina tiene inflación de dos dígitos! Pero los salarios están subiendo a la par. ¡Ah, pero eso es por los nexos del peronismo con los sindicatos! Bueno. Pero está pasando y eso está bien. ¿Sería mejor que se rezagara el salario y que el gobierno aplastara a los sindicatos? ¡Ya verán cuando se acabe la plata! Por supuesto. Cuando vengan las vacas flacas, las cosas se pondrán difíciles. Como en cualquier país. Al parecer uno puede cobrar sueldo de analista calificado por decir idioteces de ese estilo siempre y cuando sean para defender la ortodoxia. ¡Argentina no tiene ningún peso geopolítico! Cuando murió, Kirchner era un respetado líder de Unasur. ¿Eso no cuenta?
No tengo a mano el vínculo, pero hoy Clarín, enemigo jurado de Cristina, se lamentaba del uso de los programas de transferencias en efectivo diciendo que son asistencialistas. Es cierto. Yo mismo he dicho cosas similares sobre las transferencias del gobierno de Uribe. Pero la diferencia es que yo, ahem, ahem, sí tengo autoridad moral para criticar por una razón muy sencilla: soy socialista y creo que la forma de redistribuir sería mediante sistemas de renta básica que afirmen la propiedad colectiva sobre la riqueza nacional. Pero quienes atacan a Cristina (o a Lula) por estos programas, son casi siempre las mismas personas que se han opuesto a todas las demás opciones de redistribución: socialización de los medios de producción, reforma agraria, negociación salarial centralizada, estado del bienestar universalista, etc, etc, etc. Se han opuesto a todos los mecanismos no asistencialistas y cuando los gobiernos de América Latina, la región más desigual del mundo, echan mano de lo único que queda sobre el tapete, las transferencias directas, entonces los critican por clientelistas. (A menos que sean el Dr. Uribe, y en ese caso sí todo está perfecto.)
A estas alturas tal vez les sorprenda una confesión: si yo fuera argentino, tal vez NO hubiera votado por Cristina. Tal vez habría votado por Hermes Binner, del Frente Amplio Progresista que recoge muchos sectores de la izquierda no peronista. Pues bien, Binner quedó de segundo. Alfonsín, que, hijo de su padre, no es ningún derechista, quedó tercero. Mejor dicho: Argentina es hoy por hoy tal vez el electorado más de izquierda del mundo. Ningún candidato salió a defender el modelo neoliberal de los 90s (y Menem anda en maniobras electorales en La Rioja para congraciarse con la coalición de gobierno).
Un gobierno que, en medio de muchos desatinos, preside la mejor racha económica que ha conocido Argentina en más de ochenta años, que ha utilizado esa racha para redistribuir ingreso y reducir la pobreza, que ha sido vertical a la hora de reconocer los abusos de la dictadura militar, sí, no hay duda, los argentinos tienen que estar locos para haberlo reelegido.