Termina su artículo Daniel García-Peña señalando que hoy en día las dos fuerzas políticas más interesadas en una nueva constituyente son la extrema derecha del uribismo (para poder hacer su restauración bonapartista) y la extrema izquierda de las FARC. Eso me puso a pensar porque yo mismo he defendido en algunas ocasiones la posibilidad de ofrecerle a las FARC algunas reformas constitucionales si es preciso para acabar el conflicto armado.
De pronto me toca cambiar de opinión no lo sé. Se me viene a la cabeza la frase de Keynes tan citada en estos días: "Cuando los hechos cambian, yo cambio de parecer. ¿Ud. qué hace?"
Desde hace años he creído que el conflicto armado con las FARC se puede y se debe acabar mediante una vía política que incluya reformas importantes a la economía política del país. Por ejemplo, si yo pudiera hacer reformas constitucionales con una varita mágica, yo incluiría el principio de renta básica en la constitución, para no dejarlo al arbitrio del gobierno de turno. En mi mundo ideal, cada gobierno podría decidir cuánta renta básica garantizar, cómo recaudarla, cómo redistribuirla, pero no podría simplemente burlar el principio general. Si además uno pudiera convencer a las FARC de que eso, junto con otros cambios en materia de recursos naturales y erradicación de droga y cosas de esas, es el mejor acuerdo que van a obtener en los próximos 50 años y, como resultado, las llevara a dejar las armas y volverse partido político, yo estaría de plácemes.
Pero los procesos políticos no se diseñan en un blog y por lo tanto ahora nos encontramos con que el uribismo también le ha cogido el "gustico" (para usar términos de su jefe) a las reformas constitucionales. De modo que las opciones han cambiado. A mi me atraía la idea de un paquete muy reducido pero audaz de reformas constitucionales que sirvieran para profundizar la democracia y al mismo tiempo asegurar la paz. Ahora en cambio lo que empieza a proponerse desde el uribismo es un proceso constituyente mucho más ambicioso con unos propósitos distintos.
No se me ocurre una forma más ignominiosa de enterrar la Constitución del 91 que dejándola en el medio de los zarpazos de la izquierda armada y la extrema derecha de origen paramilitar. La Constitución es reformable, como ya lo dije. Pero creo que el punto de partida debería ser que ella tiene la primacía, ella tiene más legitimidad que cualquier otro proyecto político. Quien quiera reformarla tiene primero que mostrarle respeto y aceptar que cualquier proceso de reformas es una concesión y que, por eso mismo, debe ser limitado en sus propósitos y alcances y no debe ir a contramano de los principios cardinales del estado social de derecho. Para decirlo en términos prácticos: reforma constitucional, sí, pero pequeña, asamblea constituyente, no.
De hecho, aunque no soy experto en derecho constitucional, me da la impresión de que muchísimas de las cosas que se le podrían ofrecer a las FARC (como las que mencioné atrás) se pueden hacer sin necesidad de una reforma constitucional. Es más asunto de voluntad política.
Ya metidos a pensar en esto, me queda una pregunta suelta: el régimen semi-parlamentario. A mí desde hace mucho me han gustado los regímenes parlamentarios. La inmensa mayoría de las grandes democracias del mundo son regímenes parlamentarios (la excepción más prominente es Estados Unidos). Esas democracias son más igualitarias, más prósperas, más respetuosas de los derechos individuales que el resto del mundo. No. No soy tan torpe como para no darme cuenta que la prosperidad, la democracia, la igualdad y todas esas maravillas no son resultado del régimen parlamentario. Pero claramente un régimen parlamentario es compatible con ellas.
Entonces, desde hace mucho, es más desde antes del 91, me he preguntado si no sería buena idea adoptar un régimen parlamentario. Como sé que en Colombia eso es imposible, me he preguntado si no sería buena idea una aproximación: un régimen semi-parlamentario, como el de Francia.
Pues resulta que ahora en Colombia son los uribistas los grandes abanderados del régimen semiparlamentario. Uribe, calculan ellos, sería el perfecto Putin y solo sería cuestión de buscarle un Medvedev que le haga el mandado. (Aunque en la vida real el dúo Putin-Medvedev no funciona en forma tan acompasada.)
No sé qué pensar. Pero creo que si uno cree en unos principios constitucionales debe defenderlos independientemente de que gente en la otra orilla ideológica se pueda beneficiar de ellos. Si uno, como yo, es izquierdista y cree que un régimen semi-parlamentario es deseable (por razones que tengo que pensar mejor) no debería dejar de defender esa idea porque coyunturalmente Uribe y su bando puedan sacarle partido. Los principios constitucionales deben ser neutrales ante esta clase de consideraciones. Por ahora dejo ahí. Claramente tengo que pensar mejor algunos aspectos de este asunto.
Thursday, July 7, 2011
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