Como ya saben mis lectores, el blog de Brad de Long es uno de los mejores blogs de economía que hay. Léanlo. Hace unos días descubrí que de Long ya se formó su opinión sobre un tema que a mi hace mucho me confunde. Lo envidio porque yo sí quisiera ya tener claridad al respecto. Pero no. Sigo confundido.
Como es sabido, Marx denominó a su teoría "socialismo científico" para diferenciarlo de lo que él consideraba el "socialismo utópico" de su tiempo. Es decir, Marx creyó haber ofrecido una demostración "científica" de cómo el socialismo era el resultado de la lógica misma del sistema capitalista.
Por eso, Marx se mofaba constantemente de los panfletistas de su tiempo que trataban de ofrecer un argumento moral en favor del socialismo. Para él, esas intenciones piadosas, esa compasión por los oprimidos, esa indignación ante las injusticias, venían sobrando en un análisis científico de la sociedad.
Lo curioso es que la obra de Marx está llena también de tonos morales de condena al capitalismo. Incluso El Capital, su obra más "científica" tiene pasajes que rebosan indignación ante la opresiva legislación laboral de su tiempo.
¿Cómo reconciliar la postura del científico con la del activista? De Long ya decidió que, por lo menos en el caso de Marx, no valía la pena intentarlo. El ya optó por considerar que Marx es inconsistente y prefiere dejar el asunto así.
Yo no creo que el asunto sea tan fácil. Creo que de Long está pasando por alto ciertas consideraciones que Marx tenía en mente. Si entendemos mejor los extremos que Marx quería evitar, entenderemos mejor por qué era tan propenso a caer en este tipo de inconsistencias. No se trata de defender la solución que dio Marx, o, para ser más exactos, su incuria respecto a la necesidad de dar una solución. A mi siempre me ha parecido que ese es uno de los puntos que Marx nunca abordó satisfactoriametne. Pero sí se trata de entender por qué el problema es difícil y por tanto, por qué no es muy probable que un intento de solución se quede corto.
Desde el punto de vista de la ortodoxia reinante en las ciencias sociales, uno puede establecer una dicotomía entre descripción y juicio de valor. Pero el problema es que, precisamente, Marx rechazaba esa ortodoxia.
Marx fue de los primeros pensadores en hacer una observación bastante sugestiva: lo que solemos llamar el punto de vista científico, desapasionado, neutral, etc. suele estar contaminado por juicios normativos que operan a espaldas del científico y que van guiando sus conclusiones a veces sin que él mismo se dé cuenta. Para Marx, esto era particularmente claro en la economía política clásica. A su juicio, la ciencia económica comenzaba por suponer la existencia de agentes económicos autónomos que entran en relaciones de intercambio libres sin darse cuenta de que tal imagen ya estaba metiendo de contrabando todas las premisas normativas sobre la economía capitalista.
Marx creía (y a mi juicio ese es uno de sus rasgos más distintivos) que la sociedad se constituye, ante todo, de relaciones de poder y dominación. Es decir, si en algún momento creemos estar analizando algo que parece ser un intercambio entre iguales, es porque se nos está olvidando lo esencial, a saber: que dicha igualdad es aparente, es el producto de una relación de poder, que posiblemente no involucre a los participantes en cuestión, pero que no por eso es menos relevante.
Lo interesante de esto es que una relación de poder involucra los juicios normativos tanto de los participantes como del observador en una forma mucho más directa y radical que una relación de intercambio. Pero recordemos que Marx, al fin y al cabo un hegeliano de izquierda, sospechaba de cualquier presunción normativa que estuviera justificada sobre la base del derecho privado burgués. Entonces cuando los socialistas de su época lanzaban diatribas contra el capitalismo, por ejemplo al criticar la pobreza de la clase obrera, Marx considera que esa crítica se mantiene dentro de los confines del discurso burgués porque no es capaz de volver su mirada crítica contra el sistema de propiedad privada subyacente y se limita a buscar paliativos.
Yo creo que en lo esencial no le faltaba razón a Marx en ambas apreciaciones. El problema es que, cuando se yuxtaponen, se genera un serio dilema. Resulta que tanto nuestras categorías descriptivas como nuestras categorías valorativas están ya aceptando las premisas de la sociedad que supuestamente buscamos describir y evaluar.
Marx echa mano de un recurso que a muchos les puede parecer dudoso, incluso tramposo: su interpretación de la dialéctica hegeliana. Para Marx, el conflicto que acabo de esbozar desaparece en la medida en que tomamos en cuenta que el capitalismo lleva en sí mismo las contradicciones intrínsecas que lo van a destruir. Es decir, al dar cuenta de cómo evoluciona la sociedad capitalista se puede ver que el capitalismo se va a destruir a sí mismo y que, simultáneamente, en dicho proceso se va a destruir el lenguaje normativo que usamos para evaluarlo. Entonces, para Marx se puede entrar a la tarea de describir el capitalismo sin necesidad de adoptar una pose de indignación moral, a sabiendas de que dicha descripción ya va a mostrar cómo, por una parte el capitalismo se va a destruir ante el empuje del proletariado y, por otra, que ese mismo empuje va a poner en evidencia, con base en categorías normativas nuevas, las injusticias propias del sistema. Es decir, Marx cree que puede ser científico y activista al tiempo, que las dos perspectivas no están en contradicción sino que por el contrario, la una lleva a la otra. Por eso critica tanto a los socialistas anteriores que, a su juicio, ignoran que el sujeto último del proceso de destrucción del capitalismo es el proletariado, como respuesta a una dinámica interna del sistema. Ignorar este punto, cree él, lleva a los teóricos del socialismo a adoptar posturas reformistas superficiales o a intelectualizar excesivamente el movimiento revolucionario, quitándole el protagonismo que le corresponde a las clases sociales, en especial al proletariado.
Obviamente, en el siglo XXI es muy difícil suscribir todo esto. La solución de Marx suena a nuestros oídos contemporáneos en últimas descabellada. Pero si la solución no sirve, el problema no ha desaparecido. ¿Es posible armonizar "teoría" y "crítica" si sospechamos, como Marx y tantos otros depués de él, de la base misma de las categorías de ambas? (Y lo digo con plena consciencia de que "teoría crítica" es el slogan de la Escuela de Frankfurt). Afortunadamente para Brad de Long, él no comparte esas sospechas iniciales y puede desdeñar todo esto como un laberinto pseudo-filosófico. Por eso lo envidio. Ya quisiera yo tener la misma certeza.
Monday, February 7, 2011
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