Si un grupo de personas ataca intereses vitales de Estados Unidos y, como resultado, el gobierno americano lo clasifica como un grupo terrorista, nadie revira. No hay ningún país del mundo que se atreva a considerar a Al Qaeda como un grupo de "luchadores por la libertad." Pero eso era de esperarse. En sus discursos Bush decidió maquillar el asunto diciendo que ahora todo grupo irregular que atacara cualquier gobierno legítimo sería unánimemente considerado como terrorista y combatido como tal. Pocos nos creímos ese cuento. Era claro que ese principio fundamental de la "guerra contra el terrorismo" nunca se iba a aplicar al pie de la letra.
Pero, sorpresivamente, el gobierno Uribe se lo creyó. Entonces, cada que surgen señales de que en otros países algunos sectores, e incluso sus respectivos gobiernos, tienen una actitud indulgente hacia las FARC, el gobierno colombiano cree que puede invocar la "doctrina Bush" y lograr que a dichos gobiernos los condenen internacionalmente como cómplices del terrorismo. La verdad, gústenos o no, es que esa es una prerrogativa de Estados Unidos y, si acaso, de un selecto grupo de países al cual los países del Tercer Mundo no pertenecen.
En estos días estamos otra vez repitiendo la misma película. El Ministro Silva sale ahora a decir que un país que reconozca a las FARC como beligerantes es inmediatamente cómplice de ellas. No entiendo por qué Uribe, que le encanta regañar a sus funcionarios, no les dice de una vez y por todas que los pronunciamientos en materia de relaciones internacionales son competencia exclusiva del Presidente y el Canciller.
La situación que se está configurando entre Colombia, Venezuela y las FARC es, sin duda, delicada. Pero no es algo único en el mundo y sin precedentes. Es normal que un gobierno NO declare enemigo a un grupo insurgente que ataca a otro gobierno "amigo." Muchos gobiernos europeos reconocieron al FMLN como grupo beligerante durante la guerra civil salvadoreña. La Venezuela de Carlos Andrés Pérez, si mal no estoy, apoyaba públicamente al FSLN en su lucha contra Somoza. Ni El Salvador bombardó a Bonn y a Estocolmo, ni Nicaragua le declaró la guerra a Venezuela. La verdad, así nos duela, es que si uno no es una superpotencia mundial, tiene que aguantarse esa clase de cosas. Ni El Salvador ni Nicaragua estaban en condiciones de imponerle al resto del mundo su propia guerra interna.
Incluso a países poderosos les pasa. A la China no le agrada en lo más mínimo el trato deferencial que recibe el Dalai Lama en el resto del mundo. Pero se lo tiene que aguantar y no le declara hostilidad a los países que lo reciben. Incluso en Colombia recibimos y homenajeamos dirigentes políticos que en otros países son considerados delincuentes políticos. A Colombia va Carlos Alberto Montaner y el gobierno cubano entiende que sería un despropósito protestar. Pedro Carmona se paseaba por los salones más exclusivos de Bogotá con todo y que participó en un golpe de Estado contra Chávez.
Es obvio que esa clase de situaciones afectan las relaciones entre países. Pero para eso los países tienen gente especializada en diplomacia y relaciones internacionales que se encargan de evitar que las cosas se salgan de control. No me cabe duda de que en la Cancillería colombiana debe haber gente que entiende estas cosas. Pero primero hay que explicarle al Ministro Silva que él no es el Secretario de Defensa de los Estados Unidos.
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