Si quieren no me crean, pero la verdad es que cuando escribí mis anotaciones sobre "Negociación: Menos Metafísica y Más Pragmatismo" estuve pensando en organizarlas en torno a la misma idea que propone Juan en su comentario. De hecho el comentario de Juan, con el que estoy de acuerdo en muchas cosas, se relaciona con un tema que hace rato me viene dando vueltas en la cabeza y que estoy seguro de que tiene profundas implicaciones en ciencias sociales pero todavía no he podido asir: la diferencia entre la tercera y la primera persona en fenómenos sociales.
Como el asunto es tan complejo, por ahora me limitaré a dar un ejemplo ceñido al tema de discusión. Si yo asumo la perspectiva de una tercera persona para analizar, digamos, todos los procesos de paz en el mundo en los últimos cincuenta años, puedo llegar a establecer una serie de regularidades e incluso puedo llegar a sacar conclusiones probabilísticas del tipo "cuando pasa x la probabilidad de éxito de una negociación aumenta en y." Pero sería erróneo volver esta conclusión desde la perspectiva de una tercera persona en una norma para actuar en primera persona diciendo "yo no puedo negociar hasta que no se dé la condición x." Al fin y al cabo, mi análisis en tercera persona no genera una ley de la naturaleza. Nada me impide a mí tratar de negociar si no se cumple x.
Otro ejemplo: supongamos que logramos establecer una serie de regularidades que aumentan la propensión entre hombres de 18 a 25 años a incurrir en cierta conducta criminal. (Por decir algo, supongamos que estadísticamente probamos que quienes crecieron sin padre son un 20% más propensos a cometer un robo.) Si presenciamos una serie de robos, algunos de ellos cometidos por jóvenes entre 18 y 25 años que crecieron sin padre, sería legítimo, desde la perspectiva del científico social, decir que esta circunstancia contribuye en parte a explicar los robos. Incluso, aunque esto sería mucho más controversial, desde la perspectiva del juez sería también legítimo considerar que el haber crecido en un hogar sin padre sea un atenuante a la hora de emitir una condena en un caso particular. Pero desde la perspectiva en primera persona yo no puedo decir que si yo crecí sin padre esto es la causa por la cual yo cometí determinado robo.
Volviendo al caso de la "escuela metafísica" de columnistas colombianos estilo Andrés Hoyos (hay muchos más, por cierto), me parece que están jugando, tal vez sin saberlo, con el paso de una perspectiva a otra. Al fin y al cabo, se trata de la opinión de ciudadanos colombianos sobre la posible negociación en Colombia (lo cual le confiere cierto aire de "primera persona" a su argumentación), una negociación que no ha empezado y no un evento ocurrido en el pasado que haya que explicar.
Desde la perspectiva en primera persona, yo no veo por qué sea necesario esperar a que se den una serie de condiciones externas para empezar a negociar. Se negocia, se busca el acuerdo y si lo hay, se firma y si no, no.
Por eso mismo me parece un absurdo la posición de Alfredo Rangel ayer en El Espectador (edición impresa, no encuentro el vínculo) en la que dice que la negociación tiene que limitarse a un acuerdo de desmovilización. Otra vez la metafísica o, peor aún, la ideología disfrazada de metafísica. Si se va a negociar con las FARC, la agenda de la negociación tiene que salir del proceso mismo. Yo preferiría una agenda corta (digamos, cinco puntos, no más de quince) a una agenda larga (digamos, cien puntos). Pero eso es un principio puramente procedimental. Si sobre la marcha se ve que es posible negociar una agenda de más de quince puntos, enhorabuena. En cambio no tiene sentido empezar un proceso de negociación diciendo que sólo se discute la desmovilización. Eso no es una negociación, eso es una oferta de rendición.
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