Lo primero que hay que tomar en cuenta es que la totalidad de la Cámara de Representantes sale a votación. Todos los 435 escaños. ¡Cada dos años! Si, suena un poco loco y hay ocasionales críticas al hecho de que toda la Cámara se esté eligiendo a intervalos tan cortos, pero así es y es muy poco probable que cambie. Por otro lado, el periodo de los miembros del Senado es de seis años así que en una "midterm" normal está en juego la tercera parte del Senado.
Estén listos para que el 3 de Noviembre la prensa grite a los cuatro vientos que el resultado fué un fracaso para la Administración Obama ya que el Partido Republicano va a ganar muchísimos escaños en ambas cámaras y de pronto hasta obtiene la mayoría en ambas. Ahora, para ponerlo un poco en contexto, tengan en cuenta cuando lean esas noticias que:
- Históricamente, casi siempre el partido que ocupa la Presidencia pierde escaños en las "midterm." Así ha sido desde 1938 con la única excepción del 2002, es decir, la elección después de los ataques del 11 de Septiembre. (Dicho sea de paso, las pérdidas de escaños de 1998 fueron muy modestas.)
- El Partido Demócrata en esta legislatura tenía mayorías enormes, como hacía mucho tiempo no las veía. Por definición, esas mayorías se obtienen ganando escaños en circunscripciones electorales que usualmente votan por el otro partido. Así que, aún en las mejores circunstancias, era casi inevitable que algunos de los representantes demócratas que ganaron hace dos o cuatro años fueran a perder.
- Los índices de aprobación de Obama no están aberrantemente bajos. Las encuestas le dan una favorabilidad de alrededor del 45%, que es lo normal para un presidente en este momento.
- La economía de Estados Unidos está en la peor recesión de la postguerra y eso invariablemente afecta al partido de gobierno.
Como socialista (y gringo, no lo olviden) puedo rasgarme las vestiduras ante este fenómeno, pero como científico social hay algo que me llama la atención. Quienes nos pasamos el tiempo haciendo modelos formales de economía política adoptamos como heurística la idea de un "espectro ideológico." Es decir, suponemos que las alternativas políticas se pueden alinear en un campo entre "izquierda" y "derecha." En general no está mal y no estoy diciendo que haya que abandonar ese modelo. Pero tiene un problema.
Si uno quiere entender no solamente cómo se comporta el proceso político dado que existe dicho espectro sino que también quiere entender cómo surge el famoso espectro, ese esquema geométrico es inadecuado. Por ejemplo, es cierto que el Tea Party odia los impuestos. (Aunque nadie les ha contado que la Administración Obama ha reducido los impuestos de la mayoría de los norteamericanos...) Es cierto que el Tea Party defiende políticas que claramente benefician a los grandes plutócratas. (Por algo será que esos mismos plutócratas los financian tan generosamente.) Es cierto que al otro lado del espectro ideológico están los que consideran que los impuestos son un mecanismo válido y legítimo de redistribución y que quieren aplicar políticas progresivas que conduzcan a una mayor igualdad. (¡Si sólo tuvieran un partido político...!)
Pero el problema es que dicho espectro ideológico no es más que una heurística que nosotros los analistas imponemos desde afuera. No es así como lo ven, por ejemplo, los simpatizantes del Tea Party. Cuando hablan, y estoy seguro que muchos son genuinos en este punto, no están diciendo: "Yo defiendo estas propuestas porque quiero que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres." Lo que dicen es: "Yo defiendo estas propuestas porque son las que son consistentes con el pacto social norteamericano, encarnado en su Constitución, que defiende los principios del gobierno limitado."
Obviamente yo creo que es una lectura equivocada de la Constitución (y no solo lo digo yo, sino muchos constitucionalistas). Pero eso no importa para nuestros efectos. Lo que importa es que simplemente están usando un lenguaje, unas categorías, unos conceptos totalmente distintos. Y eso que no me he referido a los elementos más religiosos del Tea Party para los cuales no es ni siquiera la Constitución sino la Biblia el referente último (excepto, claro está, las partes donde se habla de compartir la riqueza y tolerar a los demás...).
Yo me jacto de haber escrito un libro sobre teoría de la acción colectiva donde resuelvo muchos de los problemas técnicos, matemáticos que el tema ofrece. Pero nuestros modelos de teoría de la decisión racional son ciegos y mudos ante un punto fundamental: la primerísima condición para que haya acción colectiva es que los individuos sientan que están ante un problema de acción colectiva. Es fácil presentar un formalismo matemático de qué ocurre cuando esa condición se satisface. Pero no tenemos ni idea de cuáles son los mecanismos que llevan a que se satisfaga. (Creo que ese va a ser uno de mis próximos proyectos.)
Lo menciono porque eso es lo que está en juego aquí. Muchos de los simpatizantes del Tea Party no son plutócratas. Tampoco son pobres, pero no hay duda de que, desde el punto de vista del ingreso, muchos se beneficiarían de un gobierno más distributivo. Pero no les importa porque no es eso lo que los moviliza. Su narrativa, el aparato conceptual que usan para definir cuáles son los problemas de acción colectiva que merecen su atención, los dirige no hacia verse como miembros de una clase socioeconómica sino como miembros de un grupo de seguidores de un panteón secular-religioso donde coexisten Dios y los Padres Fundadores (de la constitución americana).
¿Por qué ocurre esto? ¿Cuáles son los mecanismos sociales que llevan a que se formen este tipo de identidades colectivas y no otras? Ya sé, ya sé: este es justamente el tema de la "teoría de las ideologías" en la tradición marxista. Pero esa teoría todavía no está completa así que nos queda mucho trabajo por hacer.
No tengo mucho más que ofrecer al respecto. Sólo puedo decir que estoy pensando harto en esto...
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