El informe de Nuevo Arco Iris merece varios comentarios. Primero, hay datos sorprendentes. En lo que va corrido del 2009, las FARC han acometido 1429 acciones militares (!). Obviamente, el numero de acciones puede sen engañoso ya que no nos informa acerca de la magnitud de las mismas. Pero cualquier insurgencia del mundo que pudiera lanzar casi 5 acciones por día se consideraría bastante activa.
Más asombroso que el número de acciones es su comparación con los promedios históricos. Según el gráfico, este número está bastante cerca (y un poco por arriba) del número de acciones promedio desde 1997. Es decir, tras ocho años de "seguridad democrática" estamos igual que en los 90s. Si uno quita de la serie de datos el año 2002, el año de la "contratoma del Caguán," es casi imposible distinguir los años de Uribe de los anteriores.
Como ya dije, esto es un poco engañoso. Al fin y al cabo los ataques de las FARC en El Billar y Patascoy fueron algunos de los ataques más exitosos de cualquier guerrilla en la historia de Colombia (incluídas las guerrillas de los 50s). Es poco probable que las FARC lancen un ataque similar en este momento. En ese sentido puede resultar exagerado decir que estamos como en 1997.
Pero 1992 sí que me suena. Basándome en pura evidencia impresionista (es decir lo que yo me alcanzo a acordar de aquella época) me da la impresión de que la capacidad de perturbación de las FARC hoy en día es similar a la de comienzos de los 90 y en esa época todos estaban de acuerdo en que las FARC eran un factor perturbador serio.
Todo esto nos sirve para poner en perspectiva la "seguridad democrática." Esta ha producido, no hay para qué negarlo, un importante repliegue de las FARC. Pero este repliegue se produce partiendo de un nivel anómalo que era, en últimas, insostenible. Las FARC, en una decisión bastante inusual para cualquier guerrilla del mundo, trataron de tomarse la iniciativa militar en un momento en el que no estaban en condiciones de ganar la guerra.
Dado eso, era de esperarse que el gobierno, cualquier gobierno, reaccionara y forzara a las FARC a retroceder. De hecho, cuando se escriba la historia de la guerra con las FARC, el punto de quiebre va a ser la Batalla de Mitú de 1999, recién iniciada la Administración Pastrana. Esa fue la primera vez que las FARC trataron de mantener control militar sobre una capital departamental y fracasaron, perdiendo centenares de combatientes. De haber tenido éxito las FARC allí, hubiera cambiado totalmente la dinámica de la guerra. El gobierno Uribe, con todo y su retórica, nunca ha podido asestarle un golpe similar a las FARC. Esto no lo digo para elogiar a la Administración Pastrana (que no me gustó por muchísimas razones) sino para mostrar que buena parte de los éxitos del gobierno contra las FARC obedecen a procesos político-militares más que van más allá de Uribe y su gobierno.
Un paréntesis importante: una cosa que no deja de asombrarme es la capacidad del gobierno Uribe para reescribir la historia reciente. Encuentra uno en Colombia gente que ya eran adultos en los 90s y que están convencidos de que antes de Uribe las FARC estaban a punto de tomarse el poder. Nada más descabellado. Sin duda, para finales de los 90s las FARC tenían una gran capacidad de perturbación pero no estaban ni cerca de poder controlar ningún núcleo poblacional importante.
Resumiendo, el logro de la "seguridad democrática" consiste en: 1. inflar ante la opinión una amenaza seria pero controlable hasta darle el status de amenaza existencial para el país, con base en esto, 2. generar el clima para inyectar más recursos para la guerra de modo que 3. la insurgencia vuelva a lo que históricamente había sido, es decir, un factor de perturbación constante pero relativamente periférico.
Pero en economía a uno le enseñan que los logros se deben medir comparados con el costo. Es ahí cuando uno se pregunta si valió la pena el enorme gasto militar, la erosión de las instituciones y del equilibrio entre poderes, la legitimación del poder local de los "señores de la guerra" (paras y "neo-paras"), todo esto para conjurar una amenaza insurgente que hubiera podido combatirse de otra manera incluyendo justamente lo que este gobierno nunca ha querido contemplar: un componente de negociación política.
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