Wednesday, September 29, 2010

A Ver Si Ahora que Krugman lo Dice, la Gente Escucha...

Desde hace un tiempo, cuando estalló la crisis financiera, vengo pensando algo que me produce muchísima rabia acumulada y que no veo que la gente discuta. Afortunadamente, Krugman en su blog lo menciona aunque sin ponerle el toque emocional que el asunto merece.

Durante los años 90s América Latina parecía por momentos un protectorado fiscal de las calificadoras de riesgo. La medida del éxito de cualquier plan económico no era, como uno imaginaría, si generaba crecimiento, empleo, equidad, o cosas de esas, sino si le gustaba a las calificadoras de riesgo. Si un país obtenía grado triple A para sus bonos, entonces esto era señal de una política económica seria y responsable. Pero si un gobierno consideraba la posibilidad de aumentar el gasto público (por ejemplo el gasto social o en infraestructura), del Olimpo de las calificadoras se abatían sobre él rayos, truenos y llamas que anunciaban la peor catástrofe: una reducción en la calificación de los bonos.

Pues bien, ahora gracias a la crisis financiera sabemos más sobre qué es lo que ocurría en ese Olimpo. Las calificadoras, en medio de todo tipo de conflictos de intereses, le otorgaron el dichoso grado triple A a bonos de hipotecas titularizadas, hipotecas sobre casas de precios inflados sin ningún fundamento real. Entonces, gobiernos democráticos de América Latina eran tratados como si fueran posibles asaltantes de bancos mientras que los genios que convertían urbanizaciones quiméricas en títulos de valor recibían el ansiado triple A.

Cuando yo era niño, recuerdo haber visto libros ilustrados y películas animadas sobre la famosa fábula del "emperador desnudo." Invariablemente el emperador era un viejo bonachón, regordete, de buen humor aunque, obviamente, bastante ingenuo.

Ahora, con las calificadoras de riesgo y sus famosos grados triple A, estamos asistiendo a un caso de emperadores desnudos. Solo que en este caso estos emperadores no son gorditos bonachones sino que tienen a sus espaldas la responsabilidad de haber protegido los intereses de algunos financistas así fuera a costa del hambre y las necesidades de muchísima gente en América Latina. Me hierve la sangre cada que lo pienso.

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