Ya antes he escrito un poco sobre esto pero igual hoy volvió a surgir el tema en una conversación con unos colegas sobre asuntos de filosofía de la justicia. Resulta que hoy tuvimos una charla de Michael Sandel donde se preguntaba acerca de las intuiciones morales que sustentan nuestra tendencia a privilegiar el mercado. El argumento obvio suele ser el de privilegiar las libertades de los individuos. Pero hay otro argumento suplementario que apuntala al anterior: supuestamente las transacciones de mercado permiten llegar a resultados que son mutuamente aceptables para todas las partes lo cual nos evita el tener que indagar sobre sus principios últimos y sus proyectos de vida. Si alguien acepta una transacción, ya con eso nos contó todo lo que nos interesaba saber sobre sus metas, sus concepciones éticas, sus creencias, etc. La ventaja es que, supuestamente, de este modo nos evitamos el tener que entrar en discusiones deontológicas sobre cuáles son los valores últimos de una persona y esto es bueno porque así estamos a salvo de las arbitrariedades que pueden surgir en ese tipo de discusiones. Lo que para mi puede ser un valor deontológico para otra persona puede ser una pamplina.
Lo que me llama la atención de esta postura es hasta qué punto está ligada a la noción de racionalidad propia de la economía moderna. Es decir, según esta visión, la racionalidad es un atributo de los actos individuales. Un acto racional es un acto optimizador.
Esta es una visión muy limitada de la racionalidad y me sorprende cómo ha adquirido tanta aceptación, incluso por gente que no es economista. (Recuerdo, y así lo escribí hace un tiempo, que lo noté entre estudiantes míos en un curso en el cual casi ninguno era economista.) Si yo le digo a alguien que "Todo hombre es mortal" y que "Sócrates es un hombre" y esa persona es capaz de responderme: "Ah! Entonces Sócrates es mortal" esa persona está dando allí una muestra de racionalidad. No está optimizando nada. De pronto yo podría inventarme una descripción suficientemente enrevesada de esta situación para representarla como un proceso de optimización. Pero sería ridículo. Lo obvio sería decir que esta persona ha demostrado ser racional por el hecho de que ha sido capaz de seguir un raciocinio correcto desde dos premisas hasta una conclusión. ¿Cuál es el misterio?
La racionalidad no es solo un atributo de los actos. También hay argumentos racionales, hay creencias racionales. En ese sentido, no veo por qué ese temor a que tan pronto entremos en el terreno de argumentaciones deontológicas no se puede decir nada racional. En la vida diaria vemos esto en los tribunales, sobre todo tribunales constitucionales que, por la naturaleza misma de su oficio, tienen que elaborar argumentos sobre principios abstractos y su aplicabilidad. Hay magistrados más inteligentes que otros. Generalmente somos capaces de reconocer cuando un magistrado ha seguido un raciocinio "elegante," "innovador," "incisivo," o cualquier otro calificativo que queramos, para llegar a una conclusión. Se trata de un ejercicio racional.
Creo que si se toma en serio este punto, se tendría que reconocer que no siempre el mercado es la única forma (ni siquiera la mejor) de preservar la racionalidad del orden social. Si, si, ya sé: todo esto estaba en Habermas y en Rawls. Pero estaba con ganas de escribir algo y además, han de reconocérmelo, estos párrafos son más cortos que la parte final de La Teoría de la Justicia y más fáciles que Teoría de la Acción Comunicativa.
Thursday, February 24, 2011
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