En estos días se ha armado un minidebate bastante divertido en internet en torno a los fundamentos de la doctrina libertaria. Resulta que Sasha Volokh, uno de los autores de un blog libertario tuvo el coraje de decir que a su juicio no hay ninguna justificación para recaudar impuestos en el hipotético caso de que fueran necesarios para salvar al planeta de un impacto de un asteroide. El argumento de él es que la única justificación para coartar algunos derechos es la necesidad de proteger otros y que salvar el planeta no es un derecho. Es decir, no tenemos el "derecho" de que no nos destruya un asteroide.
Mi primera reacción fue similar a la de Brad de Long quien considera esto un ejemplo de lo que ocurre cuando se sale de madre el raciocinio deontológico. Es decir, cuando se parte de una serie de principios indubitables y luego se procede a extraer las consecuencias necesarias, así nos parezcan absurdas.
Ahora no estoy seguro de estar 100% de acuerdo. En principio sí veo que hay algo raro con este tipo de raciocinio deontológico, pero no sé si el problema sea con la deontología como tal. (De Long hace rato se declaró un consecuncialista así que a él esto no le quita el sueño.) Al fin y al cabo, yo sí quiero dejar cierto espacio para argumentos deontológicos como los de Rawls y Habermas.
Para mí el problema en este caso, y que si estoy en lo cierto es un problema para todo el libertarianismo, es que erigir los derechos individuales como categoría deontológica última es imposible. Supongamos que Volokh tiene razón en que no existe tal cosa como el "derecho a evitar la destrucción del planeta." En cierto modo no le falta razón. En principio todos estamos de acuerdo en que no existe el derecho a no morir de modo que, por extensión, tampoco existe el derecho a no morir como consecuencia del impacto de un asteroide. Pero si un asteroide golpeara a la tierra, el mismo concepto de "derechos" perdería todo significado.
Solemos hablar de derechos "inalienables" pero cuando lo hacemos es más como una exhortación, una declaración de principios. En realidad todo derecho es alienable por la fuerza. En la práctica, los derechos son resultado de una construcción social de consensos y mutuo reconocimiento. Si no existen las condiciones para tal consenso y tal reconocimiento, los derechos, todos ellos, desaparecen.
Por eso es que los derechos son un mal punto de partida para una doctrina deontológica: no tienen existencia propia, no son esencias supérstites que existan por encima de los seres humanos a quienes se aplican. En cierto modo esta es la vieja objeción de gente como Marx contra el iusnaturalismo liberal estilo Locke: uno no puede crear una teoría normativa de la sociedad partiendo de la base de que los seres humanos son (siempre y en todo lugar) ciudadanos burgueses dotados de derechos de propiedad, que a su vez están garantizados por el sistema de leyes propias del derecho privado. Tales derechos de propiedad, tales leyes son en realidad un producto de circunstancias históricas. (Lo que Marx llamaba las "robinsonadas de la economía política clásica.")
Hace rato tengo el propósito de extenderme sobre este punto pero por ahora tendré que dejarlo ahí. (Está hablando en vivo el hijo de Gaddafi en la BBC y Libia se está calentando.) Pero por ahora me limito a consignarlo: buena parte de nuestras doctrinas sobre la justicia (y el caso del libertarianismo es el más claro) están basadas sobre la noción de que es posible explicar y fundamentar las instituciones sociales sobre la base del intercambio privado entre individuos pero en realidad las cosas ocurren al contrario: las instituciones sociales, basadas en relaciones de poder y coordinación son las que posibilitan el intercambio privado entre individuos.
Sunday, February 20, 2011
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