La verdad no me sorprende, era de esperarse. Pero me llama la atención que el gobierno irlandés anda diciendo que para su próximo plan de ajuste todo está sobre la mesa excepto la tasa de impuestos corporativos.
No sé casi nada sobre economía irlandesa pero hasta donde entiendo, el "milagro irlandés" de comienzos de siglo fue producto de convertir a Irlanda en el paraíso fiscal europeo, al bajar la tasa de impuestos corporativos. Ahora resulta que el gobierno irlandés se enfrenta a una seria crisis de deuda. Ingenuamente, uno se hubiera imaginado que se le podían aumentar impuestos a las corporaciones que fueron las grandes beneficiarias de los años de "vacas gordas" para solventar las "vacas flacas." Pero eso sería retardatario, iría en contra de los nuevos tiempos, de las nuevas tendencias, y todas esas cosas. Lo moderno es que el capital no es parte del pacto social. El capital es una entidad supérstite, global, que derrama sobre nosotros sus bendiciones, aumentando nuestra productividad cuando así le place, pero al que no se le puede pedir nada que él no quiera concedernos. Por tanto, de la crisis irlandesa se va a salir "a la moderna." Es decir, los ciudadanos irlandeses van a sufrir recortes de gasto público para salvar a... ¿quien? A la economía irlandesa, nos dicen. Claro, ese es el nombre que le dan ahora a los tenedores de bonos irlandeses, muchos de ellos bancos de otros países. Peor aún, hay quienes creen que ni siquiera va a funcionar.
Tuesday, November 23, 2010
Sunday, November 21, 2010
Una Encuesta que Vale Más que Mil Tratados
Desde hace veinte años o más venimos leyendo y oyendo hablar sobre la globalización. Nos pasamos el tiempo diciendo que ahora todo es global, la competencia, la economía, las comunicaciones incluso, desde el 11 de Septiembre del 2001, el terrorismo.
Pués bien, resulta que una encuesta en algunas provincias de Afghanistán muestra que la mayoría de los encuestados ¡¡¡no sabe aún sobre los ataques del 11 de Septiembre!!!
Yo me quedé atónito cuando lo leí.
Tan atónito que ahora, contrario a mi norma autoimpuesta, escribo párrafos de una sola frase. Dos veces, casi tres.
En serio. Hace rato está claro que las tropas occidentales en Afghanistán no gozan para nada de legitimidad ni popularidad. Ahora vemos un ingrediente que no se nos había ocurrido: resulta que muchos afghanos ¡ni siquiera saben por qué están allí las tropas!
Ya entrados en reflexiones, ¿en qué queda el cuento de la "aldea global"? Hay partes del mundo en las que es perfectamente posible llevar una vida pastoril, sin saber leer ni escribir, sin acceso a CNN o a internet, en condiciones similares a las de hace dos siglos. Hasta ahí, no hay problema. Un cínico me dirá que esto no es nada nuevo.
Lo problemático es que, como muestra Afghanistán, las circunstancias históricas llevan a que aquellas porciones del mundo están, de un modo u otro, ligadas muy estrechamente a lo que ocurre en las zonas "modernas" y "globalizadas."
No sé. No tengo muy claro qué decir sobre esto. Todavía tengo que seguirlo pensando. Pero no me van a negar que es tema para muchísimas reflexiones.
...Y Ahora Esto! Como si no fuera suficientemente absurdo todo esto, ahora resulta que el "choque cultural" es tal que Estados Unidos estuvo negociando con un impostor creyendo que era representante del Talibán. O sea, Estados Unidos lanza una guerra contra un país cuyos habitantes no se dan por enterados del casus belli y luego, siguiendo con la cadena de equívocos, cuando Estados Unidos trata de hacer la paz, tampoco se entera de quién es el "emisario." Si no hubiera miles de muertos de por medio, sería una excelente comedia.
Pués bien, resulta que una encuesta en algunas provincias de Afghanistán muestra que la mayoría de los encuestados ¡¡¡no sabe aún sobre los ataques del 11 de Septiembre!!!
Yo me quedé atónito cuando lo leí.
Tan atónito que ahora, contrario a mi norma autoimpuesta, escribo párrafos de una sola frase. Dos veces, casi tres.
En serio. Hace rato está claro que las tropas occidentales en Afghanistán no gozan para nada de legitimidad ni popularidad. Ahora vemos un ingrediente que no se nos había ocurrido: resulta que muchos afghanos ¡ni siquiera saben por qué están allí las tropas!
Ya entrados en reflexiones, ¿en qué queda el cuento de la "aldea global"? Hay partes del mundo en las que es perfectamente posible llevar una vida pastoril, sin saber leer ni escribir, sin acceso a CNN o a internet, en condiciones similares a las de hace dos siglos. Hasta ahí, no hay problema. Un cínico me dirá que esto no es nada nuevo.
Lo problemático es que, como muestra Afghanistán, las circunstancias históricas llevan a que aquellas porciones del mundo están, de un modo u otro, ligadas muy estrechamente a lo que ocurre en las zonas "modernas" y "globalizadas."
No sé. No tengo muy claro qué decir sobre esto. Todavía tengo que seguirlo pensando. Pero no me van a negar que es tema para muchísimas reflexiones.
...Y Ahora Esto! Como si no fuera suficientemente absurdo todo esto, ahora resulta que el "choque cultural" es tal que Estados Unidos estuvo negociando con un impostor creyendo que era representante del Talibán. O sea, Estados Unidos lanza una guerra contra un país cuyos habitantes no se dan por enterados del casus belli y luego, siguiendo con la cadena de equívocos, cuando Estados Unidos trata de hacer la paz, tampoco se entera de quién es el "emisario." Si no hubiera miles de muertos de por medio, sería una excelente comedia.
Monday, November 15, 2010
¿Hacia la Post-hegemonía?
Uno de los placeres de escribir un blog es que uno puede adoptar pose de autoridad sobre temas que desconoce. Así que hoy voy a escribir un poco sobre geopolítica, en particular sobre un tema que se ve con cada vez más frecuencia en los medios: el fin de la hegemonía americana.
Ante todo comienzo por explicar mi sesgo en estos temas. A mediados de los 90, cuando yo me trasladé a Estados Unidos, la economía norteamericana estaba creciendo a pasos agigantados mientras Europa se encontraba en recesión. La reacción de mis amigos europeos reflejaba un poco ese estado de cosas: un sentimiento de pesadumbre ante el "inexorable" declive de Europa. Desde entonces me ha llamado la atención esa fascinación de muchos europeos con su propio declive que a veces lo viven como si fuera un drama personal. Ahora, cuando parece que llegó la época del "declive" americano, el triunfalismo de los 90s ha dado paso a una pesadumbre similar en Estados Unidos. Nunca he entendido esa reacción.
Me explico. Hasta hace unos doscientos años, no existía el crecimiento económico sostenido. La economía mundial tenía buenas épocas y malas épocas (por ejemplo, la Peste Negra) pero siempre oscilando en torno a un estándar de producción dictaminado por una tecnología que, en lo esencial, no cambiaba mucho de un siglo a otro. El despegue tecnológico como lo conocemos hoy es resultado de las dos revoluciones industriales de los últimos dos siglos: la maquina de vapor a finales del siglo XVIII y la aplicación de la ciencia a la producción a finales del siglo XIX.
Para nuestros efectos, lo que importa señalar es que ese despegue estuvo geográficamente muy concentrado en la porción nor-atlántica del mundo. Como resultado, los imperios dominantes de esta época (Gran Bretaña, el resto de las potencias europeas y Estados Unidos) adquirieron unas ventajas económicas (y por ende, militares) sin precedentes respecto a sus colonias (o neo-colonias según el caso). Como resultado, los imperios de ahora no caen como los de antes. El Imperio Romano fue destruído por fuerzas invasoras cuyo aparato militar no difería mucho del del mismo Imperio. Si, claro, antes de que salten, en aquella época nadie lo veía así y, por el contrario, se consideraba que la máquina de guerra del Imperio Romano era imbatible. Pero cualquiera que fuera la brecha tecnológica, palidece comparada con las brechas de hoy en día. Así que los imperios modernos no caen por invasión y destrucción militar (ni siquiera la debilitada Unión Soviética cayó así); es militarmente inviable. Además, es económicamente indeseable. Es mucho más provechoso para cualquier país beneficiarse del comercio con las metrópolis que tratar de saquearlas.
Por tanto, la decadencia de un imperio moderno no tiene por qué ser un gran traumatismo para sus ciudadanos. El ejemplo más claro es el Imperio Británico. Comenzó su declive al rededor de la Gran Depresión, se debilitó muchísmo con la Segunda Guerra, perdió la India, su posesión más preciada, en 1948 y tuvo que aceptar que Eisenhower le diera tratamiento de segunda en la Crisis del Suez en 1956. A partir de ese momento ya nadie consideró a Inglaterra un gran imperio. Pero para los ciudadanos ingleses la decadencia del imperio no ha significado un duro golpe a su nivel de vida. Inglaterra ha seguido creciendo (con crisis, como toda economía) después del 56, sigue siendo uno de los mejores sitios del mundo para vivir, como lo demuestran los miles de personas que tratan de establecerse allí cada año, es más próspera hoy que hace 50 años, en fin. Muy seguramente, algo similar ocurrirá con el declive de la hegemonía norteamericana. El hecho de que Estados Unidos deje de ser la superpotencia mundial incontestada no quiere decir que los estadounidenses vayan a sumirse en la miseria.
Lo que hay detrás de esto es algo que poco veo discutido: las políticas imperiales no benefician a todo el imperio por igual. Sospecho que hay algunas de esas políticas que son bastante regresivas. Dudo mucho de que el americano promedio se beneficie en medida justa del gasto en defensa descomunal de los Estados Unidos. Gastar el 44% del presupuesto mundial en armas para tener, supuestamente, gasolina barata, cosa que ni siquiera está garantizada, me parece un pésimo negocio para muchos de los norteamericanos más pobres. ¿Cuánto le costó al americano promedio tener una flota naval dispuesta a defender las propiedades de la United Fruit en Centroamérica? ¿Compensaba ese costo su consumo privado de bananas? De modo que para una potencia industrializada como Estados Unidos no todo va a ser malo cuando pierda su status hegemónico.
¿Por qué doy por hecho que ese declive se va a producir? Ya se está viendo. Estados Unidos está redescubriendo la lección que olvidó tras la retirada de Vietnam y que ya antes había aprendido Inglaterra en 1920 (justamente en Irak): que en la era moderna es imposible controlar poblaciones lejanas simplemente a punta de fuerza militar. Afghanistán es cada vez más inmanejable desde el punto de vista norteamericano. Estados Unidos no ha podido contener la influencia iraní en Irak.
Ninguna de estas "derrotas" es decisiva. La razón por la que Afghanistán mantiene su orgullosa historia de derrotar a todos los imperios (Inglaterra, la Unión Soviética y, ahora, Estados Unidos) es simplemente porque es tan pobre que ninguno de estos imperios está dispuesto a gastar los recursos necesarios para doblegarlo. Si cualquiera de estos países de veras considerara a Afghanistán fundamental, podrían conquistarlo.
Pero lo interesante es que estos cálculos costo-beneficio de las grandes potencias siempre son relativos respecto a sus capacidades. Entonces, es bien probable que una pequeña "derrota" venga seguida por otras más significativas. Ultimamente Estados Unidos no ha logrado que Corea del Sur (¡Corea del Sur! que prácticamente se debe a USA) le ayude en el embargo comercial a Irán.
En el caso de Asia, veo cada vez más probable que en los próximos años surjan equivalentes chinos e indios de James Monroe que declaren sus respectivos "patios traseros" como zona de influencia en la que los Estados Unidos no son bienvenidos. ("¡Asia Central para los Asiáticos!")
Antes de que nos pongamos alarmistas, recordemos que el PIB per capita de China es la quinta parte del de Estados Unidos. Así que, aún cuando alcance una posición dominante en su zona de influencia, China seguirá siendo un país mucho más pobre que Estados Unidos. Pronostico que, por mucho que yo viva, moriré en un mundo en el que el núcleo industrializado noratlántico sigue siendo la región más rica del planeta.
De modo que el fin del "imperio" norteamericano no tiene por qué ser el fin del mundo, y ni siquiera el fin de los Estados Unidos. Eso no quiere decir que no vaya a tener consecuencias serias, algunas de ellas nada saludables. Pero es bueno pensar en ellas con cabeza fría.
Tengo que salir. Después sigo con esta serie de incoherencias.
Ante todo comienzo por explicar mi sesgo en estos temas. A mediados de los 90, cuando yo me trasladé a Estados Unidos, la economía norteamericana estaba creciendo a pasos agigantados mientras Europa se encontraba en recesión. La reacción de mis amigos europeos reflejaba un poco ese estado de cosas: un sentimiento de pesadumbre ante el "inexorable" declive de Europa. Desde entonces me ha llamado la atención esa fascinación de muchos europeos con su propio declive que a veces lo viven como si fuera un drama personal. Ahora, cuando parece que llegó la época del "declive" americano, el triunfalismo de los 90s ha dado paso a una pesadumbre similar en Estados Unidos. Nunca he entendido esa reacción.
Me explico. Hasta hace unos doscientos años, no existía el crecimiento económico sostenido. La economía mundial tenía buenas épocas y malas épocas (por ejemplo, la Peste Negra) pero siempre oscilando en torno a un estándar de producción dictaminado por una tecnología que, en lo esencial, no cambiaba mucho de un siglo a otro. El despegue tecnológico como lo conocemos hoy es resultado de las dos revoluciones industriales de los últimos dos siglos: la maquina de vapor a finales del siglo XVIII y la aplicación de la ciencia a la producción a finales del siglo XIX.
Para nuestros efectos, lo que importa señalar es que ese despegue estuvo geográficamente muy concentrado en la porción nor-atlántica del mundo. Como resultado, los imperios dominantes de esta época (Gran Bretaña, el resto de las potencias europeas y Estados Unidos) adquirieron unas ventajas económicas (y por ende, militares) sin precedentes respecto a sus colonias (o neo-colonias según el caso). Como resultado, los imperios de ahora no caen como los de antes. El Imperio Romano fue destruído por fuerzas invasoras cuyo aparato militar no difería mucho del del mismo Imperio. Si, claro, antes de que salten, en aquella época nadie lo veía así y, por el contrario, se consideraba que la máquina de guerra del Imperio Romano era imbatible. Pero cualquiera que fuera la brecha tecnológica, palidece comparada con las brechas de hoy en día. Así que los imperios modernos no caen por invasión y destrucción militar (ni siquiera la debilitada Unión Soviética cayó así); es militarmente inviable. Además, es económicamente indeseable. Es mucho más provechoso para cualquier país beneficiarse del comercio con las metrópolis que tratar de saquearlas.
Por tanto, la decadencia de un imperio moderno no tiene por qué ser un gran traumatismo para sus ciudadanos. El ejemplo más claro es el Imperio Británico. Comenzó su declive al rededor de la Gran Depresión, se debilitó muchísmo con la Segunda Guerra, perdió la India, su posesión más preciada, en 1948 y tuvo que aceptar que Eisenhower le diera tratamiento de segunda en la Crisis del Suez en 1956. A partir de ese momento ya nadie consideró a Inglaterra un gran imperio. Pero para los ciudadanos ingleses la decadencia del imperio no ha significado un duro golpe a su nivel de vida. Inglaterra ha seguido creciendo (con crisis, como toda economía) después del 56, sigue siendo uno de los mejores sitios del mundo para vivir, como lo demuestran los miles de personas que tratan de establecerse allí cada año, es más próspera hoy que hace 50 años, en fin. Muy seguramente, algo similar ocurrirá con el declive de la hegemonía norteamericana. El hecho de que Estados Unidos deje de ser la superpotencia mundial incontestada no quiere decir que los estadounidenses vayan a sumirse en la miseria.
Lo que hay detrás de esto es algo que poco veo discutido: las políticas imperiales no benefician a todo el imperio por igual. Sospecho que hay algunas de esas políticas que son bastante regresivas. Dudo mucho de que el americano promedio se beneficie en medida justa del gasto en defensa descomunal de los Estados Unidos. Gastar el 44% del presupuesto mundial en armas para tener, supuestamente, gasolina barata, cosa que ni siquiera está garantizada, me parece un pésimo negocio para muchos de los norteamericanos más pobres. ¿Cuánto le costó al americano promedio tener una flota naval dispuesta a defender las propiedades de la United Fruit en Centroamérica? ¿Compensaba ese costo su consumo privado de bananas? De modo que para una potencia industrializada como Estados Unidos no todo va a ser malo cuando pierda su status hegemónico.
¿Por qué doy por hecho que ese declive se va a producir? Ya se está viendo. Estados Unidos está redescubriendo la lección que olvidó tras la retirada de Vietnam y que ya antes había aprendido Inglaterra en 1920 (justamente en Irak): que en la era moderna es imposible controlar poblaciones lejanas simplemente a punta de fuerza militar. Afghanistán es cada vez más inmanejable desde el punto de vista norteamericano. Estados Unidos no ha podido contener la influencia iraní en Irak.
Ninguna de estas "derrotas" es decisiva. La razón por la que Afghanistán mantiene su orgullosa historia de derrotar a todos los imperios (Inglaterra, la Unión Soviética y, ahora, Estados Unidos) es simplemente porque es tan pobre que ninguno de estos imperios está dispuesto a gastar los recursos necesarios para doblegarlo. Si cualquiera de estos países de veras considerara a Afghanistán fundamental, podrían conquistarlo.
Pero lo interesante es que estos cálculos costo-beneficio de las grandes potencias siempre son relativos respecto a sus capacidades. Entonces, es bien probable que una pequeña "derrota" venga seguida por otras más significativas. Ultimamente Estados Unidos no ha logrado que Corea del Sur (¡Corea del Sur! que prácticamente se debe a USA) le ayude en el embargo comercial a Irán.
En el caso de Asia, veo cada vez más probable que en los próximos años surjan equivalentes chinos e indios de James Monroe que declaren sus respectivos "patios traseros" como zona de influencia en la que los Estados Unidos no son bienvenidos. ("¡Asia Central para los Asiáticos!")
Antes de que nos pongamos alarmistas, recordemos que el PIB per capita de China es la quinta parte del de Estados Unidos. Así que, aún cuando alcance una posición dominante en su zona de influencia, China seguirá siendo un país mucho más pobre que Estados Unidos. Pronostico que, por mucho que yo viva, moriré en un mundo en el que el núcleo industrializado noratlántico sigue siendo la región más rica del planeta.
De modo que el fin del "imperio" norteamericano no tiene por qué ser el fin del mundo, y ni siquiera el fin de los Estados Unidos. Eso no quiere decir que no vaya a tener consecuencias serias, algunas de ellas nada saludables. Pero es bueno pensar en ellas con cabeza fría.
Tengo que salir. Después sigo con esta serie de incoherencias.
Thursday, November 11, 2010
Un Viejo y Subestimado Problema de la Economía de Mercado
No. No soy el primero en hacer esta observación. Pero es que no veo que se la haga con suficiente frecuencia.
El problema es este: solemos decir que el mecanismo de mercado es, en condiciones ideales, el mecanismo más eficiente para asignar recursos escasos. En medio de todos sus desatinos, Hayek ganó la pelea intelectual acerca del mercado como agregador de información. Hasta ahí todo bien.
Generalmente le añadimos a esto una especie de corolario que parece deducirse en forma evidente de estas premisas: como el mercado es un excelente mecanismo para asignar los recursos que ya existen, también ha de ser un excelente mecanismo para asignar aquellos que aún no existen, es decir, para espolear la innovación tecnológica. Y si. Cuando uno mira al rededor ve que el mercado es capaz de generar muchísima innovación.
Claro, el ejemplo que a uno primero se le ocurre cuando escribe un blog, no es perfecto: Internet. Después de todo, internet es el resultado de proyectos del CERN y del Departamento de Defensa de Estados Unidos, entre otros. Pero no hay duda de que buena parte de lo que es internet hoy en día se debe a la iniciativa privada.
Todo esto es un debate muy trillado. Pero el punto que no suele mencionarse es uno que me volvió a la memoria leyendo este artículo de Raghuram Rajan. Hacia el final se refiere al tema de moda: las devaluaciones competitivas, un debate muy importante, por cierto. Pero al comienzo trae un ejemplo de algo que no aparece en la lista canónica de "fallas del mercado" pero que tal vez merecería estarlo: el hecho de que la innovación tecnológica depende del tamaño del mercado y, por lo tanto, innovaciones que tendrían enormes beneficios para sectores gigantescos de la población pueden no llegar a producirse porque su capacidad de compra es pequeña. Como el mismo Rajan lo menciona, refrigeradores baratos como los de su ejemplo, mejorarían la vida de millones de personas en el Tercer Mundo, algunas de las más pobres del planeta. Sin embargo hasta ahora muy pocas firmas se han tomado la molestia de desarrollarlos. En cambio, ha habido muchísimas innovaciones en los refrigeradores de clase alta, con toda clase de controles digitales y lo que quieran. No estoy seguro, pero creo haber oído alguna vez que el dinero que se gasta en investigación para desarrollar productos cosméticos (por ejemplo, para prevenir la caída del cabello) excede por mucho el dinero que se gasta en algunas enfermedades tropicales.
En fin, es el descubrimiento del agua tibia (o, en el caso de los refrigeradores, del agua fría). Pero es un punto que no solemos tener en cuenta. En parte, y esto es otro motivo de reflexión, porque los economistas no tenemos un lenguaje analítico para expresarlo. Entonces, lo que no nos cabe en nuestro modelo de equilibrio general, no existe.
El problema es este: solemos decir que el mecanismo de mercado es, en condiciones ideales, el mecanismo más eficiente para asignar recursos escasos. En medio de todos sus desatinos, Hayek ganó la pelea intelectual acerca del mercado como agregador de información. Hasta ahí todo bien.
Generalmente le añadimos a esto una especie de corolario que parece deducirse en forma evidente de estas premisas: como el mercado es un excelente mecanismo para asignar los recursos que ya existen, también ha de ser un excelente mecanismo para asignar aquellos que aún no existen, es decir, para espolear la innovación tecnológica. Y si. Cuando uno mira al rededor ve que el mercado es capaz de generar muchísima innovación.
Claro, el ejemplo que a uno primero se le ocurre cuando escribe un blog, no es perfecto: Internet. Después de todo, internet es el resultado de proyectos del CERN y del Departamento de Defensa de Estados Unidos, entre otros. Pero no hay duda de que buena parte de lo que es internet hoy en día se debe a la iniciativa privada.
Todo esto es un debate muy trillado. Pero el punto que no suele mencionarse es uno que me volvió a la memoria leyendo este artículo de Raghuram Rajan. Hacia el final se refiere al tema de moda: las devaluaciones competitivas, un debate muy importante, por cierto. Pero al comienzo trae un ejemplo de algo que no aparece en la lista canónica de "fallas del mercado" pero que tal vez merecería estarlo: el hecho de que la innovación tecnológica depende del tamaño del mercado y, por lo tanto, innovaciones que tendrían enormes beneficios para sectores gigantescos de la población pueden no llegar a producirse porque su capacidad de compra es pequeña. Como el mismo Rajan lo menciona, refrigeradores baratos como los de su ejemplo, mejorarían la vida de millones de personas en el Tercer Mundo, algunas de las más pobres del planeta. Sin embargo hasta ahora muy pocas firmas se han tomado la molestia de desarrollarlos. En cambio, ha habido muchísimas innovaciones en los refrigeradores de clase alta, con toda clase de controles digitales y lo que quieran. No estoy seguro, pero creo haber oído alguna vez que el dinero que se gasta en investigación para desarrollar productos cosméticos (por ejemplo, para prevenir la caída del cabello) excede por mucho el dinero que se gasta en algunas enfermedades tropicales.
En fin, es el descubrimiento del agua tibia (o, en el caso de los refrigeradores, del agua fría). Pero es un punto que no solemos tener en cuenta. En parte, y esto es otro motivo de reflexión, porque los economistas no tenemos un lenguaje analítico para expresarlo. Entonces, lo que no nos cabe en nuestro modelo de equilibrio general, no existe.
El Proceso de Formación de Políticas Públicas en la Mayor Democracia Industrializada del Mundo
Vean este video. Quien habla no es cualquier aparecido. Es un miembro de la Cámara de Representantes de Estados Unidos y no cualquier miembro: es uno de los serios aspirantes a ser presidente de la Comisión de Energía y Comercio ahora tras el triunfo electoral del Partido Republicano. Increíble, no es cierto? Si oyeramos a un miembro del Parlamento Iraní o del Parlamento Afghano diciendo cosas por el estilo, ¿qué pensaríamos?
En fin, ya he demostrado científicamente que el Partido Republicano es "El Peor Partido Político del Mundo." Pero en estos días me preocupa algo más: ¿puede una superpotencia industrializada del siglo XXI ser gobernada por un partido religioso más propio de una república agraria periférica del siglo XVIII?
En fin, ya he demostrado científicamente que el Partido Republicano es "El Peor Partido Político del Mundo." Pero en estos días me preocupa algo más: ¿puede una superpotencia industrializada del siglo XXI ser gobernada por un partido religioso más propio de una república agraria periférica del siglo XVIII?
Thursday, November 4, 2010
Ya lo Había Dicho Harry Truman
Given the choice between a Republican and someone who acts like a Republican, people will vote for the real Republican all the time.
Wednesday, November 3, 2010
Las Elecciones de Estados Unidos
No voy a ser muy exhaustivo en mis comentarios. Las elecciones acaban de pasar y a mí no me gusta comentar eventos "en caliente," además, tratándose de 435 escaños de la Cámara y más de 20 en el Senado (no me acuerdo la cifra exacta este año), hay mucha más información de la que puedo digerir. Así que, sin mucha coherencia, aquí van algunos puntos aislados.
1. Sesenta escaños en la cámara: esa fué la pérdida de los Demócratas este año. Muchísimo. Es más, fueron derrotados tres presidentes de comisiones parlamentarias. Un poco de contexto: en el Congreso de Estados Unidos, por razones históricas muy complejas, los dos partidos han optado por dejarle la presidencia de las comisiones parlamentarias a los miembros de más antigüedad en la respectiva comisión. A juicio de muchos esto ha contribuido a diluir la disciplina de partido en el Congreso ya que las posiciones más importantes se asignan de acuerdo, en últimas, a una fórmula que no le da ninguna discreción al liderazgo del partido. (Hemos visto ya que el Partido Demócrata tiene unos serísimos problemas de disciplina interna.) Pero bien, volviendo a la derrota de tres presidentes de comisión, esto quiere decir que se trata de tres representantes que tenían ya bastante veteranía en el Congreso y aún así fueron derrotados. Un poco menos espectacular que el caso de Tom Foley, el "Speaker" Demócrata (algo así como el Presidente de la Cámara) que fue derrotado en 1994, cosa que no ocurría desde los tiempos de la Guerra Civil.
2. Ya sé que todos los medios están preparados para hablar de que Estados Unidos ha tomado un giro decisivo a la derecha. Pero de pronto hay otras formas de ver las cosas. Aún es prematuro decirlo pero de pronto lo que está pasando en Estados Unidos es que simplemente la Cámara se ha vuelto más volátil. Volvamos al contexto histórico. Un hecho poco conocido fuera de Estados Unidos es que el Partido Demócrata controló la Cámara de Representantes en forma ininterrumpida durante 40 años entre 1954 y 1994. Por eso la elección del 94 fue tan importante. Después de eso, los Republicanos tuvieron mayoría en la Cámara durante 12 años (1994-2006) y ahora los Demócratas tuvieron la mayoría durante 4 años (2006-2010). Así que es probable que estemos asistiendo a un nuevo patrón. Es probable que 1994 haya puesto fin no solo a la hegemonía Demócrata en la Cámara sino a las hegemonías en general. Solo el tiempo lo dirá. El hecho es que la hegemonía Demócrata en la Cámara estaba apuntalada por otro factor que tampoco se conoce mucho fuera de Estados Unidos: el Sur, es decir los estados de la Confederación en la Guerra Civil, funcionó casi como un régimen de partido único (Demócrata) desde 1876 hasta 1966.
De hecho, una posible forma de interpretar las elecciones del 94 es precisamente que allí culminó un proceso que se venía dando en forma lenta pero inexorable: la transformación del Sur de ser un bastión Demócrata (muy, pero muy conservador) a ser un bastión Republicano. Pero yo dudo que el Partido Republicano pueda construir en el Sur una hegemonía similar a la que tuvieron los Demócratas. Al fin y al cabo, esa hegemonía funcionaba a partir de mecanismos que hoy son claramente condenados, en especial, la supresión del voto negro. Hay, sin duda, intentos de muchos grupos políticos por limitar el voto de los negros (y los hispanos) pero ya no están abrigados por el código racial que quedó en el Sur desde 1876. Además, el Sur se está volviendo gradualmente menos "excepcional." Ha aumentado la migración Norte-Sur y el proceso de urbanización sigue. Mi antiguo terruño es un ejemplo. El estado de Virginia se ha dio volviendo electoralmente más competitivo. Eligió dos gobernadores demócratas consecutivos y, caso prominente a nivel nacional, hace dos años mi distrito electoral (VA-5) eligió a un Demócrata (Tom Perriello, médico de Charlottesville) que, muy valerosamente, votó a favor de la reforma de salud. Ayer perdió. Pero dio la batalla, perdió por margen decoroso mostrando que los Demócratas pueden lograr cosas en el Sur (por lo menos en la parte norte del Sur) sin necesidad de disfrazarse de Republicanos.
Nota: Me encuentro ahora el mensaje que le envió Perriello a sus simpatizantes. Si más Demócratas hubieran tenido esa actitud, tal vez hoy no estaríamos hablando de las nuevas mayorías Republicanas.
3. Si yo tengo razón (y puedo estar equivocado) entonces el Partido Republicano va a tener que ser cuidadoso con sus mayoría de ahora. No podrá hacerse la ilusión de que van a durar para siempre. De modo que ahora al Partido Republicano se le plantean algunos dilemas interesantes. Buena parte dependerá de la dinámica entre el Partido Republicano y el así llamado Tea Party.
Es prematuro decir algo sobre qué tan bien la fue al Tea Party. Recordemos que el Tea Party no es un partido. Es más bien una tendencia dentro del Partido Republicano que ha sido capaz en algunos casos de movilizar gente de fuera del partido. Entonces cuando hablamos de victorias o derrotas del Tea Party hablamos de candidatos Republicanos que contaron con el apoyo de esta tendencia. En ese sentido, hubo dos victorias importantes en el Senado: Rand Paul de Kentucky y Marco Rubio de Florida. Ambos ganaron la nominación Republicana por encima de candidatos preferidos por el viejo establecimiento. Pero hubo derrotas también importantes: Sharron Angle en Nevada, Christine O´Donnell en Delaware (aunque se veía venir dese hacía rato) y, parece, Joe Miller en Alaska. Lo grave es que estas derrotas le costaron al Partido Republicano la mayoría en el Senado. De modo que habrá sectores más tradicionales del partido que culpen al Tea Party por haberle hecho despilfarrar al Partido la oportunidad de quedarse también con el Senado al nominar a candidatos tan extremistas que no tenían opción.
Pero Josh Marshall hace una observación muy pertinente: es bien probable, y tomará tiempo saberlo a ciencia cierta, que el Tea Party haya logrado victorias importantes en la Cámara. Si eso es así, es probable que el Tea Party sea aún más fuerte de lo que hoy parece. En cualquier caso, esto plantea una dinámica interesante:
El Tea Party es una expresión populista de derecha. Como tal, a veces adopta posturas antioligárquicas. Por ejemplo, la mecha que encendió este polvorín fue el rescate a los banqueros resultado de la crisis financiera del 2008. El Tea Party odia a Wall Street con una ferocidad que haría sonrojar a muchos socialistas. Pero, y aquí está lo fascinante del populismo, ese odio no lleva al Tea Party a formular una agenda antisistema. Al contrario, termina amalgamando ese odio con otros odios típicos de la derecha más tradicional, por ejemplo a los inmigrantes ilegales y, no siempre, pero a veces en forma soterrada, a los negros. Como tantos otros populismos de derecha, el Tea Party ha renunciado desde sus orígenes a articular un discurso que se nutra de las ciencias sociales modernas. Al contrario, acude a mitos fundacionales sobre la Constitución americana y la cultura judeo-cristiana. Por eso sus resentimientos económicos son, por así decirlo, transubstanciados (así como el pan se transubstancia en Cristo en la misa) en ataques a una "élite" cultural (el "establecimiento liberal" de la ciencia y la intelectualidad) muy difusa. (Hace rato quiero escribir en detalle sobre esto. Otro día...)
El resultado es una coexistencia extraña entre el Tea Party y los intereses plutocráticos de siempre del Partido Republicano. La pregunta es quién engaña a quién. El Tea Party cree estarse valiendo del prestigio electoral del Partido Republicano para avanzar su cruzada socio-cultural, pero a la vez los plutócratas del Partido Republicano se solazan en pensar que han logrado movilizar grandes sectores de la clase media empobrecida para defender los intereses de las grandes empresas. Habrá que ponerle atención a cómo se va desarrollando esa contradicción interna.
3. Lamentablemente, aunque aún los resultados electorales no se conocen del todo, es muy fácil predecir la reacción del Partido Demócrata ya que la tienen lista desde hace años. El Partido Demócrata siempre reacciona igual ante cualquier derrota: moviéndose a la derecha. Para el Partido Demócrata el más mínimo temblor electoral es señal de que se ha ido "muy a la izquierda." Cuando gana, interpreta la victoria como resultado de votantes moderados que lo apoyaron y que por lo tanto tiene que representar aquellos intereses. Cuando pierde, entonces es porque esos votantes moderados lo abandonaron porque se fue muy a la izquierda.
Yo hubiera dicho que la derrota fue precisamente porque el Partido Demócrata fue excesivamente cauto. Está bien, estoy dispuesto a creer que en la reforma de salud obtuvo lo mejor que podía y que si hubiera insistido más en la "opción pública" (es decir, crear una EPS pública que compitiera para mantener los precios a raya), no por eso habría logrado muchos réditos electorales. Puede ser pero no estoy seguro. Pero hay que tener en cuenta dos cosas:
Primero, los sectores electoralmente más desmovilizados en Estados Unidos son los que podrían votar más a la izquierda. Los sectores de bajos ingresos, los negros, los hispanos de reciente naturalización, votan a tasas más bajas que el resto del país. Hay muchas razones para esto, algunas tal vez fuera del control del Partido Demócrata. Pero en parte sí que incide el hecho de que el Partido no se muestra como una verdadera alternativa progresista.
Segundo, y tal vez más importante, aún dejando de lado el asunto de aquellos enclaves potencialmente de izquierda pero altamente abstencionistas, está el problema de la generación de discurso. Si hay un país del mundo donde la política se ha vuelto marketing es Estados Unidos. Pero a veces, y esto lo entiende mejor el Partido Republicano, la política no es solo ofrecer un producto sino proponer un lenguaje, una visión, es decir, darle a los ciudadanos las categorías conceptuales con las que van a "demandar un producto." Para hacer eso desde la izquierda hay que poner sobre la mesa términos para la discusión, cambiar el lenguaje mismo de la discusión. Para hacer eso sería necesario que el Partido Demócrata volviera a hablar de "solidaridad," de "justicia social" y cosas de esas y no simplemente de cómo hacerle algunos ajustes cosméticos al orden neoliberal existente. No se trata únicamente de buscar cuál es el "producto" que aceptan las clases medias y que es suficiente para que algunos que otros pobres que todavía se acuerdan de Johnson voten. De lo que debería tratarse es de crear un lenguaje político en el que se pueda mostrar que la clase media y los pobres tienen un futuro compartido, son una misma sociedad cuyos valores están siendo socavados por la nueva plutocracia. Pero, obviamente, para eso sería necesario que el Partido Demócrata se enfrentara a los mismos intereses económicos que lo financian.
Pero bien, me acabo de enterar de que uno de los sectores más damnificados de la derrota de ayer son, precisamente los autodenominados "Blue Dogs" Demócratas que hicieron lo posible por bloquear todas las reformas de Obama, que se aliaron todo el tiempo con el Partido Republicano y que insistieron todo el tiempo en que el Partido Demócrata debía irse más a la derecha. Como dice el refrán, así paga el diablo a quien bien le sirve...
4. Ojalá la gente no se deje obnubilar por los hechos de hoy tanto como para ignorar a quien es desde ya una figura histórica en la política norteamericana: Nancy Pelosi, la representante de California que fue Speaker de la Cámara durante estos cuatro años. Una de las mujeres más exitosas de la política de Estados Unidos y una de las pocas dirigentes Demócratas genuinamente progresistas. Sacó adelante la reforma de salud y fue, en general, muy eficaz a la hora de empujar su agenda legislativa. Ahora que tanto se habla del tema de la igualdad de género, espero que el feminismo la reconozca como una de las grandes exponentes de los avances de la mujer en política.
5. Se viene una época de inmovilismo político muy complicada. Justo cuando Estados Unidos necesita iniciativas audaces, los Republicanos en el Congreso van a lanzar una ofensiva obstruccionista tal vez sin precedentes. Por lo menos eso es lo que han anunciado. Habrá que ver si a la hora de la verdad se deciden a hacerlo. Pero si lo hacen, esto puede tener efectos gravísimos sobre la recesión. Ahora que tanto se habla del declive del imperio norteamericano, entrar un coma político como el que puede crearse es algo que refuerza esa percepción.
1. Sesenta escaños en la cámara: esa fué la pérdida de los Demócratas este año. Muchísimo. Es más, fueron derrotados tres presidentes de comisiones parlamentarias. Un poco de contexto: en el Congreso de Estados Unidos, por razones históricas muy complejas, los dos partidos han optado por dejarle la presidencia de las comisiones parlamentarias a los miembros de más antigüedad en la respectiva comisión. A juicio de muchos esto ha contribuido a diluir la disciplina de partido en el Congreso ya que las posiciones más importantes se asignan de acuerdo, en últimas, a una fórmula que no le da ninguna discreción al liderazgo del partido. (Hemos visto ya que el Partido Demócrata tiene unos serísimos problemas de disciplina interna.) Pero bien, volviendo a la derrota de tres presidentes de comisión, esto quiere decir que se trata de tres representantes que tenían ya bastante veteranía en el Congreso y aún así fueron derrotados. Un poco menos espectacular que el caso de Tom Foley, el "Speaker" Demócrata (algo así como el Presidente de la Cámara) que fue derrotado en 1994, cosa que no ocurría desde los tiempos de la Guerra Civil.
2. Ya sé que todos los medios están preparados para hablar de que Estados Unidos ha tomado un giro decisivo a la derecha. Pero de pronto hay otras formas de ver las cosas. Aún es prematuro decirlo pero de pronto lo que está pasando en Estados Unidos es que simplemente la Cámara se ha vuelto más volátil. Volvamos al contexto histórico. Un hecho poco conocido fuera de Estados Unidos es que el Partido Demócrata controló la Cámara de Representantes en forma ininterrumpida durante 40 años entre 1954 y 1994. Por eso la elección del 94 fue tan importante. Después de eso, los Republicanos tuvieron mayoría en la Cámara durante 12 años (1994-2006) y ahora los Demócratas tuvieron la mayoría durante 4 años (2006-2010). Así que es probable que estemos asistiendo a un nuevo patrón. Es probable que 1994 haya puesto fin no solo a la hegemonía Demócrata en la Cámara sino a las hegemonías en general. Solo el tiempo lo dirá. El hecho es que la hegemonía Demócrata en la Cámara estaba apuntalada por otro factor que tampoco se conoce mucho fuera de Estados Unidos: el Sur, es decir los estados de la Confederación en la Guerra Civil, funcionó casi como un régimen de partido único (Demócrata) desde 1876 hasta 1966.
De hecho, una posible forma de interpretar las elecciones del 94 es precisamente que allí culminó un proceso que se venía dando en forma lenta pero inexorable: la transformación del Sur de ser un bastión Demócrata (muy, pero muy conservador) a ser un bastión Republicano. Pero yo dudo que el Partido Republicano pueda construir en el Sur una hegemonía similar a la que tuvieron los Demócratas. Al fin y al cabo, esa hegemonía funcionaba a partir de mecanismos que hoy son claramente condenados, en especial, la supresión del voto negro. Hay, sin duda, intentos de muchos grupos políticos por limitar el voto de los negros (y los hispanos) pero ya no están abrigados por el código racial que quedó en el Sur desde 1876. Además, el Sur se está volviendo gradualmente menos "excepcional." Ha aumentado la migración Norte-Sur y el proceso de urbanización sigue. Mi antiguo terruño es un ejemplo. El estado de Virginia se ha dio volviendo electoralmente más competitivo. Eligió dos gobernadores demócratas consecutivos y, caso prominente a nivel nacional, hace dos años mi distrito electoral (VA-5) eligió a un Demócrata (Tom Perriello, médico de Charlottesville) que, muy valerosamente, votó a favor de la reforma de salud. Ayer perdió. Pero dio la batalla, perdió por margen decoroso mostrando que los Demócratas pueden lograr cosas en el Sur (por lo menos en la parte norte del Sur) sin necesidad de disfrazarse de Republicanos.
Nota: Me encuentro ahora el mensaje que le envió Perriello a sus simpatizantes. Si más Demócratas hubieran tenido esa actitud, tal vez hoy no estaríamos hablando de las nuevas mayorías Republicanas.
3. Si yo tengo razón (y puedo estar equivocado) entonces el Partido Republicano va a tener que ser cuidadoso con sus mayoría de ahora. No podrá hacerse la ilusión de que van a durar para siempre. De modo que ahora al Partido Republicano se le plantean algunos dilemas interesantes. Buena parte dependerá de la dinámica entre el Partido Republicano y el así llamado Tea Party.
Es prematuro decir algo sobre qué tan bien la fue al Tea Party. Recordemos que el Tea Party no es un partido. Es más bien una tendencia dentro del Partido Republicano que ha sido capaz en algunos casos de movilizar gente de fuera del partido. Entonces cuando hablamos de victorias o derrotas del Tea Party hablamos de candidatos Republicanos que contaron con el apoyo de esta tendencia. En ese sentido, hubo dos victorias importantes en el Senado: Rand Paul de Kentucky y Marco Rubio de Florida. Ambos ganaron la nominación Republicana por encima de candidatos preferidos por el viejo establecimiento. Pero hubo derrotas también importantes: Sharron Angle en Nevada, Christine O´Donnell en Delaware (aunque se veía venir dese hacía rato) y, parece, Joe Miller en Alaska. Lo grave es que estas derrotas le costaron al Partido Republicano la mayoría en el Senado. De modo que habrá sectores más tradicionales del partido que culpen al Tea Party por haberle hecho despilfarrar al Partido la oportunidad de quedarse también con el Senado al nominar a candidatos tan extremistas que no tenían opción.
Pero Josh Marshall hace una observación muy pertinente: es bien probable, y tomará tiempo saberlo a ciencia cierta, que el Tea Party haya logrado victorias importantes en la Cámara. Si eso es así, es probable que el Tea Party sea aún más fuerte de lo que hoy parece. En cualquier caso, esto plantea una dinámica interesante:
El Tea Party es una expresión populista de derecha. Como tal, a veces adopta posturas antioligárquicas. Por ejemplo, la mecha que encendió este polvorín fue el rescate a los banqueros resultado de la crisis financiera del 2008. El Tea Party odia a Wall Street con una ferocidad que haría sonrojar a muchos socialistas. Pero, y aquí está lo fascinante del populismo, ese odio no lleva al Tea Party a formular una agenda antisistema. Al contrario, termina amalgamando ese odio con otros odios típicos de la derecha más tradicional, por ejemplo a los inmigrantes ilegales y, no siempre, pero a veces en forma soterrada, a los negros. Como tantos otros populismos de derecha, el Tea Party ha renunciado desde sus orígenes a articular un discurso que se nutra de las ciencias sociales modernas. Al contrario, acude a mitos fundacionales sobre la Constitución americana y la cultura judeo-cristiana. Por eso sus resentimientos económicos son, por así decirlo, transubstanciados (así como el pan se transubstancia en Cristo en la misa) en ataques a una "élite" cultural (el "establecimiento liberal" de la ciencia y la intelectualidad) muy difusa. (Hace rato quiero escribir en detalle sobre esto. Otro día...)
El resultado es una coexistencia extraña entre el Tea Party y los intereses plutocráticos de siempre del Partido Republicano. La pregunta es quién engaña a quién. El Tea Party cree estarse valiendo del prestigio electoral del Partido Republicano para avanzar su cruzada socio-cultural, pero a la vez los plutócratas del Partido Republicano se solazan en pensar que han logrado movilizar grandes sectores de la clase media empobrecida para defender los intereses de las grandes empresas. Habrá que ponerle atención a cómo se va desarrollando esa contradicción interna.
3. Lamentablemente, aunque aún los resultados electorales no se conocen del todo, es muy fácil predecir la reacción del Partido Demócrata ya que la tienen lista desde hace años. El Partido Demócrata siempre reacciona igual ante cualquier derrota: moviéndose a la derecha. Para el Partido Demócrata el más mínimo temblor electoral es señal de que se ha ido "muy a la izquierda." Cuando gana, interpreta la victoria como resultado de votantes moderados que lo apoyaron y que por lo tanto tiene que representar aquellos intereses. Cuando pierde, entonces es porque esos votantes moderados lo abandonaron porque se fue muy a la izquierda.
Yo hubiera dicho que la derrota fue precisamente porque el Partido Demócrata fue excesivamente cauto. Está bien, estoy dispuesto a creer que en la reforma de salud obtuvo lo mejor que podía y que si hubiera insistido más en la "opción pública" (es decir, crear una EPS pública que compitiera para mantener los precios a raya), no por eso habría logrado muchos réditos electorales. Puede ser pero no estoy seguro. Pero hay que tener en cuenta dos cosas:
Primero, los sectores electoralmente más desmovilizados en Estados Unidos son los que podrían votar más a la izquierda. Los sectores de bajos ingresos, los negros, los hispanos de reciente naturalización, votan a tasas más bajas que el resto del país. Hay muchas razones para esto, algunas tal vez fuera del control del Partido Demócrata. Pero en parte sí que incide el hecho de que el Partido no se muestra como una verdadera alternativa progresista.
Segundo, y tal vez más importante, aún dejando de lado el asunto de aquellos enclaves potencialmente de izquierda pero altamente abstencionistas, está el problema de la generación de discurso. Si hay un país del mundo donde la política se ha vuelto marketing es Estados Unidos. Pero a veces, y esto lo entiende mejor el Partido Republicano, la política no es solo ofrecer un producto sino proponer un lenguaje, una visión, es decir, darle a los ciudadanos las categorías conceptuales con las que van a "demandar un producto." Para hacer eso desde la izquierda hay que poner sobre la mesa términos para la discusión, cambiar el lenguaje mismo de la discusión. Para hacer eso sería necesario que el Partido Demócrata volviera a hablar de "solidaridad," de "justicia social" y cosas de esas y no simplemente de cómo hacerle algunos ajustes cosméticos al orden neoliberal existente. No se trata únicamente de buscar cuál es el "producto" que aceptan las clases medias y que es suficiente para que algunos que otros pobres que todavía se acuerdan de Johnson voten. De lo que debería tratarse es de crear un lenguaje político en el que se pueda mostrar que la clase media y los pobres tienen un futuro compartido, son una misma sociedad cuyos valores están siendo socavados por la nueva plutocracia. Pero, obviamente, para eso sería necesario que el Partido Demócrata se enfrentara a los mismos intereses económicos que lo financian.
Pero bien, me acabo de enterar de que uno de los sectores más damnificados de la derrota de ayer son, precisamente los autodenominados "Blue Dogs" Demócratas que hicieron lo posible por bloquear todas las reformas de Obama, que se aliaron todo el tiempo con el Partido Republicano y que insistieron todo el tiempo en que el Partido Demócrata debía irse más a la derecha. Como dice el refrán, así paga el diablo a quien bien le sirve...
4. Ojalá la gente no se deje obnubilar por los hechos de hoy tanto como para ignorar a quien es desde ya una figura histórica en la política norteamericana: Nancy Pelosi, la representante de California que fue Speaker de la Cámara durante estos cuatro años. Una de las mujeres más exitosas de la política de Estados Unidos y una de las pocas dirigentes Demócratas genuinamente progresistas. Sacó adelante la reforma de salud y fue, en general, muy eficaz a la hora de empujar su agenda legislativa. Ahora que tanto se habla del tema de la igualdad de género, espero que el feminismo la reconozca como una de las grandes exponentes de los avances de la mujer en política.
5. Se viene una época de inmovilismo político muy complicada. Justo cuando Estados Unidos necesita iniciativas audaces, los Republicanos en el Congreso van a lanzar una ofensiva obstruccionista tal vez sin precedentes. Por lo menos eso es lo que han anunciado. Habrá que ver si a la hora de la verdad se deciden a hacerlo. Pero si lo hacen, esto puede tener efectos gravísimos sobre la recesión. Ahora que tanto se habla del declive del imperio norteamericano, entrar un coma político como el que puede crearse es algo que refuerza esa percepción.
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