Tuesday, August 31, 2010

¿Es Buena la Industrialización?

Yo me alcanzo a acordar cuando todos éramos "industrializadores." Hubo un tiempo en que todo economista respetable del Tercer Mundo defendía la necesidad de industrializar estos países. De repente en los 90s eso se acabó. Es más, en algunas zonas la desindustrialización se volvió la moda. Ya hace unos días me refería Santiago Montenegro y su desdén por los esfuerzos industrializadores. Ayer me volví a acordar del tema leyendo esta columna de Jagdish Bhagwati uno de los librecambistas más verticales del momento. 

Desde hace un tiempo el tema me viene dando vueltas en la cabeza por razones distintas a las que aduce Bhagwati. A mi juicio, el tema de la industrialización tiene un ángulo de economía política que no se suele discutir. 

Mi ex-colega Carles Boix ha insistido repetidas veces en que la clave de la democratización es la combinación de igualdad y movilidad de activos. La idea es intuitivamente sencilla: en una economía muy desigual, las élites serán muy reacias a permitir la democratización porque anticipan que el resultado será un aumento en la progresividad tributaria lo cual las perjudica. (Sus pérdidas serían menores si la economía fuera más igualitaria antes de la democratización.) Por otro lado, mientras más móviles sean los activos de las élites, menos será el aumento en la progresividad de los impuestos ya que las élites pueden amenazar con sacar sus activos del país. En ese sentido, la movilidad de activos hace que las élites estén más dispuestas a aceptar la democratización porque tienen menos que perder con ella.

Se trata de un modelo muy elegante aunque yo tengo mis discrepancias. Mi principal objeción tiene que ver con la noción de movilidad y esto a su vez tiene que ver con la industrialización. 

Si yo soy dueño de un activo y quiero sacarlo del país, tengo que venderlo. Pero el valor de mercado del activo depende del precio de sus componentes. Si tengo una fábrica y la quiero liquidar porque tengo que sacar la plata de prisa, tengo que estar dispuesto a vender la fábrica a pedazos, perdiendo así el valor de las complementariedades entre las distintas piezas. El edificio, las máquinas, las materias primas tienen un valor de mercado distinto si se venden por separado que si se venden juntas. Los posibles compradores sacan ventaja de mi prisa y me cobran las complementariedades. Entonces, si yo tengo razón, mientras mayor sea la complejidad de un activo, mientras más tecnología incorpore, mientras más complementariedades tenga, menos fácil será liquidarlo. Por lo tanto, el dueño de ese activo estará más dispuesto a aceptar niveles altos de tributación antes de decidir liquidar e irse.

Un punto a favor de este argumento es que los estados del bienestar más generosos y mejor financiados suelen estar en economías industrializadas o en economías que han logrado construir en torno a su explotación de recursos naturales una base manufacturera y tecnológica avanzada. Por ejemplo, Finlandia (antes de Nokia) no era un simple exportador de maderas sino también un líder mundial en tecnología para el procesamiento de madera, pulpa y papel. Dinamarca ha construido una industria de maquinaria lechera en torno a sus exportaciones de lácteos.

Creo que eso explica porque a los socialistas del Tercer Mundo, por más que estemos dispuestos a aceptar el libre cambio, nos queda difícil abandonar nuestra preferencia por la industrialización. La redistribución en serio necesita impuestos y para poder cobrar impuestos altos es necesario que los activos de la economía no se puedan volar al más mínimo asomo de tributación. Y para eso se necesitan activos que incorporen tecnología. Yo no tengo problemas con la noción de Bhagwati de que los servicios pueden ser fuente de cambio tecnológico. Es más, a juzgar por los ejemplos que he dado, incluso el sector agropecuario o los recursos naturales pueden hacer la tarea. En esa medida, no creo que sea necesario volver a la industrialización un fin en sí mismo. Hay industrias que un país no tiene por qué desarrollar. (Alguna vez oí que en el auge de la sustitución de importaciones, Uruguay, un país con tres millones de habitantes, producía sus propias bicicletas: eso no tiene ningún sentido.) 

Resumiendo, aunque no le falta razón a Bhagwati en tanto que el libre comercio puede generar ganancias de eficiencia, es probable que las ganancias duraderas en materia de equidad necesiten desarrollar sectores económicos que el libre comercio por sí solo no desarrollaría. Un dilema que no se resuelve con fundamentalismos.

Si el Polo Democrático Tuviera Vocación de Poder Crearía Ya un Centro de Investigaciones

Es todo.

Monday, August 23, 2010

¿Debe Estar la Regla Fiscal en la Constitución?

Hace unas semanas un grupo muy selecto de economistas, algunos del gobierno otros consultores independientes, terminó el proceso de elaborar una "regla fiscal" que busca darle estabilidad y sostenibilidad de largo plazo a las finanzas públicas. No conozco todos los detalles, solo leí algunas partes del documento, pero en general me sumo a los que lo han recibido bien.  Me parece muy saludable que se busquen mecanismos contracíclicos que permitan ahorrar en tiempos de abundancia para volver sostenible el gasto necesario en tiempos de escasez.

Pero me entero de buena fuente que se viene un debate interesantísimo. Resulta que algunos partidarios de la regla fiscal quieren que quede consagrada en la Constitución. Ya hace unas semanas Carrasquilla (uno de los más entusiastas con la regla) escribió sobre la sostenibilidad fiscal como un derecho fundamental.

Aunque todavía no tengo mis opiniones muy bien formadas al respecto (recuerden, una regla de oro de este blog es que yo puedo cambiar de opinión sobre cualquier tema cuando se me dé la real gana), creo que aquí es donde yo me bajo del bus. A mi juicio, la regla fiscal, o más precisamente, un principio general de sostenibilidad financiera, no debe estar en la Constitución.

El tema es bien complejo; creo que me tomaré varios apuntes para explicar mi posición. Además es fascinante. A muchos les parecerá un debate técnico, aburrido, pero en realidad va al corazón mismo del concepto de estado social de derecho y cómo debe ser interpretado.

1. ¿Qué está en juego? Desde los tiempos de Burke (o incluso desde Hobbes), conservadores, libertarios y algunos liberales clásicos han estado obsesionados con el tema del desorden. Para ellos el objetivo fundamental de la Constitución debe ser evitar el desorden. Burke prácticamente tenía pesadillas con la Revolución Francesa e incluso dio órdenes de que enterraran su cadáver en un lugar sin identificar en caso de que las hordas jacobinas cruzaran el Canal de la Mancha y profanaran su tumba. (Todavía hoy no sabemos dónde está enterrado Burke.)

Si leen el artículo de Carrasquilla verán un eco de ese espíritu solo que ahora en vez de la Revolución Francesa, el temor son los disturbios de Grecia. Por favor, no lo digo en son de burla. Uno de los motivos más consistentes de las ideas constitucionales libertarias es cómo evitar el desorden social que resulta de las dislocaciones económicas. De ahí, por ejemplo, la aversión a cualquier brote inflacionario. La idea de la sostenibilidad fiscal como un derecho viene de esa tradición: la Constitución tiene que evitar que se llegue a situaciones insostenibles como la de Grecia.

En contraste, la tradición rousseauniana que inspira la línea que lleva desde Kant hasta Rawls, pasando por muchos socialdemócratas y socialistas, incluyendo en algunos temas a pragmáticos gringos como Dewey, ve las prioridades de otra manera. El objetivo de la Constitución es establecer unos términos de cooperación social que sean reconocidos por todos los asociados como algo mutuamente benéfico y que generan instituciones que todos pueden reconocer como interesadas en su bienestar y en su desarrollo personal. Esta visión no desconoce que el desorden es una patología que deba ser evitada y combatida. Pero su forma de atacarlo es distinta.

Mientras el burkeanismo quiere crear salvaguardas institucionales contra el desorden que estén más allá del alcance del proceso político, el rousseaunianismo quiere que sea el mismo proceso político el que, al ir incluyendo a los asociados, los induzca a reducir al mínimo posible los brotes de desorden. De ahí que, por ejemplo, Rawls insista en que la fuente de sus principios es la noción de una "sociedad bien ordenada." Este debate nunca va a desaparecer, siempre va a haber opiniones respetables en ambos lados.

La Constitución colombiana consagra una serie de derechos fundamentales para los ciudadanos, pero lo hace con un espíritu más cercano a la tradición rousseauniana (con fuertes y saludables acentos rawlsianos) que a la tradición burkeana. En cambio, el supuesto derecho a la sostenibilidad fiscal sería algo distinto. Si se pusiera en la Constitución, el resultado sería un cuerpo constitucional incoherente en el que al final alguna de las dos partes terminaría por devorar a la otra. (Carrasquilla, que como ya he dicho es un tipo muy inteligente, seguramente lo sabe y por eso mismo es que le gusta la propuesta.) Veamos:

2. ¿Es la sostenibilidad fiscal un derecho fundamental? En materias constitucionales yo soy muy rawlsiano (aunque le añado a la receta fuertes dosis de habermasianismo). Por eso en este punto me pregunto qué diría Rawls al respecto. No lo sé. Me toca inventarme la respuesta (sobre todo porque, como ya he dicho, mis libros están en alguna bodega en algún lugar del Atlántico y me tomará varias semanas desempacarlos).

Rawls desarrolló su noción de la justicia en torno a los "bienes sociales primarios" es decir, bienes que, independientemente de cualquier definición que podamos tener sobre la buena vida, todo individuo necesita. Para Rawls esos bienes son el objetivo central de la justicia. (La lista es si mal no me acuerdo: libertades individuales, libertades públicas, ingreso, acceso a posiciones de responsabilidad y las "bases del respeto a sí mismo.") Esos bienes son la forma de garantizar que el orden constitucional resultante sea reconocido por todas las partes como algo digno de ser apoyado.

Rawls es muy explícito en la forma como se deben distribuir estos bienes (las libertades deben ser iguales para todos, el ingreso debe estar sujeto al "principio de la diferencia" que maximiza el ingreso de los más pobres). Pero no dice nada sobre los procedimientos específicos. Por ejemplo, no hay una cláusula sobre la sostenibilidad fiscal, o sobre la estabilidad de los precios. ¿Por qué?

La respuesta, creo yo, tiene que ver con la actitud de Rawls hacia el conflicto: para él, el objetivo de una sociedad bien ordenada no es eliminar conflictos o resolverlos de una vez por todas en la Constitución sino ofrecer un marco de derechos para que el conflicto se pueda canalizar en forma no violenta. Resulta que los asuntos de sostenibilidad fiscal o de estabilidad de precios entrañan un conflicto distributivo. La inflación favorece a los deudores y perjudica a los acreedores, la emisión de deuda pública puede beneficiar a los receptores del gasto y perjudicar a los tenedores de bonos. Entonces, una regla que determine de una vez y para siempre qué hacer en estos temas está tratando de resolver el conflicto distributivo subyacente en lugar de dejar que sean las instituciones democráticas las que lo canalicen.

Se podría objetar que el principio de la diferencia rawlsiano es en sí mismo una regla de distribución de recursos que impone una solución a un conflicto distributivo. De acuerdo. Pero nótese que la solución de Rawls es precisamente buscar el tipo de distribución que es más aceptable por todas las partes, por lo menos detrás del "velo de ignorancia." No me queda claro que el principio de sostenibilidad fiscal pase esa prueba.

Detrás de un velo de ignorancia yo no puedo saber si voy a ser un receptor de ayuda del gobierno (por ejemplo, por problemas de salud) o un acreedor del mismo al comprar bonos de deuda pública. Obviamente, sería un atropello a los derechos del acreedor, y una violación del principio de la diferencia, permitirle al gobierno repudiar las deudas sistemáticamente. Pero más allá de ese mínimo, no veo por qué sea necesario que la Constitución determine la forma en la cual ese conflicto entre los acreedores del gobierno y el resto de los ciudadanos deba ser resuelto. De hecho, lo más probable es que los acreedores del gobierno sean agentes económicos que gozan de bastante poder político y económico en cualquier sociedad. Entonces, a la luz del principio de la diferencia no es evidente que merezcan protecciones adicionales enterradas en lo más hondo de la Constitución.

3. Problemas operacionales. La sostenibilidad fiscal es deseable, de eso no hay ninguna duda. Pero no veo una forma sensata y compatible con los principios básicos de la justicia social para volverla derecho fundamental.

Si algo hemos aprendido en las últimas décadas es que no existe una regla de oro de la sostenibilidad fiscal. Los mercados mundiales decidieron que Argentina en el 2001, con una relación deuda/PIB alrededor del 50% era un riesgo inaceptable. Pero esos mismos mercados nunca dijeron nada cuando Italia y Bélgica tenían deudas de más del 100% del PIB. Es más, esos mismos mercados hoy en día están dispuestos a prestarle al Tesoro de los Estados Unidos al 2.5% con todo y que la relación deuda/PIB de ese país va disparada hacia un 90% en pocos años. ¿Cuál es el tope? ¿En qué momento debería la Corte Constitucional decir que determinado programa del gobierno pone en peligro la sostenibilidad fiscal? (A propósito, ¿si sería la Corte Constitucional el escenario adecuado para discutir esto? Eso es lo que piensan los partidarios de elevar la regla fiscal a status constitucional.) Una deuda sostenible, acompañada de una política fiscal contracíclica son metas muy loables. Pero no veo cómo se puede determinar de antemano cuáles son las magnitudes correctas.

Cualquier argentino (o cualquier griego) puede atestiguar que una crisis de sostenibilidad fiscal es algo horrible, eso no lo discute nadie. Pero esas crisis son, en últimas, fallas del proceso político (básicamente porque no se genera a tiempo el consenso necesario para poner las finanzas en orden). Lo democrático es, entonces, dejar que sea el mismo proceso político el que las prevenga y las resuelva. Las democracias a veces se equivocan. Hay que aprender a vivir con eso.

Fíjense como otra vez surge la dicotomía entre burkeanos y rousseaunianos. Los burkeanos prefieren ponerle cortapisas al proceso democrático, dejándo la decisiones sobre deuda pública en piloto automático, con tal de evitar la catástrofe de una crisis de confianza en la deuda. Los rousseaunianos estamos más dispuestos a correr los riesgos típicos de toda democracia, incluída la ocasional crisis económica, con tal de preservar un orden de libertades que sea reconocido por todos los ciudadanos como justo.

Se me dirá que yo estoy hablando de principios altisonantes abstractos mientras que los burkeanos tienen los pies sobre la tierra. No estoy tan seguro. Veamos el caso argentino. El colapso de la economía argentina en el 2001 fue algo pavoroso. Pero recordemos que parte de su origen fue precisamente el intento (burkeano) de eliminar la discrecionalidad en la política monetaria (convertibilidad). Eso le quitó margen de maniobra al proceso político para haber devaluado a tiempo. Algo parecido ocurre con Grecia: si Grecia no estuviera en la zona euro, tendría más herramientas para salir de la crisis. Entonces, pregunto yo, ¿no será que la obsesión burkeana por evitar el desorden es ella misma la responsable de dejar a las sociedades sin herramientas para aliviar las crisis antes de que estallen en desorden? ¿No será que de pronto una sociedad que no arroja las llaves de la deuda pública al mar tiene más oportunidades de buscar el reparto de las cargas más equitativo y políticamente aceptable para todos los ciudadanos?

Dirán los burkeanos que esta vez es distinto, que precisamente las limitaciones constitucionales a la deuda pública van al corazón mismo del problema. No estoy seguro. Cada que intentamos fijar un conflicto distributivo, reaparece otro. En Argentina se trató de fijar el conflicto en torno a la inflación, y surgió el conflicto en torno al déficit. Si se aprieta por el lado monetario (ya tenemos Banco Central independiente) y al mismo tiempo por el lado fiscal, ¿no estaremos amarrando muy fuerte las manos de cualquier gobierno futuro? ¿no lo estaremos dejando sin herramientas democráticas para atender una crisis? ¿no será que dicha crisis estalla por otros lados, de pronto más nocivos?

Repito, como está concebida, la regla fiscal es contracíclica. Excelente. Pero es que a mi me suena que "contracíclica" y "constitucional" son dos términos contradictorios. Es imposible saber de antemano cuál va a ser la combinación de impuestos y deuda pública que vaya a resolver la próxima crisis por el simple hecho de que su magnitud es desconocida.

4. Justicia intergeneracional. Un posible argumento a favor de la regla fiscal es el de la justicia intergeneracional. Así como, al decir de la Revolución Americana, los tributos sin representación son injustos ("no taxation without representation"), uno puede decir que es injusto dejarle a generaciones futuras que no votan ahora una carga de deuda onerosa. Es más, alguien podría decir que la regla fiscal es equivalente a una regla de sostenibilidad ambiental. Así como no podemos dejar a las futuras generaciones sin agua, tampoco las podemos dejar bajo el yugo de impuestos excesivos.

Dos problemas. Primero, el nivel óptimo de deuda pública no es cero. Puede que sea injusto dejarle una deuda impagable a futuras generaciones, pero también es injusto privarlas de las ganancias en bienestar que podrían obtener si nos dejaran construirles, por ejemplo, las escuelas, hospitales y autopistas que ellas van a usar, o que sus padres van a usar para poderlas criar. Segundo, los mercados de deuda no son un ecosistema con el que sea inútil toda acción política. Si se acaba el agua, se acaba el agua, punto. En cambio, si se viene una crisis de deuda, es posible negociar entre el gobierno y sus acreedores y entre el gobierno y sus contribuyentes. Entonces, sería falaz hacer un paralelo entre la sostenibilidad fiscal y la sostenibilidad ambiental.

5. ¿Qué tipo de estado queremos? En resumen, yo no veo nada malo con el arreglo que tenemos hoy en día: un estado social de derecho que ofrece ciertas garantías a los ciudadanos, que coloca la salvaguarda de esas garantías en manos de la Corte Constitucional y que deja el problema de cómo hacer compatibles esas garantías al arbitrio de un proceso político democrático. Me parece que ese sistema ha funcionado bien en Colombia y en otros países, es el que defiende con más robustez los derechos sociales y preserva las libertades políticas. Hay sectores a los que esto les parece horrible (por eso para ellos "garantismo" es un insulto.) Esos sectores quisieran que el problema de compatibilizar las garantías debería quedar resuelto de una vez por todas en la Constitución. Pero en ese caso, se devalúa el concepto de garantías sociales y se trivializa tambien la democracia.

Me tengo que ir, y me estoy cansando. Por lo pronto, párenle bolas a este debate: como ya dije, está en juego ni más ni menos que el espíritu mismo de nuestra Constitución.

Sunday, August 22, 2010

¿Hay Alguna Ley que le Impide a Miguel Centeno Ejercer la Sociología en Colombia?

Vuelvo al tema de la entrevista con Miguel Centeno en el periódico de la Universidad Nacional. (A propósito, así como hice un alto y merecido elogio de Centeno, se me olvidó hacer otro alto y también merecido elogio del periódico de la Universidad Nacional. Allí he leído algunos de los mejores ensayos sobre temas colombianos de actualidad.) Cuando le preguntan a Centeno sobre Colombia, este es su comentario:

C.A.P.V.: En el cambio de Gobierno que se da en Colombia en este 2010, ¿cuál cree que debe ser el reenfoque de la política colombiana?

M.A.C.: Como observador de América Latina, el legado más importante del presidente Uribe no solamente ha sido la marginación de la guerrilla, sino la creación de un nuevo sentido de comunidad en Colombia. Que se haya podido pedir más impuestos para pagar un proyecto público y común que es la guerra, y que la élite colombiana haya estado preparada para pagar ese dinero, es una de las grandes acciones del presidente Uribe. El nuevo presidente, sea quien sea, tiene que continuar esa misma sensación de comunidad, de nación unida, de proyecto unido entre el rico y el pobre, para empezar a enfrentar los grandes retos que tiene la sociedad colombiana: la falta de exportaciones manufactureras, la gran desigualdad y la pobreza que existen en grandes regiones del país. Si el nuevo presidente puede utilizar estos últimos ocho años y esa creación de un proyecto común, entonces tendrá grandes oportunidades para descolgar los problemas internos que se vienen presentando en Colombia.

Yo no sé tanto de sociología como el Profesor Centeno pero de lo poco que he leído en la materia, una de las preguntas centrales de la disciplina es establecer las condiciones históricas, sociales, políticas y económicas que hacen posible que un grupo se aglutine en torno a algún propósito. Por lo tanto, yo me imaginaría que si un sociólogo quiere entender aquel "nuevo sentido de comunidad" que Centeno encuentra en Colombia (y que yo, en mi ignorancia, no veo tan claro), se preguntaría cuál era el propósito de tal comunidad y de allí pasaría a preguntarse si se logrará el mismo sentido para otros fines. Un sociólogo sería muy escéptico sobre la posibilidad de que un individuo, así sea un presidente reelegido, sea capaz él solo de crear dicho "sentido de comunidad." Atribuir a Uribe la "unidad de propósito" en torno a la guerra en Colombia es ignorar el papel de los medios y muchísimos sectores políticos y sociales belicistas desde cuando el proceso del Caguán entró en su fase agónica.

Dejando de lado el problema de a quién se le debe atribuir dicho "sentido de comunidad," queda el problema de qué tan flexible es. Si a Centeno le estuviera permitido ejercer la sociología en Colombia (porque me temo que es que hay alguna ley oculta en el Ministerio de Educación que se lo prohibe), se habría dado cuenta de que existen fisuras entre los distintos sectores económicos en Colombia. De hecho, el tal "proyecto unido" en contra de la guerrilla fue liderado por las élites terratenientes locales que se opusieron a la paz que querían pactar los grandes intereses financieros e industriales (los "cacaos"). Esas mismas fisuras hacen que otros nobles propósitos no sean tan sencillos. Por ejemplo, democratizar la propiedad de la tierra.

El dichoso "sentido de comunidad" nunca es abstracto; depende de los propósitos. No era difícil unificar a las élites colombianas en torno a la confrontación militar con las FARC hace ocho años. Pero otra cosa será unificarlas en torno a todas las cosas bellas que quiere ver Centeno. Es más, ni siquiera está claro que se puedan unificar para lidiar con las FARC hoy en día.

A todas estas, aprovecho para decir algo que hace rato me molesta. Centeno habla como si durante el gobierno de Uribe se hubiera alzado "la nación en armas" para defenderse de los tanques nazis en Sebastopol o de los bombardeos de la Luftwaffe sobre Londres. Pero la guerra en Colombia ha sido muy distinta. En la Primera Guerra Mundial murió aproximadamente un tercio del estudiantado de Cambridge. ¿Cuántos Uniandinos, cuántos Javerianos han caído en combate? Los hijos del Presidente Roosevelt pelearon en la Segunda Guerra Mundial. ¿Dónde estuvieron Tomás y Jerónimo en estos años? (Bueno, sí sabemos, pero eso es otra cosa...)

¿A qué viene esto? A que a mi juicio una de las cosas más indignantes del clima de opinión en Colombia es que los sectores más guerreristas suelen ser los que menos contribuyen a la guerra. Generalmente la gente que dice que "hay que echarle plomo a todos esos guerrilleros hasta que no quede ni uno" hace lo  posible y lo imposible para que no se lleven a sus hijos al servicio militar. Si de verdad las FARC son el cáncer más terrible de la sociedad colombiana, al que hay que derrotar cueste lo que cueste, entonces aquí van algunas ideas que no implican ni siquiera el "sacrificio supremo" de morir en combate.

  • El Ejército tiene instalaciones en Bogotá (inclusive cerca de exclusivos sectores residenciales). ¿Cuántas señoras de la sociedad bogotana se han ofrecido a servir comida a los soldados?
  • En Colombia no tenemos servicio militar para universitarios. Pero igual, me imagino yo, al Ejército le serviría tener profesionales voluntarios para que les ayudaran en planeación logística, en construcción de puentes y vías, en telecomunicaciones, etc. ¿Cuántos profesionales colombianos se han ofrecido a trabajar, así sea tiempo parcial, en estas labores? ¿Qué tal un "año rural" para todas la profesiones? ¿No dizque hay que hacer lo que sea para apoyar a nuestro Ejército?
  • ¿Por qué fue necesario un "impuesto de guerra"? Si la guerra es en serio, ¿no hubiera sido de esperarse que aquellos empresarios que tanto amaron a Uribe ofrecieran voluntariamente dinero de sus ganancias para el Ejército?
Pero no, los guerreristas colombianos ladran pero no muerden. Mejor dicho, ladran durísimo y les encanta cuando otros muerden (y mueren) por ellos. Eso, Profesor Centeno, no es un "proyecto de unidad."

El Peor Partido del Mundo (5)

Los buenos partidos políticos tratan de elevar la conciencia política de sus simpatizantes, dándoles herramientas para interpretar su realidad. Los partidos mediocres se contentan con seguir a sus votantes, apelando a un mínimo común denominador de la argumentación pública. Pero hay unos pocos partidos que son aún peores: se empeñan en degradar el nivel de la discusión, dándole voz a los sectores más ignorantes.

Pués bien, en la mayor potencia mundial existe un partido así que, además, tiene una votación cercana al 50% (y a veces más). El Partido Republicano de los Estados Unidos. Cuando se escriba la historia de comienzos del siglo XXI muchos historiadores se preguntarán como fue posible que un partido histórico abdicara toda responsabilidad de formador de opinión y se dejara captar por lo peor de la demagogia. Esos historiadores probablemente se fijen en cómo, justo en medio de la recesión económica más prolongada y profunda de los últimos setenta años, el Partido Republicano se puso a atizar el fuego del extremismo en torno a una (edificación que entre otras cosas incluye) una mezquita ubicada (a ciertas cuadras de distancia, relativamente) cerca de donde estaban las Torres Gemelas. Podría gastarme páginas enteras documentando el barbarismo de este "debate." Pero me contento con referirlos a la columna de Frank Rich.

Saturday, August 21, 2010

¿Son las Revoluciones Todavía un Tema Interesante? (Con Perdón de Miguel Centeno)

Miguel Centeno es un sociólogo serio que ha hecho importantes contribuciones al tema de la construcción del Estado en América Latina. (Confieso que solo tengo un conocimiento muy superficial de su libro Blood and Treasure.) Por eso me extrañó esta entrevista con él que publicó el periódico de la Universidad Nacional. La verdad es que, con el debido respeto al Profesor Centeno, me pareció muy deficiente, indigna de un sociólogo de su talla. En especial, me pareció que a la hora de hablar sobre Venezuela y, por razones distintas, Colombia, cae en un estilo de argumentación superficial que no aporta ningún atisbo nuevo.

Comencemos con estos párrafos, dedicados a Venezuela:

Yo no quiero ofender al público de la República venezolana, pero no existe un proyecto bolivariano, existe un proyecto de Chávez, y eso es nada. Nada más que dinero de petróleo, la ideología bolivariana de verdad no existe como institución. Es simple, ha sido un proyecto que se ha pagado a través de mucho dinero petrolero para apoyar una serie de medidas que no tienen una lógica interna, que no ha podido tener éxito, aun en Venezuela.

C.A.P.V.: Entonces, ¿el bolivarianismo de Chávez es una especie de petro–Estado internacionalizado?

M.A.C.: Es precisamente todos los problemas con el Estado petrolero: se utiliza dinero de una manera no muy sana, no tiene inversión racional, no tiene producto institucionalizado y sólido. He visto mejoramiento en algunas medidas de bienestar, pero nada comparado con lo que podía haber hecho Venezuela considerando los últimos diez años de recursos petroleros. Y creo que el proyecto bolivariano no se puede comparar, por ejemplo, con el impacto que tuvo la revolución cubana en los años 60 y 70, esté uno de acuerdo o no, pues había un proyecto y una serie de instituciones. Uno no puede tener un proyecto antiimperialista cuando depende, para su comercio exterior, del imperio; uno no puede decir “estamos contra el imperio” cuando gana gran parte de su dinero vendiendo petróleo al imperio y comprando al imperio todos los productos de consumo. Eso me indica a mí que no es un proyecto que tenga estabilidad ni un legado de verdad. Es un proyecto populista de la peor clase.

Repito: Venezuela está en medio de una revolución un tanto sui generis, pero revolución al fin y al cabo.  Lo esencial de las revoluciones es que el viejo orden ya no existe y el nuevo aún no se ha consolidado. Lo típico de toda revolución, y esto es algo que estoy seguro que Centeno sabe, es que su dirección es incierta. La Revolución Francesa dio tumbos entre girondinos y jacobinos (hasta que fue Napoleón el único que pudo estabilizar la situación). La Revolución Soviética estuvo marcada por el choque entre los viejos bolcheviques que buscaban un socialismo autogestionario (de ahí los "soviets") y las facciones estatistas que daban prioridad a la "modernización" (stakhanovismo, electrificación, industrialización forzada, etc.) En los inicios de la Revolución Iraní participaron todo tipo de sectores desde fundamentalistas islámicos hasta los comunistas, pasando por liberales secularizadores.

Es normal que la revolución venezolana muestre todo tipo de incoherencias. Lo que es un poco inusual es que todavía hoy, once años después de la llegada de Chávez al poder, siga siendo así. Pero esto tiene una explicación: la revolución venezolana ha sido mucho menos autoritaria que otras. Chávez hubiera podido darle mucha más coherencia al proceso pero muy seguramente el precio habría sido una represión más fuerte de la que ha habido. (Sí, hay brotes de represión en Venezuela, pero seamos francos, muchísimo menos que en otros procesos similares. Eso es un logro de todo el pueblo venezolano y yo, como colombiano, se lo aplaudo.)

¿Saben qué otra revolución dejó sin resolver sus contradicciones internas y que, aunque tuvo un brote autoritario de unos cuantos años, al rato terminó por buscar un modus vivendi entre los distintos sectores, lo cual dio como resultado un estado incoherente? La Revolución Americana. En esta revolución chocaban los intereses manufactureros y comerciales del Norte con los intereses agrarios y esclavistas del Sur. John Adams y su gente trataron de imponer el proyecto Federalista del Norte por sobre el proyecto descentralizador del Sur y, mediante la "Alien and Sedition Act" reprimieron, metieron gente a la cárcel por sus opiniones y todas esas delicadezas. Después el Sur volvió al poder (con Jefferson) y hasta ahí llegó el asunto. El resultado fue décadas enteras de tensión y contradicciones hasta la Guerra Civil. Entonces, incoherencias ocurren "hasta en las mejores familias."

Dicho sea de paso, me sorprende la alusión de Centeno a la revolución cubana. Me sorprende porque, desde varios puntos de vista es muchísimo más defendible la revolución venezolana que la revolución cubana. A sus once años, es decir, hacia 1970, la revolución cubana ya había tenido un altísimo costo en sangre (millares de fusilados), ya se había consolidado un régimen de partido único, ya Fidel Castro había apoyado la invasión soviética a Checoslovaquia y, además, ya la economía cubana había experimentado unas crisis profundísimas en los años 60. Nada comparable ha pasado en Venezuela. Centeno da expresión tangible a un "tic" de cierta intelectualidad latinoamericana que critica al proceso venezolano colocándolo en un rango inferior al de la "verdadera revolución", la de Cuba. Obvio, hay muchísimas cosas que criticarle al proceso venezolano. Ya diré más al respecto. Pero dejémonos de vainas, es un proceso mucho más democrático, más humano y con mejor desempeño económico que el de Cuba. (Incluso, aunque me duela en el alma porque me toca hablar mal de uno de mis héroes, diré que el proceso venezolano ha funcionado mejor que el proceso chileno de la época de Allende.)

Claro que el "bolivarianismo" no existe. Tiene razón Centeno. Pero, ¿y qué? ¡Mejor! ¿Para qué quiere Centeno una ideología institucionalizada? En abstracto suena muy bonito decir que es una lástima que "el bolivarianismo de verdad no existe como institución." En la práctica todos sabemos que eso sería peor, como cuando el marxismo se institucionalizó, o como cuando el cristianismo se institucionalizó, o como cuando el rousseaunianismo... en fin, ya saben para dónde voy.

Dice Centeno que las reducciones en pobreza que se han dado en Venezuela (bastante notables, por cierto) no son nada comparadas con un escenario contrafactual que él nunca describe en detalle. Es obvio que Venezuela en estos años hubiera podido hacer más en materia de reducción de la pobreza. Al fin y al cabo, ha habido muchísima corrupción y muchísima ineficiencia en la marcha del gobierno venezolano. Entonces, sí, comparado con una "revolución angélica" el chavismo en Venezuela ha fallado. Pero la pregunta que debería hacerse un sociólogo, sobre todo uno del calibre de Centeno, es ¿existía dicha alternativa en la vida real? ¿Cuál era la coalición política venezolana, distinta a la del chavismo, que iba a darle tanta prioridad a la reducción de la pobreza? ¿Cuál era la coalición política venezolana, distinta a la del chavismo, que iba a estar dispuesta a hacer todos los experimentos que se han hecho, con todos los costos y errores que han representado, con tal de incluir políticamente a los sectores más pobres? No estoy hablando de coaliciones hipotéticas sino de coaliciones de carne y hueso. La razón por la cual el chavismo sigue contando con el apoyo de los sectores más pobres es porque, con todos sus errores, ha generado más credibilidad en materia redistributiva que cualquier otro sector, en especial aquellos que en los años 90 estuvieron dispuestos a aplicar una terapia de choque neoliberal que tuvo un costo social altísimo.

Lo del "falso antiimperialismo" es una pamplina, con perdón del Profesor Centeno. Obviamente Chávez preferiría que la economía venezolana no dependiera tanto de Estados Unidos. Cualquier presidente de cualquier país preferiría lo mismo. Pero Chávez no va a ser tan estúpido de, con tal de darle "veracidad" a su discurso "antiimperialista" y así darle gusto al Profesor Centeno, romper los lazos económicos con Estados Unidos. Cualquier presidente de cualquier país, en la posición de Chávez haría lo mismo. Al no existir otra superpotencia mundial dispuesta a subsidiar lo que sea necesario (como le pasó a Cuba), a Venezuela no le queda otra alternativa; intentarlo sería sumir al país en una miseria ignominiosa.

Generalmente, a la hora de analizar presidentes de otros países, la gente entiende que sus políticas sean a veces contradictorias, que su retórica no corresponda a la realidad, que traten de mantener contentos a sectores adversos así sea con métodos non sanctos (cooptación, corrupción, etc.). En esos casos los llaman "pragmáticos," "políticos consumados," "estadistas con gran sentido de la supervivencia" y cosas así. Cuando Chávez hace lo mismo, entonces es "confuso ideológicamente," "loco," "aventurero" y peor.

Los intelectuales públicos se la pasan planteando el dilema de si Chávez es un "verdadero revolucionario" o un "simple caudillo populista." (Obvio, casi siempre se inclinan por lo segundo.) Uno hubiera esperado de un sociólogo como Centeno que pudiera explicarle a la gente que eso es un falso dilema: históricamente es muy frecuente que alguien sea las dos cosas a la vez.

Tuesday, August 17, 2010

Respuesta a Juan (Acerca de la Metafísica de la Negociación)

Si quieren no me crean, pero la verdad es que cuando escribí mis anotaciones sobre "Negociación: Menos Metafísica y Más Pragmatismo" estuve pensando en organizarlas en torno a la misma idea que propone Juan en su comentario. De hecho el comentario de Juan, con el que estoy de acuerdo en muchas cosas, se relaciona con un tema que hace rato me viene dando vueltas en la cabeza y que estoy seguro de que tiene profundas implicaciones en ciencias sociales pero todavía no he podido asir: la diferencia entre la tercera y la primera persona en fenómenos sociales.

Como el asunto es tan complejo, por ahora me limitaré a dar un ejemplo ceñido al tema de discusión. Si yo asumo la perspectiva de una tercera persona para analizar, digamos, todos los procesos de paz en el mundo en los últimos cincuenta años, puedo llegar a establecer una serie de regularidades e incluso puedo llegar a sacar conclusiones probabilísticas del tipo "cuando pasa x la probabilidad de éxito de una negociación aumenta en y." Pero sería erróneo volver esta conclusión desde la perspectiva de una tercera persona en una norma para actuar en primera persona diciendo "yo no puedo negociar hasta que no se dé la condición x." Al fin y al cabo, mi análisis en tercera persona no genera una ley de la naturaleza. Nada me impide a mí tratar de negociar si no se cumple x.

Otro ejemplo: supongamos que logramos establecer una serie de regularidades que aumentan la propensión entre hombres de 18 a 25 años a incurrir en cierta conducta criminal. (Por decir algo, supongamos que estadísticamente probamos que quienes crecieron sin padre son un 20% más propensos a cometer un robo.) Si presenciamos una serie de robos, algunos de ellos cometidos por jóvenes entre 18 y 25 años que crecieron sin padre, sería legítimo, desde la perspectiva del científico social, decir que esta circunstancia contribuye en parte a explicar los robos. Incluso, aunque esto sería mucho más controversial, desde la perspectiva del juez sería también legítimo considerar que el haber crecido en un hogar sin padre sea un atenuante a la hora de emitir una condena en un caso particular. Pero desde la perspectiva en primera persona yo no puedo decir que si yo crecí sin padre esto es la causa por la cual yo cometí determinado robo.

Volviendo al caso de la "escuela metafísica" de columnistas colombianos estilo Andrés Hoyos (hay muchos más, por cierto), me parece que están jugando, tal vez sin saberlo, con el paso de una perspectiva a otra. Al fin y al cabo, se trata de la opinión de ciudadanos colombianos sobre la posible negociación en Colombia (lo cual le confiere cierto aire de "primera persona" a su argumentación), una negociación que no ha empezado y no un evento ocurrido en el pasado que haya que explicar.

Desde la perspectiva en primera persona, yo no veo por qué sea necesario esperar a que se den una serie de condiciones externas para empezar a negociar. Se negocia, se busca el acuerdo y si lo hay, se firma y si no, no.

Por eso mismo me parece un absurdo la posición de Alfredo Rangel ayer en El Espectador (edición impresa, no encuentro el vínculo) en la que dice que la negociación tiene que limitarse a un acuerdo de desmovilización. Otra vez la metafísica o, peor aún, la ideología disfrazada de metafísica. Si se va a negociar con las FARC, la agenda de la negociación tiene que salir del proceso mismo. Yo preferiría una agenda corta (digamos, cinco puntos, no más de quince) a una agenda larga (digamos, cien puntos). Pero eso es un principio puramente procedimental. Si sobre la marcha se ve que es posible negociar una agenda de más de quince puntos, enhorabuena. En cambio no tiene sentido empezar un proceso de negociación diciendo que sólo se discute la desmovilización. Eso no es una negociación, eso es una oferta de rendición.

Wednesday, August 11, 2010

Negociación: Menos Metafísica, Más Pragmatismo

Veo que no soy el único que cree que el debate sobre la negociación con las FARC está otra vez sobre el tapete. Como llevamos menos de 100 horas de la Administración Santos, con todo lo que esto implica, yo prefiero mantenerme cauto. Pero ya hoy Andrés Hoyos en El Espectador se refiere al tema arguyendo que, como acabo de decir, el debate se viene. Hoyos debe estar mejor informado que yo, de manera que voy a suponer que "cuando el río suena, piedras lleva." De modo que voy a aprovechar para decir algunas herejías que hace rato vengo pensando sobre la famosa negociación. El artículo de Hoyos me sirve porque incurre precisamente en la clase de dogmas que creo que es necesario superar.

A mi juicio, el tema de la negociación con las FARC es conceptualmente sencillo (aunque, obviamente, procedimentalmente complicadísimo): si existe algún acuerdo satisfactorio para las FARC y para el gobierno, un acuerdo que ambas partes consideren preferible a seguir peleando, se firma la paz y punto. Si no existe dicho acuerdo, el proceso fracasa y punto.

Pero en Colombia hay una tendencia muy difundida que busca complicar el problema postulando una serie de "precondiciones metafísicas" necesarias y suficientes. Los exponentes de esta tendencia puede que tengan posiciones contradictorias entre ellos (normal, es una tendencia, no una iglesia) pero el patrón es más o menos el mismo: buscar una lista de circunstancias, constatar que no se cumplen y luego decir que, por lo tanto, no se debe negociar.

Un ejemplo muy claro (que se encuentra en el artículo de Hoyos) se refiere a la fuerza militar de las FARC. Se parte de la creencia de que existe algún nivel de poderío militar, que nunca se especifica, que sí hace posible la negociación, pero que en otros niveles es imposible. Entonces, a veces no se puede negociar porque las FARC están muy fuertes (posición palpable en los 80s) a veces, como ahora, no se puede negociar porque las FARC están muy débiles.

Esto es una falacia. Parte de un argumento plausible pero saca una conclusión que no lo es. Obviamente, el resultado final de la negociación depende del poderío militar de las FARC. Pero de ahí no se desprende que la posibilidad de la negociación misma dependa de dicho poderío. Si las FARC tuvieran cercada a Bogotá y pudieran (como el FMLN salvadoreño) dejarla sin luz por una semana y además tuvieran miles de cuadros políticos en las ciudades listos para encender un alzamiento civil, cualquier negociación con las FARC tendría que darles un poder político enorme. Si fueran un grupo de 80 combatientes famélicos, la negociación se reduciría a darles primeros auxilios. Pero en ambos casos hay una negociación posible.

Otra cosa es que a nosotros no nos guste el resultado final. Por eso es que se combate: para debilitar al enemigo y obligarlo a aceptar unos términos aceptables para uno, no para alcanzar un fantasmagórico nivel de fuerza en el que sí se pueda negociar.

Algo similar ocurre con el desprestigio político de las FARC. Supuestamente no se puede negociar ahora porque las FARC ya tocaron fondo en este campo. Curiosamente, antes se decía que no se podía negociar porque las FARC tenían un peligroso apoyo político que llevaría al país al comunismo.

Una vez más, el prestigio político de una insurgencia afecta el tipo de acuerdos a los que se puede llegar, pero no impide buscar el acuerdo. A la gente se le olvida que en Colombia negociamos con el más grande criminal de la historia de este país (Pablo Escobar). No solo negociamos sino que le ofrecimos la bicoca de una reforma constitucional (la no extradición) a cambio de que parara su ofensiva terrorista. Luego negociamos con los paramilitares, culpables de cantidades de desplazamientos, masacres, torturas y, si señor, secuestros y narcotráfico.

Para reiterar: si hay un acuerdo bueno para ambas partes, se negocia. Si no, no. Si ese acuerdo implica cierto nivel de amnistías, indultos, rebaja de penas, etc. se hace. Se ha hecho, se sigue haciendo en muchas partes del mundo. Otra cosa es que nos parezca inaceptable ese precio. Pues bien, entonces no se  llega a un acuerdo y punto.

Otra "precondición" típica es la "voluntad de paz." Se dice que no se puede negociar en este momento porque las FARC todavía no tienen voluntad de paz (generalmente dicho por personas que no tienen ninguna información sobre qué piensan las FARC). Falso. Toda guerrilla del mundo tiene voluntad de paz y voluntad de guerra. Es decir, para toda guerrilla del mundo existe algún acuerdo político que sería aceptable. Si mañana el gobierno colombiano le ofrece a las FARC la rendición incondicional de todo el Ejército y le entrega el poder al Secretariado General, las FARC aceptan esa paz. A muchos nos parecería inaceptable (enfáticamente me incluyo entre esos) pero ante esos términos tan generosos estoy seguro que las FARC sí tendrían la famosa "voluntad de paz."

Por andar en este tipo de falacias metafísicas, Hoyos incurre en frases como esta:
Tampoco les gustará en lo más mínimo un proceso de negociación que los debilite en vez de fortalecerlos, pero ésta es otra condición sine qua non para que ella se dé.

Absurdo. Si un proceso de negociación comienza con la condición de que las FARC salgan debilitadas, simplemente no lo van a aceptar y se acabó. Pero ahí está la consecuencia de la actitud "metafísica" de Hoyos. El debilitamiento de las FARC no es una "condición sine qua non" para negociar. La única condición sine qua non para negociar es que haya alguna alternativa mutuamente benéfica. Otra cosa es que Hoyos considere que es inaceptable una negociación en la que las FARC salgan fortalecidas. Perfecto. Eso es una posición internamente consistente y respetable.

En general, yo estoy cansado de que la gente defina su postura frente a la negociación en términos de "Sí. Sería buenísima pero es que no se ha cumplido con la condición metafísica x y entonces yo no creo que se pueda dar." Lo que yo quiero oír es: "Yo sólo estoy de acuerdo con una negociación siempre y cuando el Estado no vaya a hacer las concesiones x, y, z o w. Si se trata de hacer esas concesiones, yo prefiero que sigamos la guerra." Ese es el tipo de postura que clarificaría el debate. Lo demás es escudarnos detrás de sofismas para ser "políticamente correctos" pero sin contribuir a adelantar el proceso.

Si empezamos a discutir en los términos que yo propongo, entonces es más claro todo. En especial, cada que alguien vaya a decir "no acepto las concesiones x, y, z o w y más bien prefiero que sigamos en guerra" entonces es posible discutir sobre bases concretas. En Colombia tenemos bastante claro el costo de la guerra hasta ahora y no es difícil estimar el costo hacia futuro.

Hagamos cuentas. Según la Administración Uribe, en el año 2002 las guerrillas tenían más de 20 mil efectivos y hoy tienen 10 mil. Si esa reducción de 10 mil tomó ocho años, es razonable pensar que eliminar los diez mil restantes va a tomar unos cinco años yéndonos bien. (Recientemente un general del Ejército dijo que faltaban cuatro años.)

Durante estos ocho años han muerto en combate más o menos 20 mil personas, incluyendo probablemente 1000 "falsos positivos" (para ser cautos), se ha aumentado el pie de fuerza del Ejército en casi 200 mil hombres y se ha gastado, un año con otro, un promedio de un 6% del PIB en defensa. Ese 6% es el doble del ingreso que recibe el 20% más pobre de los colombianos. Extrapolando nos podemos dar cuenta de cuanto, más o menos, va a costar acabar con las FARC, si es que se cumplen los escenarios más optimistas.

Conste que no estoy incluyendo en el cálculo (como debería) el costo en el que se ha incurrido para combatir a las FARC desde antes del 2002. Es decir, no estoy hablando de los más de 40 mil muertos de los "paras," no estoy contando el costo en desplazamiento y así sucesivamente. (No nos digamos mentiras, los "paras" fueron funcionales al esfuerzo contrainsurgente.)

Entonces, cada que alguien diga que no quiere negociar, en efecto lo que está diciendo es que prefiere incurrir en los costos extrapolados que acabo de estimar antes de hacer determinada concesión. Cada uno es libre de decidir qué concesiones acepta y cuáles no y qué costo prefiere pagar para no hacerlas. Pero entonces debatamos así y no parapetados detrás de alguna teoría metafísica de la negociación.

Monday, August 9, 2010

La Seguridad Democrática como Keynesianismo Armado

No tengo el dato más reciente, pero hacia el 2008 el DANE registraba más de 2 millones de desempleados. El pie de fuerza del Ejército se acerca a 400 mil personas. No sé cuanta gente esté empleada en el sector de la seguridad privada pero me sorprendería que fuera menos de 100 mil. Me pregunto entonces: ¿en cuánto estaría la tasa de desempleo sin la "Seguridad Democrática"?

Un Acertijo de Economía Política

Imagínense un país con las siguientes características:

  1. El 58% de las exportaciones vienen de recursos mineros en zonas apartadas y que constituyen un porcentaje muy pequeño de la generación de empleo.
  2. La exportación agrícola más grande genera el 4.5% de las divisas.
Uno se imaginaría, basado en la historia de países ricos en recursos mineros que el sistema político de ese país estaría caracterizado por alguna de las siguientes tendencias:

Escenario A: El Estado ha logrado elevar al máximo posible su participación de los recursos mineros, probablemente mediante medidas agresivas de nacionalización y utiliza estos recursos para obras a veces faraónicas de infraestructura, muchas de ellas con enormes sobrecostos por corrupción. Cobra pocos impuestos a los ciudadanos, con lo cual mantiene cierta paz política pero también, como no depende de la sociedad civil para financiarse, se da el lujo de saltarse a la torera los órganos de representación. ("No taxation, therefore no representation.")

Escenario B: Similar al anterior solo que el Estado financia un generoso sistema de protección social y hasta de pronto se ha dado el lujo de comprar la tierra para redistribuirla eliminando los problemas de las luchas agrarias. Si además tuvo la suerte de consolidar un sistema democrático antes de la bonanza, más bien ha logrado fortalecerlo y el centro de gravedad del sistema político está marcadamente hacia la izquierda.

Escenario C: El Estado enfrenta perennes dificultades financieras a la vez que permite que las multinacionales se queden con la mayor parte de los recursos mineros, mediante concesiones, pero entonces se enfrenta a la combinación potencialmente explosiva de un movimiento sindical muy radicalizado y muy fuerte en las zonas de los yacimientos y un movimiento político que pide la nacionalización de los recursos mineros y que cuenta con apoyo pluriclasista ya que, como el grueso de la población no vive en las zonas mineras, son muchísimos los posibles beneficiarios de las transferencias.

Pues bien, aunque esos son los escenarios típicos de esta clase de países (digamos que Rusia, Canadá, Noruega, Irán, Venezuela o Nigeria de un modo u otro encajan en alguna de estas categorías), existe otra posibilidad.

Escenario D: El país en cuestión es Colombia.

Desde hace veinte años Colombia es un país minero. Pero tiene la economía política de un país agrícola. La propiedad de la tierra (sobre todo ganadera y palmera) genera conflictos letales. Pero los partidos políticos no se enfrentan por el manejo de los recursos mineros, nadie discute si estamos sacando el mejor partido posible de su explotación. Al contrario, la tendencia es a mejorar la participación de las multinacionales sin que haya conflicto ni debate. El sindicalismo petrolero es cada vez más débil y el carbonífero prácticamente no existe. El Estado tiene problemas fiscales de largo plazo pero la minería no se toca.

Esto me sugiere una pregunta. En apuntes anteriores he tratado de establecer un alinderamiento de fuerzas entre el gran capital financiero e industiral por un lado (pacifista) y el capital terrateniente por otro (guerrerista). ¿Qué papel ocupan aquí los intereses mineros, sobre todo habida cuenta de la presencia de multinacionales? La respuesta no es fácil. Por una parte, la guerra parece generar zozobra política que a las multinacionales no les conviene. Pero por otro lado, una negociación de paz podría terminar tocando sus intereses. Después de todo, aparte de las regiones de consolidación de la gran propiedad agrícola, las zonas con peores problemas de derechos humanos son a veces las de yacimientos mineros. 

No sé la respuesta. Pero es que me llama la atención que la pregunta rara vez se plantea.

... Y Llegó Santos.

Lo digo con franqueza: los eventos de las últimas semanas me han cogido por sorpresa. El arranque de la Administración Santos ha resultado una caja de sorpresas. Obviamente, como yo esperaba un comienzo desastroso, las sorpresas han sido buenas. Pero aunque optimista en algunos puntos, sé que hay que mantener cautela con Santos.

Comienzo por una sorpresa negativa aunque trivial: yo no había visto a Santos dando un discurso y, la verdad, no me pareció un buen orador. Claro, parte es que la oratoria entre nuestros políticos ha ido desapareciendo (debe ser en parte porque ahora son más economistas que abogados). Aunque no esperaba grandes logros de la retórica en su discurso de posesión, me pareció flojo. Además, no me deslumbró por su inteligencia. Yo estoy seguro de que Santos es uno de los políticos más preparados del país. (Es más, en Colombia casi siempre los presidentes son bastante preparados, que uno esté en desacuerdo es otra cosa.) Pero no me pareció el discurso de alguien particularmente profundo.

Eso no tiene importancia. Para ser buen presidente no se necesita ser un gran intelectual. Incluso puede ser al revés; un buen intelectual puede ser un pésimo presidente. Muy seguramente los aciertos y errores que tenga Santos en su administración no van a ser resultado de fallas en su preparación para el oficio. No muchos llegan a la presidencia tras haber desempeñado tres ministerios de alto perfil.

¿Debo contar como sorpresa positiva lo del "gobierno de unidad nacional"? No. No es particularmente sorprendente. Para Santos era facilísimo hacer dicho gobierno. Primero, ganó con el 70% de los votos. Ahí no más ya tenía una coalición grandísima. Para completar, su principal opositor resultó que no tenía nada nuevo que aportar al debate así que hizo mutis por el foro. (Sí, me refiero a Antanas.) De modo que solo faltaba invitar al Partido Liberal y al Polo Democrático. Era de esperarse que algunos miembros del Partido Liberal se fueran con él. De modo que prácticamente se puede decir que su "gobierno de unidad nacional" le cayó en el regazo sin que él tuviera que hacer mayor esfuerzo. En este momento el único partido de oposición serio es el Polo Democrático (tema en el que he venido insistiendo hace rato). Obvio, la precariedad del Polo en estos días es preocupante, pero eso será tema para después.

El ex-presidente electo de Brasil Tancredo Neves (que no llegó a la presidencia) decía en alguna ocasión que "en política no tengo ningún amigo con el que no pueda llegar a enfrentarme, ni ningún enemigo con el que no pueda llegar a reconciliarme." Ese parece ser el principio rector de Santos. Por eso, y esta sí es sorpresa para mí, sus gestos con Venezuela. Si alguien había sido el patrocinador de los odios del gobierno colombiano hacia Venezuela había sido Santos, íntimo amigo de Carmona. Pero ahora en la presidencia no tiene ningún problema en darse un giro de 180 grados y jalarle de inmediato al diálogo. (Veremos que pasa, pero la señal es bastante notable.)

Vean la siguiente lista de actos y díganme si no tiene uno la tentación de creer que ganó la oposición:


  1. Posible (muy posible) retiro del proyecto que otorgaba al Presidente la facultad de elegir al Fiscal.
  2. Restablecimiento de todos los ministerios que Alvaro I abolió.
  3. Entrega de los computadores de Raúl Reyes al Presidente Correa, después de dos años de caramelear.
  4. Cumbre con Chávez.
  5. Cumbre con las Cortes.
  6. Nombramiento en ministerios de críticos del gobierno anterior.
  7. Expresión de voluntad para discutir una Ley de Tierras adecuada.
  8. Propuesta de un nuevo Estatuto de la Oposición.
  9. Expresión de voluntad para dialogar con las FARC.
¡Todo eso en menos de 48 horas! Obviamente, como se trata de Santos, uno de los personajes más cambiantes de la política colombiana, uno no puede estar seguro de nada hasta no ver los resultados. Pero yo creo que de pronto sí se van a ver algunas cosas.

La razón de mi optimismo no tiene que ver con Santos sino con las circunstancias. El modelo militarista de Uribe ya entró en su fase de "rendimientos marginales decrecientes." La relación costo-beneficio de la guerra va aumentando y, para acabar de completar, Santos está menos ligado que Uribe a los sectores agrarios más recalcitrantes y en cambio está muy cercano al gran capital bogotano que ha sido desde hace rato más propenso a la paz. 

En ese contexto, las actuaciones de Santos tienen sentido. Pero igualmente, así podemos también ver las limitaciones. Claramente, Santos no va a hacer un gobierno de izquierda, ni siquiera de centro-izquierda. Pero de pronto va a terminar abriendo espacios que la izquierda puede aprovechar... si no se divide en 47 partidos, por supuesto.

De "San Alvaro" a "Alvaro-San."

Cuentan los periódicos que el ahora ex-presidente Uribe quiere atestiguar contra Chávez en la CPI. Pero según los últimos acontecimientos entre Bogotá y Caracas, es probable que Uribe termine pareciéndose a este soldado japonés.

¡Y Se Fué Uribe! (2)

En la primera parte de esta serie me dediqué a especular a la ligera sobre las manifestaciones del culto a la personalidad, a mi juicio uno de los aspectos más inusuales de la Administración que terminó. Pero queda la pregunta más relevante: ¿por qué se creó dicho culto?

Mi teoría es que el uribismo, al igual que otros movimientos políticos que han acudido a la glorificación del líder, es una coalición heterogénea en la que todos sus miembros sienten que en ausencia de su cabeza lo que vendría sería una guerra interna que los desalojaría del poder. Al enfatizar las virtudes del líder la coalición se ahorra los conflictos internos.

El uribismo resultó de una serie de anomalías que cambiaron el equilibrio de poder entre distintas facciones y, propongo como conjetura, dichas anomalías están ya desapareciendo por lo que estamos entrando en una fase más "normal." La primera anomalía fue que, durante la segunda mitad de los 90s, las FARC trataron de tomarse la iniciativa militar del conflicto. Esto nunca me lo he podido explicar. Probablemente las FARC subestimaron la estabilidad del régimen político y sobreestimaron el papel de las divisiones entre la clase dirigente durante la Administración Samper. El hecho es que se llegó a una situación muy extraña en la que una guerrilla que no está ni cerca de tomarse el poder trata de pasar a la iniciativa. Lo normal es que una guerrilla lance una ofensiva de ese estilo cuando ya cree que puede desencadenar un alzamiento político que potencie sus victorias militares. Nada de eso estaba ocurriendo, ni ocurrió, en Colombia. Por lo tanto, era de esperarse que en algún momento el Estado fuera capaz de recuperar la iniciativa. Eso fue lo que ocurrió durante la Administración Uribe aunque ya se venía preparando desde la Administración Pastrana.

La segunda anomalía fue que, por primera vez en la historia económica del siglo, la economía colombiana dejó de crecer durante un quinquenio. El periodo 1998-2003 es tal vez uno de los peores que haya conocido la economía colombiana, con un crecimiento promedio de casi cero (a lo cual hay que restarle el crecimiento de la población para sacar el per capita).

¿Cuál fue el efecto político de estas dos anomalías? La primera le dio particlar relevancia política a los sectores "punta de lanza" de la contrainsurgencia: la coalición entre terratenientes, narcos y paramilitares. La segunda puso de relieve que, en el nuevo contexto de apertura económica, las fluctuaciones de la economía colombiana son mucho más pronunciadas que lo que eran antes y que, por lo tanto, la economía depende mucho más que antes del influjo de capitales internacionales y/o de recuperar el desempeño del sector transable de la economía que se afectó bastante con la apertura.

A la luz de estas anomalías se puede entender la coalición del uribismo: terratenientes locales, empresas multinacionales, empresarios que tuvieran activos listos para la venta en el exterior (bancos, cervecerías, telecomunicaciones), "neo-empresarios" que pudieran entrar a exportar (palmeros), militares y el gobierno norteamericano. Los miembros de esa coalición no son nuevos. Al contrario, puede decirse que son "los de siempre." Pero hacia finales de los 90 cambió su correlación de fuerzas. Los terratenientes locales, tanto ganaderos como palmeros, habían ocupado un papel subordinado. Con el deterioro del orden público en el campo queda claro que no se les puede seguir tratando como socios minoritarios de la coalición de poder. Además, quedó claro durante el proceso de paz del Caguán que ellos tenían capacidad de sabotaje. (Esto no se habla en voz alta pero hay que decirlo. He oído de buena fuente que muchos enemigos de los diálogos le estuvieron pidiendo a Carlos Castaño que bombardeara al Caguán.)

Durante los 90s el gran capital colombiano se había vuelto pacifista. Los "cacaos" apoyaron los diálogos con la guerrilla tanto en tiempos de Samper como los de Pastrana. (Antes de que me salten, durante la Administración Samper hubo intentos de aproximación.) Al fin y al cabo, la guerra en Colombia es ante todo un problema agrario, y los "cacaos" no tienen tierras.  Con las nuevas realidades políticas, al adquirir más influencia las élites agrarias locales, el centro de gravedad de la coalición se desplazó hacia el guerrerismo.

Pero este cambio del centro de gravedad no cambia el hecho de que hay intereses divergentes dentro de esa coalición. La guerra es costosa y sus beneficios son distintos para cada sector. Para los acaparadores de tierras la guerra es un asunto vital, para los "cacaos" no ya que es muy probable que una solución política al conflicto les permitiría mantener intactos sus intereses. De ahí que para la coalición era importantísimo mantener la imagen de armonía en torno a la figura de Uribe.

El guerrerismo de Uribe supuestamente permitía conciliar todos los intereses: mejora de la situación de orden público en el campo, consolidación del despojo de tierras (Ley de Justicia y Paz), "confianza inversionista" y hasta un poco de gasto social. Obviamente, si se abrieran a debate los costos y beneficios de la guerra quedarían en evidencia los conflictos entre los miembros de la coalición.

Por eso respecto a esa clase de temas, la consigna era, como decía Cervantes, "mejor es no meneallo." Por eso, se insistió tanto en la necesidad de un tercer período para no tener que afrontar estos problemas. Pero se atravesó la Corte Constitucional y tocó entrar a una transición que no estaba en el libreto.

Sunday, August 8, 2010

¡Y Se Fue Uribe! (1)

Hasta que se acabó la Administración Uribe. Desde hace rato se ve en los medios una obsesión con el "juicio de la historia" incluido, claro está, el slogan sobre "el mejor presidente de los últimos 200 años." Se supone que debemos tomar en serio un slogan propagado en vallas publicitarias por contratistas del gobierno y repetido por gente que no sería capaz de decir si Manuel Murillo Toro gobernó antes o después de Rafael Nuñez.

No me interesa perder tiempo en decidir si Uribe fue mejor presidente que Alfonso López Pumarejo (obviamente yo creo que no) o si trabajó más duro que Manuel Antonio Sanclemente (seguramente sí). En cambio sí me interesa el fenómeno mismo de ese incipiente culto a la personalidad que se ha formado a su alrededor. Yo siempre creí que Colombia era inmune a esa clase de cosas. De hecho, hace mucho existía (¿o existe todavía?, no estoy seguro) una prohibición legal a poner el nombre de personas vivas a monumentos y obras públicas. Los colombianos siempre habíamos sido escépticos, burlones e irreverentes con nuestros gobernantes.

Por eso mismo, siempre me ha producido una fascinación distante el fenómeno del culto a la personalidad. Como nunca he vivido en sociedades donde se practique extensivamente, me intriga cantidades cuando veo el culto a gente como Kim Il Sung, Hafez el Assad, Nicolae Ceaucescu, etc. Colombia en estos días ofrece una muestra en pequeño de cómo puede comenzar ese proceso. Obviamente, Uribe nunca ocupará el lugar de ninguno de estos personajes, pero la dinámica que se ha formado a su alrededor es interesante.

Yo ya había llegado a una conjetura y los eventos en Colombia me lo confirman: por más que cuando ya estén consolidados esta clase de cultos proyecten una imagen de homogeneidad a prueba de bala, en su etapa formativa son más bien resultado de un juego político dentro de una coalición bastante heterogénea que necesita del líder para mantenerse. No sé si los casos de los líderes que he mencionado encajan en esta tesis, pero el de Colombia creo que sí.

La ceremonia de posesión presidencial de ayer nos ofrece una pequeña rendija para apreciar este fenómeno. Los dos discursos centrales (el del Presidente del Senado, Benedetti y el del Presidente Santos) resultaron curiosamente esquizofrénicos: una parte dedicada a criticar el actual estado de cosas y otra parte dedicada a alabar desenfrenadamente al responsable. Ambos se referían a los inocultables problemas que dejó la Administración Uribe, pero acto seguido pasaban a hablar de Uribe como un "fenómeno político sin paralelos en el mundo" (cito casi de memoria a Benedetti). Las cámaras no nos mostraron la reacción de Lula (que lleva ocho años de presidente con porcentajes de aprobación superiores a los de Uribe) o la del embajador gringo, paisano de Franklin Delano Roosevelt (ese sí, el mayor estadista del siglo XX, como ya lo he dicho) que barrió en cuatro elecciones consecutivas, mientras enfrentaba la Gran Depresión y ganaba la Segunda Guerra Mundial.

El culto a Uribe es una pieza funcional de la coalición de gobierno. En condiciones normales es muy poco probable que la opinión pública hubiera apoyado a Uribe en muchas de sus políticas de la manera que lo hizo. Era necesario mantener la imagen de una "amenaza existencial" para el país (las FARC) y, por contraposición, la imagen de un "líder excepcional" dispuesto a enfrentarla (Uribe). La verdad, obviamente es más prosaica. Primero, las FARC nunca han sido una "amenaza existencial"; han sido, claro está, un factor perturbador pero nunca han representado un peligro para los pilares del sistema económico y político del país. Segundo, dadas las circunstancias en las que Uribe llegó al poder, cualquier otro presidente en su lugar hubiera lanzado una ofensiva militar importante contra las FARC. El presupuesto de defensa ya venía creciendo desde antes, todos los candidatos presidenciales del 2002 (con la posible excepción de Lucho Garzón) insistían en la necesidad de aumentar el gasto militar.

Las inconsistencias resultantes son visibles. Probablemente las FARC atraviesan hoy en día la etapa de más debilidad política y militar desde los años 70. Sin embargo, hasta sus últimos días en el gobierno, Uribe hablaba como si hubiera un peligro inminente de que las FARC se tomaran el poder. No solo se trata de una falsedad palmaria sino que también, de ser cierta, habría sido evidencia de un pésimo desempeño del gobierno. Después de todo, su función es precisamente evitar el fortalecimiento de la subversión.

Todo esto es, en cierto modo, de esperarse. Un culto a la personalidad no puede ser racional. De hecho, una de las cosas más fascinantes de este fenómeno es como los medios masivos de comunicación se encargan de propagar afirmaciones absurdas, mientras más absurdas mejor. Así, por ejemplo la esposa de Ceaucescu era, supuestamente, una de las biólogas más eminentes de Rumania, Kim Jong Il supuestamente hizo un juego casi perfecto de golf (falló un golpe) porque, obviamente solo su padre Kim Il Sung hubiera podido hacer el juego perfecto.

Si las inconsistencias lógicas son parte del juego, la repetición también juega un papel determinante. El líder tiene que estar en primera página todo el tiempo así sea para cosas insustanciales. En todo país moderno, la jefatura del Estado es una burocracia con muchísimos funcionarios (con visiones encontradas) que opera las veinticuatro horas al día. Pero la propaganda en torno a Uribe repetía constantemente lo del "trabajar, trabajar y trabajar" como si toda la rama ejecutiva dependiera de una persona.

Después sigo.

Thursday, August 5, 2010

Los "Falsos Positivos" y la "Construcción Social" de la Moral

En ciencias sociales, la "construcción social" es uno de los remiendos más famosos. Si uno tiene un argumento que no funciona bien y que le da pereza tratar de arreglarlo, puede decir que el fenómeno en cuestión es una "construcción social." Así nadie va a entender cabalmente el argumento, pero tampoco le van a preguntar más.

Pero resulta que sí hay cosas que son una "construcción social," es decir, conceptos que parecerían ser absolutos pero que en realidad dependen de circunstancias sociales específicas. Las guerras están llenas de eso.

Por allá a comienzos de los 90s, cuando salió libre Pacho Santos (a propósito, ¿qué fue de la vida de él?) se puso de moda decir que el secuestro era el peor crimen que se podía cometer. Por lo menos eso decían algunas propagandas de televisión y mi universo de muestra, muy representativo él, de estudiantes de los Andes.

Aquí debo hacer una pequeña pausa para una anotación autobiográfica. Todos tenemos algunos eventos políticos que en nuestra juventud nos marcan. No digo que nos definen, pero que sí son un hito. Para mí, uno de esos primeros hitos (vendrían otros) fue la masacre de Segovia de 1988. Todavía me acuerdo de las imágenes del periódico con las calles ensangrentadas. (La Mejor Esquina, La Negra y La Rochela son para mí otros nombres decisivos de aquella época.)

Por eso, cuatro años despues, cuando mis alumnos en los Andes me decían que el secuestro era el peor crimen del mundo, yo sentí una brecha emocional con ellos. Yo no entendía por qué para ellos el secuestro era peor que algo como la masacre de Segovia, por qué no les generaba la misma indignación, por qué pedían la pena de muerte para secuestradores pero no para los autores de crímenes como aquellos. (Conste que yo siempre he estado en contra de la pena de muerte.)

Pues bien, la historia se repite. La definición oficial de terrorismo es el uso de la violencia contra civiles con fines políticos, muchas veces de propaganda. Bombas en centros comerciales, clubes sociales, aviones de pasajeros, todo lo cual ha pasado en Colombia, son inequívocamente casos de terrorismo. Un grupo armado, dizque para "enviar un mensaje de fuerza" a la sociedad, decide que la vida de algunos civiles indefensos puede ser usada como herramienta de propaganda. Repugnante.

Entonces, si otro grupo armado para "enviar un mensaje de fuerza," mostrando que le está infligiendo enormes bajas al adversario, decide que va a valerse de la vida de algunos civiles indefensos, solo que se toma el trabajo de llevárselos de Soacha a Ocaña y de ponerles uniforme, eso ¿cómo se llama? No sé. Pónganle el nombre que quieran. Pero no le digan terrorismo.

¿Tenemos Los Socialistas Alguna Virgen Para Pedirle Que No Deje Dividir Al Polo Democrático?


Si la conocen, díganme y cuéntenme cuántas velas hay que ponerle.

De Cómo y Por Qué es Imposible "Negociar de Buena Fe"

Vuelve y juega. Ahora que Alfonso Cano salió a proponerle a la Administración Santos que se inicien conversaciones, sale el viejo tema de que con las FARC no se puede negociar porque ellas no "negocian de buena fe." (Acabo de tener una larga discusión sobre el tema con un viejo amigo.)

Eso es una pamplina. Ninguna negociación política es de buena fe. Cuando dos grupos en un conflicto armado se sientan a negociar, lo normal es que al comienzo de las negociaciones exista muchísima "mala fe" de ambos lados. Es inevitable. Si Ud. va a comprar un apartamento, Ud. no llega a donde el vendedor diciéndole que lo acaban de echar del sitio donde estaba y que no ha visto ningún otro apartamento y que, como resultado, pase lo que pase en la negociación, Ud. va a terminar comprándolo. Estúpido sería hacerlo. Lo lógico es ir a una negociación mandando la señal de que Ud. en cualquier momento se puede parar de la mesa.

Del mismo modo, en todo conflicto armado (doméstico o internacional) las dos partes llegan a la mesa enviando señales de que hasta que no se logren términos aceptables no van a desistir del conflicto. Lo contrario no es negociar, es rendirse.

Algo me dice que hay cierta posibilidad de que la Administración Santos más temprano que tarde considere una negociación con las FARC. (No me hagan caso, mis pronósticos siempre salen mal.) Si eso es así, vamos a ver el libreto conocido: se inician las conversaciones, las FARC van a mostrarse agresivas, probablemente van a lanzar algún ataque militar, precisamente para dejar claro que no se están rindiendo, y entonces vamos a tener el mismo coro de los opositores del diálogo diciendo que hay que acabarlos anteayer.

A mi modo de ver, lo lógico, lo sensato, sería entender que ambas partes van a estar hostilizándose durante el mismo diálogo (a veces más para atacar a los del propio bando que los de la contraparte) y que lo que hay que hacer es buscar que el diálogo produzca resultados tangibles pronto. En vez de agendas de más de cien puntos (como en los diálogos del Caguán), yo preferiría agendas cortas, relativamente fáciles de ejecutar. Esa es, creo yo, la verdadera forma de generar endógenamente la buena fe. Esperar que haya la tan cacareada buena fe desde el comienzo es, o ser demasiado ingenuo o simplemente no querer negociar, pero sin decirlo.

Gracias, Queridos Lectores

Encuentro dos comentarios en el blog que me invitan a clarificar mis ideas. ¡Qué bien! Ese es uno de los objetivos centrales de este blog.

1. Omar Darío menciona que Petro hace unos días expresó que el tercer canal debería ser para la oposición. Debo dejar constancia que cuando escribí mi comentario sobre el tercer canal, no había salido (o por lo menos yo no había visto) el pronunciamiento de Petro. En todo caso, lo que yo estaba diciendo trata de ir un poco más lejos: simple y llanamente no entiendo por qué se abandonó en Colombia el modelo que teníamos antes de canales públicos licitados. Cuando yo era chiquito, había cantidades de noticieros, con variedad de líneas políticas (no tanta como se debería, pero algo es algo). Nunca he entendido por qué súbitamente decidimos que era buena idea volver los canales de televisión negocios gigantescos para un par (ahora un trío) de empresas privadas en vez de un negocio para toda una gama de programadoras. Tal vez haya una razón técnica obvia, pero no la encuentro. Ahora, aún si aceptamos que había alguna razón para entregarle los dos canales a Caracol y a RCN, no entiendo por qué por lo menos el tercer canal no se licita entre varias programadoras.

Repito: es bien probable que lo que yo esté diciendo es una tontería. Al fin y al cabo, sobre asuntos técnicos de televisión me cuesta trabajo manejar un control remoto de los de ahora. Si alguien me puede sacar de mi ignorancia, se lo agradeceré. Pero entre tanto, me parece que estamos simplemente aceptando como dogma algo que no tenía por qué serlo.

2. Andrés Velasco, comentando acerca de la presencia de las FARC en Venezuela, señala que el tráfico de drogas le permite a las FARC corromper oficiales del Ejército venezolano. Buen punto. Yo no le había dado el peso que merece. Si es cierto, y no me sorprendería que lo fuera, entonces esto tal vez quiera decir que el problema es aún más mundano y menos dramático de lo que lo ponen los maximalistas colombianos. El tema de la presencia de las FARC en Venezuela tendría mucho que ver con la simple y llana corrupción y no tanto con planes siniestros de intervención de Venezuela en Colombia. Razón de más para no armar tanto escándalo como lo quiso la Administración Uribe.

Tuesday, August 3, 2010

Informalidad y Parafiscales: Confesiones de un Monomaníaco

Veo que en estos días uno de los temas más importantes de la economía colombiana es el del desempleo y la informalidad. Con razón: ambos están en niveles altísimos que impiden que el modesto crecimiento que hay llegue a más gente.

Siempre que surge el tema, se plantea la opción de reformar los parafiscales (las contribuciones de los empleadores a la seguridad social, entre otras). Independientemente de que sea una buena idea (todavía no me he formado una opinión), todo el mundo está de acuerdo en que es muy difícil lograr un consenso político al respecto.

Pues bien, ya se imaginan lo que yo voy a decir, ¿no es cierto? Aquí va: tal vez sería más fácil lograr dicho consenso si se acompañara con un paquete de renta básica. La renta básica actúa simultáneamente como sistema de cesantías, seguro de desempleo, plan de pensiones y muchas otras cosas que buscan cubrir los parafiscales y tiene la fabulosa propiedad de que no genera desincentivos en el margen para contratar o para buscar trabajo. Entonces, me da la impresión de que aquí habría una buena oportunidad para que socialistas y neoliberales se pusieran de acuerdo en un paquete de reformas laborales ambicioso.

Por supuesto, nada de esto va a pasar...

El Peor Partido del Mundo (4)

Como he dicho varias veces, si me dedicara a documentar todas las barbaridades del Partido Republicano, me tocaría dedicarle el blog completo al tema. En estos días ha habido varias pero hoy me voy a dedicar a una que no es nada notoria pero sí es muy interesante y diciente. Resulta que a la derecha republicana de Estados Unidos le parece un escándalo que los jueces de la República consulten leyes de otros países en busca de ideas para sus fallos. Eso ya se había visto hace unos años cuando Anthony Kennedy, magistrado de la Corte Suprema, enfureció a su colega Scalia (bueno, eso es muy fácil) por el simple hecho de decir que las ejecuciones de retardados mentales serían consideradas excesivas en otras democracias desarrolladas.

Una muestra más del aislacionismo y, como bien lo dice el New York Times, xenofobia de la derecha republicana. Son tendencias que siempre han estado latentes en el conservatismo gringo pero que últimamente se han acentuado. Lean este editorial del New York Times para que vean cómo esto ha llegado incluso al mismo Senado de los Estados Unidos.

¡Ah! y otra vez, para que no se les olvide: en algún momento en los próximos años, este partido va a volver a gobernar la mayor potencia mundial.

Sunday, August 1, 2010

¿Soy el Unico al Que le Extraña que el Tercer Canal se lo Vayan a Entregar a Un Gigante Privado en Vez de Repartirlo entre Varias Programadoras?

Aparentemente sí. Algo raro me pasa.

¿Son las Revoluciones Todavía un Tema Interesante? (1)

Debo confesar que el silencio de la semana pasada fue, en parte, fruto de un "bloqueo de escritor." No pensé que me pasara con el blog pero pasó. Debe ser que empiezo a sentirme cada vez más responsable para con mis lectores y entonces me da pena escribir bobadas. Pero eso no quiere decir que no haya estado pensando en nada para escribir. Al contrario, he estado pensando mucho. Lo que pasa es que el tema que me ha ocupado es uno en el que no logro sacar nada en limpio. Creo que pasará mucho tiempo (años tal vez) antes de que logre organizar mis ideas. Pero ahora me doy cuenta, al fin y al cabo, para eso es este blog: para consignar impresiones preliminares e invitar a la gente a que me ayude a refinarlas. Así que aquí va: mi tema de los últimos días han sido las revoluciones.

Para leer el resto, continuar después del pliegue.