Aunque en esta columna Santiago Montenegro no se refiere explícitamente a la Constitución, sí es claro que trata de hacer un ajuste de cuentas con todo el proceso de reformas que se inició por aquel entonces, reformas en cuyo diseño él participó y que siempre ha defendido con firmeza. En la columna Montenegro vuelve a adoptar la postura retórica que caracterizó a los reformistas de entonces: la de considerar que sus opositores eran todos ellos unos retrógrados con miedo al futuro y con un apego indebido al modelo económico del pasado. De ahí que termine por decir que en Colombia hasta la izquierda es conservadora.
Comencemos por el final cuando Montenegro trata de explicar el "conservadurismo" de Colombia. Como él es un historiador muy competente, el párrafo en cuestión comienza con atisbos interesantes:
"¿Por qué Colombia es un país tan conservador? Según algunos, por su configuración geográfica, por el hecho de tener su capital y varios centros urbanos lejos de las costas y conectados con pésimos sistemas de transporte, lo que nos aisló de las grandes transformaciones del mundo y obstaculizó la llegada de inmigrantes y de ideas liberales y revolucionarias. Según otros, por la debilidad histórica del Estado, por su carencia de rentas que le hubiesen permitido realizar las reformas liberales, que sí se lograron en otras latitudes. Pero, quizá, el conservadurismo del país se explique mejor por la guerrilla marxista, la cual derechizó al país y eliminó la posibilidad de la consolidación de una izquierda democrática, progresista y cosmopolita."
Lo de la geografía colombiana y la debilidad de su Estado son ideas ya bastante conocidas. No estoy seguro de que Montenegro tenga toda la razón, pero son puntos de debate fructíferos. La última frase, en cambio, no parece escrita por un historiador y economista de la categoría de Montenegro.
Primero, es un poco extraña la yuxtaposición. Los dos primeros factores son de vieja data, parte de la historia de Colombia desde sus orígenes mientras que la guerrilla data de comienzos de los 60. El problema es que Montenegro no nos dice bien cuál es el fenómeno que quiere explicar. Si su objeto de análisis es algún difuso "conservadurismo" de largo plazo, entonces su apelación a la historia del Estado y a la geografía son pertinentes y en cambio lo de la guerrilla sale sobrando por la sencilla razón de que la guerrilla de los 60s no puede ser la causa del conservadurismo de Laureano Gómez en los 40s o de Miguel Antonio Caro hacia 1890. En cambio, si su objeto de análisis es el "conservadurismo" que lleva a muchos a oponerse a las reformas neoliberales, habría que explicar por qué factores perennes como la geografía o la debilidad del Estado son agentes eficaces en los 90s pero no en otros periodos reformistas (como la Revolución en Marcha). Además, resulta un poco rebuscado echarle la culpa a la guerrilla de la oposición de muchas personas que no tuvieron nada que ver con ella.
Obviamente, las FARC son responsables de muchísimos desastres en el país. Además ya se ha vuelto moneda corriente decir que las FARC son las culpables de que no haya en Colombia una izquierda democrática. Pero ya es hora de controvertir esto.
Las FARC sí han derechizado a la opinión pública. Eso es indudable. Pero ese es un fenómeno relativamente reciente. Montenegro es mayor que yo así que él seguramente se acuerda de que incluso en los 90s la idea de incorporar a la guerrilla a la vida pública mediante un proceso de paz gozaba de cierta aceptación entre la opinión. La retórica eliminacionista anti-FARC solo vino a echar raíces en tiempos de Uribe.
Es más, la izquierda democrática en Colombia, con todos sus tropiezos, dificultades y errores, existe y está más o menos consolidada. En los últimos años, uno podría decir que la izquierda democrática en Colombia está gravitando alrededor del 12-15% de la votación. Cuando le va relativamente mal, como en el 2010, saca el 10%. Cuando le va bien, como en el 2006, saca el 25%. Eso se parece un poquito a una consolidación. En España, sin FARC, Izquierda Unida se mueve en niveles similares. ¿Qué espera Montenegro? ¿Que la izquierda democrática saque el 40% de la votación? A mi me encantaría, por supuesto. Y sigo creyendo que en algún futuro puede llegar a pasar. Pero dudo que a Montenegro le gustaría tanto.
¿Estaría mejor la izquierda democrática sin las FARC? Muy probablemente. Pero el nivel en el que está ahora no me parece despreciable, como para decir que en Colombia no existe una izquierda "democrática, progresista y cosmopolita."
Pero además, el argumento de Montenegro (y no es solo de él) omite dos cosas. Primero, para saber si la izquierda colombiana es débil o no hay que tener un punto de referencia plausible. Segundo, hay que tener en cuenta otros factores.
En cuanto al punto de referencia, no hay que olvidar que partidos de izquierda de dos dígitos son relativamente nuevos en Colombia. El Partido Comunista histórico rara vez pasaba del 5%, incluso antes de las FARC. Para encontrar en la historia de Colombia partidos de izquierda que hayan superado esos umbrales hay que remontarse a los tiempos de la UNIR gaitanista o hacer contabilidad creativa con el MRL. Regionalmente pasa lo mismo. A veces la izquierda da el salto cualitativo, como el PT brasilero o la coalición que vino a formar el PSUV venezolano o el MAS boliviano. Pero lo normal es que antes de esos saltos la izquierda se mantenga en niveles entre el 10% y el 20% de la votación. O sea que lo de Colombia tampoco es tan atípico. Ya mencioné a España, pero hubiera podido mencionar a Francia, o incluso (oh, dolor!) a la decadencia del otrora glorioso Partido Comunista Italiano, tal vez el mejor Partido Comunista del mundo en sus tiempos de apogeo.
Por otro lado, pasemos a las razones que el argumento de Montenegro olvida. Yo no sé a Uds. pero a mí me da la impresión de que si uno está considerando la posibilidad de hacer activismo político en una organización y luego se entera de que a los miembros de dicha organización los amenazan, los persiguen y los matan, uno empieza a reconsiderar la cosa. No entiendo cómo puede uno pontificar sobre la debilidad de la izquierda democrática en Colombia sin tener en cuenta el exterminio de la Unión Patriótica y todas las persecuciones, tanto oficiales como paramilitares, de las que han sido objeto en los últimos años muchísimas figuras políticas progresistas. Debe ser que resulta más cómodo culpar a las FARC.
Pero bueno, todo esto era apenas la introducción. Ganas mías de divertirme un poco a costa de una frase aislada de Montenegro. El fondo del asunto es el balance de las reformas de los últimos veinte años.
Como ya dije, a Montenegro le extraña que muchos que se declaran de izquierda y progresistas en Colombia se hayan opuesto al neoliberalismo. A él le sorprende porque le parece que en esa actitud estos sectores de izquierda estaban actuando con una inexplicable nostalgia por el pasado, un conservadurismo estrambótico que solo puede explicarse apelando a causas extrañas (la historia, la geografía). Creo que puedo ayudarle a Montenegro un poquito.
Aunque, como dije, Montenegro es mayor que yo, por la época de las primeras reformas neoliberales en Colombia yo estaba mejor ubicado que él para entender este acertijo porque yo estaba más cercano a aquellos izquierdistas cuya conducta él no logra entender. Así que le puedo contar a Montenegro el secreto del asunto. La izquierda colombiana nunca estuvo enamorada de la industrialización por sustitución de importaciones (ISI). Le pareció que era un arreglo entre la oligarquía cafetera y los intereses manufactureros para repartirse rentas a expensas del dolor del pueblo colombiano. La izquierda no se cansaba de criticar a Lleras Restrepo como un agente de la burguesía colombiana y cosas de esas.
Lo que pasa es que cuando vienen las reformas neoliberales la izquierda se percata de lo que viene. Si uno es un socialista rabioso como yo, la ISI, con todos sus defectos, tiene una gran ventaja: canaliza las rentas oligopólicas del país a sectores como la industria donde el proletariado puede, mediante su heroica lucha, obligar a la burguesía a compartirlas mediante, digamos, buenos puestos de trabajo, algo de seguridad social, cierto estado del bienestar, etc, etc. No es lo ideal porque uno quiere la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción, "de cada quien según sus capacidades, a cada quien según sus necesidades" y cosas de esas. Pero si es lo que se puede, no está mal.
Siendo así las cosas, la actitud racional es obvia: no perder la ocasión de criticar a los defensores de la ISI como lacayos de los grandes intereses y tratar de sacar la mayor tajada posible de los excedentes que la ISI está concentrando, mientras que tácitamente uno reconoce que, en realidad, todo el esquema es posible gracias a la mismísima ISI. Seguramente Montenegro no estaba intoxicándose con la jerga izquierdista de la época pero yo le puedo contar que eso tenía un nombre: "la burguesía nacional."
El cuento de la "burguesía nacional" tenía mucha trayectoria en América Latina. Era, por ejemplo, pieza fundamental del peronismo de izquierda en Argentina. En pocas palabras, era el reconocimiento de que resultaba mucho más fácil pelear por las rentas oligopólicas con industriales nacionales, que mal que bien tenían que dejar algo de su capital en el país, en vez de pelear con multinacionales que podían mandar "marines" al primer intento de agitación. (Estoy simplificando muchísimo, la cosa era más complicada.)
Por eso la izquierda atacaba vociferantemente a la "burguesía nacional" pero sotto voce reconocía que Lleras Restrepo era uno de los estadistas más lúcidos de la segunda mitad del siglo XX y que, en últimas, resultaba mejor tener que vérselas con él y con sus seguidores en vez de lidiar con, por ejemplo, los economistas chilenos y sus secuaces pinochetistas. ¿Ven? ¡No es tan raro!
Luego en los 90s llegan al poder reformistas neoliberales (como Montenegro) que lo primero que hacen es adoptar la postura retórica de la izquierda contra la ISI para luego proponer desmantelarla. Entonces comienzan hablando de privilegios, oligopolios, intereses cerrados y cosas por el estilo para endulzarle el oído a la izquierda. Luego dicen que la solución para acabar con todas esas iniquidades es la liberalización de los mercados.
Pero ahí está el problema: los izquierdistas nunca hemos creído que el capitalismo de mercado vaya a ser plenamente competitivo. Para nosotros el capitalismo siempre termina concentrando rentas, excedentes, privilegios, poder político y cosas de esas en algunas pocas manos. La pregunta es contra cuáles se puede luchar mejor, a cuáles se las puede presionar más para obligarlas a compartir el poder con los sectores populares. Para los izquierdistas el dilema no es entre una ISI concentradora y un neoliberalismo igualitario sino entre unas élites industriales contra las que se puede luchar en el campo sindical y unas élites cuyo perfil no era para nada claro a comienzo de los 90s por la sencilla razón de que nadie sabía cuáles iban a ser los triunfadores de la apertura comercial.
A pesar de las incertidumbres, había algunas cosas claras. Primero, se sabía que, a pesar de su retórica igualitaria, el paquete neoliberal iba a debilitar mecanismos de redistribución como las negociaciones salariales (entre otras cosas porque esa retórica atacaba también a la "oligarquía obrera" de los sindicatos), o los impuestos al capital porque se nos decía todo el tiempo que ahora el capital es móvil y se va en cuestión de minutos. Entonces, aún sin saber muy bien qué sectores iban a liderar el nuevo orden económico, era claro que había señales preocupantes para la izquierda. A eso súmenle el hecho de que el café estaba en franco declive como exportación, especialmente a partir de la ruptura del Pacto Cafetero, súmenle el hecho de que Colombia empezaba a volverse cada vez más un exportador de recursos naturales, súmenle el hecho de que la industria colombiana no prometía mucho en cuanto a innovación tecnológica como para que reemplazara las rentas oligopóicas por rentas "schumpeterianas" y verán por qué si uno es un izquierdista en los 90s no va a estar para nada entusiasmado con las reformas neoliberales. Fíjense que esta explicación no acude a factores geográficos, ni históricos ni cosas por el estilo. Es simple cálculo estratégico que, mal que bien, estaba al alcance de cualquier izquierdista con un pequeño grado de sofisticación. Me consta que, por ejemplo, alguien con un simple pregrado de economía de la Universidad de los Andes ya era capaz de ver por dónde iba el agua al molino.
Si los neoliberales de los 90s de verdad hubieran querido hacer alianzas con la izquierda (buen chiste, ya sé, ya sé) en vez de manifestarse perplejos por el rechazo que generaron, habrían incluido otras cosas en su paquete de reformas. Por ejemplo, un acuerdo de renta básica, o un impuesto negativo como el invento del mismísimo Milton Friedman. En fin, algo que indicara que iban a poner en marcha algún mecanismo capaz de distribuir las nuevas rentas oligopólicas de la misma manera como la ISI tenía mecanismos para distribuir las de antes (con todo y sus defectos). Pero no lo hicieron.
No comments:
Post a Comment