Leo hoy la buena columna de Salomón Kalmanovitz sobre el TLC y me entra una sensación extraña: me estoy poniendo viejo. Kalmanovitz dice, con razón, que Colombia no ha hecho la tarea en materia de infraestructura y tecnología para prepararse con miras al TLC. (Para no hablar del álgido tema de los derechos sindicales. Como les dije, me estoy poniendo viejo y tengo que guardar energías.)
Lo que me produce extrañas sensaciones en todo esto es que es la misma historia que con la apertura de los 90. Colombia lleva casi un cuarto de siglo abriendo su comercio internacional dizque para aumentar la competitividad de la economía y siempre pasa lo mismo: los requisitos de inversión pública nunca se cumplen.
Lo curioso es que cuando empezó a hablarse de apertura, ese era uno de los argumentos de los defensores. Supuestamente, la presión competitiva de los productos del resto del mundo iba a hacer que el país se "pusiera las pilas" en estos temas. Y no pasó.
Es fácil culpar de todo esto a los gobiernos. Pero esto invita a otras reflexiones. Supuestamente, el libre comercio iba a obligar a las clases rentistas a modenizarse. Recuerdo que, entre otros, Kalmanovitz defendía la apertura comercial con argumentos de ese estilo. Yo no estaba convencido pero eso no es mérito mío. Lo mío era puro prejuicio. El argumento de Kalmanovitz no era absurdo ni mucho menos estúpido. Pero ahora, veinte años después, parece que el efecto modernizador no termina de darse. Es más, las clases rentistas siguen siendo capaces de captar los recursos sin transformar sus métodos.
Hay matices, por supuesto. La apertura comercial ha generado nuevos intereses agrarios, intensivos en capital y bastante modernizantes, como es el caso de la palma africana.
Se me ocurre que, de pronto, ese fue un punto que no tuvimos en cuenta hace veinte años cuando se debatía la apertura. Probablemente todos estuvimos debatiendo como si la oferta de tierra fuera fija. En ese caso, el libre comercio sí podía tener los efectos que sus defensores le atribuían: aumentar la competencia agraria y, por tanto, reducir las rentas de la tierra, debilitando a los grandes terratenientes.
Tal vez lo que ese pronóstico ignoraba era que en Colombia la frontera agraria aún se podía abrir más. El libre comercio podía valorizar nuevas tierras "libres" (bueno, no tan libres, llenas de campesinos, indígenas y negritudes pero para eso están los "paras"...), reasignándolas a la exportación de recursos intensivos en capital. Pero entonces los efectos del libre comercio ya no son como el modelo original decía.
Todo esto es un tanto incoherente. No lo he podido pensar a cabalidad y tengo que parar aquí. Dejo este apunte como una forma para recordarme que tengo que pensarlo más.
Monday, October 10, 2011
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