Monday, October 4, 2010

... ¿Y Si Hubiera Algo Fundamentalmente Erróneo en Nuestras Doctrinas Liberales?

Está bien, espero que el título los haya invitado a leer más pero es un poco engañoso. No. No estoy seguro de que el liberalismo esté fundamentalmente equivocado. Puede que sí, puede que no. Todavía estoy pensándolo. Pero sí debo decir que de un tiempo para acá me estoy aburriendo de que al liberalismo se le acepte más por ser "inevitable" que como resultado de, oh ironía, el libre examen. Así que de vez en cuanto me verán escribiendo cosas un poco extrañas en contra de la democracia liberal, los principios de libertad individual, etc. No es porque esté totalmente seguro, sino que bien vale la pena pensar en estas cosas.

El tema de hoy es la libertad de contrato. Resulta que tengo que ser comentarista este Viernes en un seminario y, para no alargar el cuento, se me ocurrió que sería interesante estudiar en detalle una de las premisas fundamentales de las doctrinas liberales: que las transacciones libres, mutuamente benéficas entre dos individuos son moralmente inexpugnables.

Se trata de una idea que está a la base de buena parte de nuestras nociones sobre la economía de mercado. En la tradición socialista siempre se ha visto con algo de desconfianza este principio pero, creo yo, pocos intentos ha habido de formular una objeción analítica clara.

Marx insistió hasta la saciedad en que uno no podía analizar el funcionamiento de una economía de mercado como si fuera simplemente la yuxtaposición de cantidades de transacciones voluntarias, aisladas. De ahí su sorna en contra de las "Robinsonadas" de la economía. Para Marx, toda economía de mercado existía desde siempre en medio de una estructura de poder. Pero Marx, por razones muy complejas y no del todo inteligibles, se rehusó siempre a presentar una "teoría de la justicia" y, en parte por eso, nunca quiso utilizar este atisbo con fines de crítica normativa.

Pero es fácil intentarlo. Veamos. Si miramos el asunto de cerca, vemos que es difícil discernir cuando una transacción entre dos partes es puramente voluntaria. Hay casos en los que, así se cumplan las condiciones formales de una transacción voluntaria, el más ferviente libertario entendería que se ha violado un principio fundamental. Por ejemplo, un ejemplo que debería ser familiar a todo colombiano, si yo envío unos matones para intimidar a alguien, amenazándolo con matarlo si no sale en 48 horas, y luego voy y le compro su tierra, nadie consideraría esa transacción mutuamente libre.

Hasta ahí todo muy bien. Pero ahora alejémonos un poco de ese caso. Supongamos que yo no tengo nada que ver con los matones del cuento, pero simplemente sé que en determinada zona hay matones merodeando y decido aprovechar la situación para comprar tierra barata. Sucede en muchas partes del mundo. Alguien podría encontrar mi comportamiento moralmente reprochable pero yo podría defenderme diciendo que yo no tengo ninguna responsabilidad en la aparición de las milicias y que, por el contrario, le estoy haciendo un bien al campesino intimidado. De no ser por mi oferta, tendría que salir huyendo de su pueblo sin un centavo. Es gracias a mí que tiene algo, por misérrimo que sea, para instalarse en otro lado.

Creo que mucha gente consideraría este argumento por lo menos un tanto cínico. Habrá diferencias en el grado de cinismo que cada uno vea, eso es natural. Pero dudo que haya mucha gente que considere que mi conducta como especulador de tierras sea tan loable como yo la he presentado.

Obviamente, hay enormes dificultades a la hora de pasar de intuiciones morales cotidianas a argumentos normativos de gran calado. Pero me llama la atención que buena parte de la doctrina liberal sobre las transacciones voluntarias es totalmente indiferente a este tipo de raciocinio.

Al fin de cuentas, tenemos leyes que buscan limitar la libertad de contrato precisamente porque queremos evitar que alguien se aproveche indebidamente de las privaciones de otra persona. En cierto modo, se parte de la base de que, aunque los individuos involucrados en el contrato no son directamente responsables por las circunstancias de su contraparte, esto no les permite aprovecharse de ellas.

Nada de esto es particularmente innovador o brillante. (Al fin y al cabo, estoy en un café y se me está acabando el tiempo de internet.) Pero pensemos por un momento en qué pasaría si extendiéramos este principio a toda transacción de mercado. (Y ¿por qué no hacerlo?) ¿Qué pasaría si invirtiéramos la carga de la prueba y dijéramos que toda transacción de mercado, para ser socialmente aceptable, debe ser inocente de aprovechamiento indebido de privaciones? ¿Qué privaciones deberían contar a la hora de definir los términos de una transacción?

No tengo mucho tiempo, después tal vez ahonde en este problema. Pero piénsenlo y, creo yo, concluirán que buena parte de nuestras presunciones sobre los derechos de propiedad y el liberalismo económico quedarían en entredicho.

1 comment:

  1. Yo estoy de acuerdo en la necesidad de re-evaluar los pilares del liberalismo económico. Desde el fin de la guerra fría la "inevitabilidad" del liberalismo se vuelve insoportable en algunos casos y sirve de argumento para poner a países en desarrollo en una situación muy difícil. Por ejemplo, con el argumento de que las democracias liberales y las economías de mercado marcan "el fin de la historia" estos países se ven casi obligados a firmar múltiples acuerdos comerciales ya que "al fin y al cabo esta es una tendencia global y es mejor seguirla cuanto antes".

    Cuando los países hoy ricos se estaban industrializando y necesitaban erigir barreras proteccionistas el liberalismo no parecía ser "inevitable" luego tal preoteccionismo era políticamente correcto. Pero, si entonces les hubiéramos llegado con el cuento de la inevitabilidad, ¿habrían cambiado su proceder? Lo dudo mucho, incluso hoy, en muchos casos estos argumentos liberales solo se usan hacia afuera, mientras que para adentro se matizan de acuerdo a las conveniencias del caso.

    Pero bueno, me fui al caso internacional pasando por alto las libertades económicas individuales. Así como el Estado por cuestiones morales pone fuertes restricciones al tráfico de drogas, armas, órganos, personas y prostitución, por mencionar solo algunos casos, no veo por qué no deba intervenir en otros temas sensibles donde la libertad económica no necesariamente va de la mano con el mejoramiento de las condiciones sociales.

    La pregunta que me queda después de aceptar la posible necesidad de límites al liberalismo económico es acerca de la línea tenue que separa libertades económicas y las libertades políticas; el discurso dominante hoy no ve con buenos ojos coartar libertades políticas después de los importantes avances históricos que se han dado en esta área. ¿Es posible restringir libertades económicas sin afectar las libertades políticas? ¿Qué tipo de implicaciones sobre estas últimas aparecerían de restringir las primeras? ¿Qué tan indeseable puede resultar esto?

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