Como habrán notado, desde hace un tiempo he decidido que uno de los blancos de mis diatribas es la movilidad del capital. No. No estoy en contra de que el capital fluya hacia los usos más eficientes. Lo que pasa es que la globalización ha aumentado dicha movilidad en formas que tienen, como yo veo, dos efectos muy nocivos.
Primero, concentra los beneficios de la movilidad en los propietarios del mismo sin redistribuirlos de manera que aumenta la desigualdad. En segundo lugar, termina por desnaturalizar el concepto mismo de democracia ya que uno de los actores centrales de cualquier pacto social (el capital) ahora puede simplemente irse cuando le de la gana. De modo que no solo aumenta la desigualdad sino que estrangula los mecanismos políticos para corregirla.
Pero bueno, por hoy me quiero concentrar en otro punto. Cuando se habla sobre la globalización y la creciente movilidad del capital se suele hablar como si se tratara de cambios tecnológicos, científicos que ocurrieron en algún laboratorio. Con esa maniobra retórica, los críticos quedamos como si fuéramos la versión del siglo XXI de los ludditas que destruían las máquinas de vapor de los orígenes de la revolución industrial. Oponerse a la movilidad del capital es, según esa visión, oponerse al progreso técnico.
Pero la movilidad del capital no es una innovación tecnológica. Se nos dice que lo que pasa es que hoy en día con solo hacer click con el ratón de un computador ya se puede desencadenar una fuga de capitales, cosa que antes era imposible.
Pamplinas. La globalización del capital tiene algo que ver con la revolución informática pero no tanto como se suele hacer creer. Antes del internet ya existían cables telefónicos transoceánicos: un inversionista grande podía dar instrucciones casi en tiempo real.
La globalización del capital ha resultado de decisiones de política de muchos países, decisiones que han afectado el marco legal en el que se mueve el capital de un país a otro. Si el capital es más móvil hoy en día es porque en su momento los posibles beneficiarios de tal movilidad ganaron batallas políticas cruciales que permitieron eliminar controles de cambios y otras barreras similares.
Es decir, la globalización no es un fenómeno natural o tecnológico. Es el producto de más de treinta años de conflictos políticos en distintas partes del mundo.
Casi siento que al escribir esto estoy insultando la inteligencia de mis lectores por lo obvio que resulta. Pero es que a veces los debates ideológicos consisten en ocultar verdades obvias para poder presentar mentiras absurdas como hechos ineluctables.
Monday, October 10, 2011
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