- El 58% de las exportaciones vienen de recursos mineros en zonas apartadas y que constituyen un porcentaje muy pequeño de la generación de empleo.
- La exportación agrícola más grande genera el 4.5% de las divisas.
Uno se imaginaría, basado en la historia de países ricos en recursos mineros que el sistema político de ese país estaría caracterizado por alguna de las siguientes tendencias:
Escenario A: El Estado ha logrado elevar al máximo posible su participación de los recursos mineros, probablemente mediante medidas agresivas de nacionalización y utiliza estos recursos para obras a veces faraónicas de infraestructura, muchas de ellas con enormes sobrecostos por corrupción. Cobra pocos impuestos a los ciudadanos, con lo cual mantiene cierta paz política pero también, como no depende de la sociedad civil para financiarse, se da el lujo de saltarse a la torera los órganos de representación. ("No taxation, therefore no representation.")
Escenario B: Similar al anterior solo que el Estado financia un generoso sistema de protección social y hasta de pronto se ha dado el lujo de comprar la tierra para redistribuirla eliminando los problemas de las luchas agrarias. Si además tuvo la suerte de consolidar un sistema democrático antes de la bonanza, más bien ha logrado fortalecerlo y el centro de gravedad del sistema político está marcadamente hacia la izquierda.
Escenario C: El Estado enfrenta perennes dificultades financieras a la vez que permite que las multinacionales se queden con la mayor parte de los recursos mineros, mediante concesiones, pero entonces se enfrenta a la combinación potencialmente explosiva de un movimiento sindical muy radicalizado y muy fuerte en las zonas de los yacimientos y un movimiento político que pide la nacionalización de los recursos mineros y que cuenta con apoyo pluriclasista ya que, como el grueso de la población no vive en las zonas mineras, son muchísimos los posibles beneficiarios de las transferencias.
Pues bien, aunque esos son los escenarios típicos de esta clase de países (digamos que Rusia, Canadá, Noruega, Irán, Venezuela o Nigeria de un modo u otro encajan en alguna de estas categorías), existe otra posibilidad.
Escenario D: El país en cuestión es Colombia.
Desde hace veinte años Colombia es un país minero. Pero tiene la economía política de un país agrícola. La propiedad de la tierra (sobre todo ganadera y palmera) genera conflictos letales. Pero los partidos políticos no se enfrentan por el manejo de los recursos mineros, nadie discute si estamos sacando el mejor partido posible de su explotación. Al contrario, la tendencia es a mejorar la participación de las multinacionales sin que haya conflicto ni debate. El sindicalismo petrolero es cada vez más débil y el carbonífero prácticamente no existe. El Estado tiene problemas fiscales de largo plazo pero la minería no se toca.
Esto me sugiere una pregunta. En apuntes anteriores he tratado de establecer un alinderamiento de fuerzas entre el gran capital financiero e industiral por un lado (pacifista) y el capital terrateniente por otro (guerrerista). ¿Qué papel ocupan aquí los intereses mineros, sobre todo habida cuenta de la presencia de multinacionales? La respuesta no es fácil. Por una parte, la guerra parece generar zozobra política que a las multinacionales no les conviene. Pero por otro lado, una negociación de paz podría terminar tocando sus intereses. Después de todo, aparte de las regiones de consolidación de la gran propiedad agrícola, las zonas con peores problemas de derechos humanos son a veces las de yacimientos mineros.
No sé la respuesta. Pero es que me llama la atención que la pregunta rara vez se plantea.
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