Antiguamente, sacrificar animales y tratar de adivinar mensajes ocultos en las entrañas aún palpitantes era una forma respetable de tomar decisiones de política pública (por ejemplo, una guerra). Pués bien, creo que ha llegado la hora de revivir ese método o, para que no protesten los activistas de los derechos de los animales, puede pensarse en otros menos sangrientos como la bola de cristal, el tarot o escoger algún respetable ciudadano ciego y dejarlo que él haga el pronóstico relevante. (En Grecia antigua ese método no estaba oficializado: a Tiresias nadie le paraba bolas.)
El problema es este. Suponga que Ud. es el gobierno griego y tiene que decidir si sigue pagando la deuda o no. Si sigue pagando, asfixia el crecimiento económico del país por una década o más. Si deja de pagar, le queda margen para crecer pero, dicen los expertos, los mercados internacionales NUNCA! MAS! LE! VAN! A! PRESTAR! DINERO! (Para clasificar como experto es importante saber entonar bien los signos de exclamación en esta frase. Si titubea un poco, no es experto.)
Funcionar sin crédito es terrible para cualquiera y un país no es la excepción. Si Grecia se queda sin acceso al mercado de capitales, más valiera que se abriera el Hades bajo su suelo, ¿cierto? Entonces, cualquier cosa, estancamiento de diez años, estallidos sociales, degradación de los servicios públicos, cualquier desgracia es preferible a eso. Por lo tanto, es mejor pagar la deuda, pase lo que pase.
Pero, ¡un momento! ¿De dónde sacamos la idea de que el impago equivale a quedarse para siempre sin acceso a crédito internacional? Pasemos la película más despacio. Suponga ahora que Ud. en vez de ser el gobierno griego en el 2011 es un inversionista cualquiera en el 2016. El gobierno griego decretó impago de su deuda hace cinco años. ¿Le prestaría Ud. dinero a Grecia?
Si respondió "no," felicitaciones, puede pasar su hoja de vida al Banco Central Europeo. En cambio, si dudó un poco antes de contestar, pueden ser dos cosas. O es un simple mortal que no tiene ni idea de lo que pasa en el mundo y por tanto no debería estar opinando sobre nada, o se hizo más preguntas de las debidas.
Por ejemplo, se detuvo a preguntar ¿qué piensa hacer el gobierno griego con mi plata? ¿La piensa invertir en un proyecto productivo altamente rentable? ¿O la piensa dilapidar en aumentarle las pensiones a sus amigos en el sector público? Si es lo primero, ¿cuánto ha crecido Grecia en los últimos cinco años, desde el impago? ¿Cuánto puede crecer si el dichoso proyecto funciona? Si resulta que el crecimiento ha sido rápido y será más rápido todavía, ¿valdrá la pena que yo me quede por fuera del negocio porque hace cinco años hubo un impago? Más precisamente, y aquí la cosa se complica, ¿cuál es la probabilidad de que dentro de diez años, periodo de vigencia del préstamo, este gobierno griego, cualquiera que sea, o el gobierno griego futuro, cualquiera que sea, declare impago de sus deudas dado que el gobierno de Papandreu en el 2011 declaró impago de deudas que había contraído el gobierno de Karamanlis, de otro partido distinto, en el 2007 y que maquilló con ayuda de Goldmann Sachs en el 2008?
Peor aún, supongamos que llega a una respuesta a esa última pregunta, lo relevante para nuestro ejercicio es comparar esa respuesta con la respuesta a otra pregunta: ¿cuál es la probabilidad de que dentro de diez años, este gobierno griego, o cualquier gobierno futuro, declare impago dado que el gobierno de Papandreu NO DECLARO IMPAGO en el 2011 de deudas que había contraído el gobierno de Karamanlis en el 2007, deudas maquilladas con ayuda de Goldmann Sachs en el 2008?
Honestamente, no veo ninguna forma rigurosa de responder ninguna de las dos preguntas. Pero ese es exactamente el ejercicio intelectual que hay que hacer ahora, en el 2011. Es decir, para decidir en el 2011 si pagar o no pagar hay que tener estimativos sobre la percepción de agentes económicos futuros acerca de los posibles actos de gobiernos griegos que aún no existen, basados en actos del gobierno presente, como respuesta a actos de gobiernos pasados que no tienen nada que ver con el actual. Confuso, ¿no es cierto?
Por eso, yo no tengo ni idea si el gobierno griego debe pagar o no. Pero lo que me molesta es que hay legiones enteras de "expertos" que dicen tener la respuesta a esta pregunta, basados en una "teoría" sobre el comportamiento de los mercados internacionales, cuando, si yo estoy en lo cierto, la tal "teoría" no tiene la más mínima base científica. Aún peor, muchos de esos "expertos" trabajan en organizaciones internacionales que dependen de los bancos; sus carreras profesionales futuras también dependen de los bancos. Entonces empieza uno a sospechar de la "teoría."
Pero así como no tengo ninguna razón para creer en los pronósticos sesudos de los expertos, una cosa sí tengo clara: los griegos son buenísimos para preparar cabro asado. De modo que tal vez sea mejor acudir al método antiguo.
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