Los eventos de las últimas semanas se precipitan con demasiada rapidez para cualquier blogger, más para uno tan irregular como yo. Además son tantas las reacciones que es difícil ofrecer algo nuevo. De paso, eso explica en parte (muy pequeña) mis silencios prolongados como blogger. A veces, cuando formo mi reacción en torno a los eventos encuentro que ya esa misma reacción anda circulando en internet. Y yo no quiero que este blog sea simplemente para repetir lo que se dice en otras partes. Es inevitable repetir y muchas veces lo hago. Pero trato de escribir solo cuando tengo algo mío que decir, por absurdo que sea.
En fin, tras este preámbulo, un punto que yo no he visto estudiado a cabalidad. Hasta hace unos días, la derecha económica europea (y en particular la española) estaba diciendo que los últimos sobresaltos en los mercados se debían a la incertidumbre sobre las elecciones en Grecia. Pobre Grecia. Tener unas elecciones bajo amenaza permanente debe ser terrible. Estas elecciones me recordaban las elecciones nicaragüenses de 1990 cuando Violeta Chamorro ganó en buena medida por que la reelección de los sandinistas significaba la continuación de la agresión estadounidense. Nada raro que, dadas las condiciones, el gobierno de Samaras resulte un fiasco similar al de Chamorro.
Pero bueno, iba a algo distinto. Hoy los periódicos españoles amanecieron exhalando suspiros de alivio. ¡Grecia apuesta por el euro! ¡La calma vuelve! ¡España se va a salvar (y a clasificar a cuartos)! Bien, España sí clasificó a cuartos (aunque dejando dudas). Pero de resto, el alivio producto de las elecciones griegas duró aproximadamente veinte minutos. La interpretación de muchos keynesianos (que tiendo a compartir) es que los mercados no creen que se haya arreglado nada. Al fin y al cabo los prospectos de crecimiento anémico en el sur de Europa siguen idénticos y el riesgo de un colapso de Grecia se mantiene.
Lo que me extraña es esto. Durante los últimos años hemos visto que cada que un país en crisis lanza un plan de austeridad dizque para recuperar la confianza de los inversionistas (no solo en Colombia existe el mantra), los mercados reciben el plan encogiéndose de hombros durante cinco minutos para después reiniciar los ataques contra su deuda con la misma virulencia de antes. Es decir, los mercados no creen en que los planes de ajuste reanuden el crecimiento. Es como si, por así decirlo, los mercados fueran keynesianos. Pero, y aquí está lo raro, una cosa es la reacción anónima de los mercados y otra la de los individuos más conspicuos que forman parte de ellos. Casi todos los grandes dirigentes tanto del sector público y el sector privado se deshacen en elogios ante cada paquete de austeridad. Es una esquizofrenia rara. Estos grandes personajes son generalmente, ellos mismos, tenedores de bonos, inversionistas globales, en fin, la gente por cuyos escritorios pasa toda la información crucial de lo que después se destila en los "mercados."
Dicho de otra manera, es como si una cosa dijeran cuando tienen una cámara de TV al frente y otra muy distinta a la hora de invertir su dinero. ¿Han oído Uds. algún gran empresario (tal vez con la excepción de George Soros) pidiendo más gasto público y más inflación? No. Pero cuando los gobiernos les ofrecen lo que debería ser música para sus oídos, es decir, más austeridad y más restricción monetaria, deciden que aún así no vale la pena invertir. ¿Qué ocurre? No tengo ni idea.
Una opción puede ser que a los inversionistas modernos, después de todo, tampoco les interesa el crecimiento. Si el sur de Europa se hunde, siempre tendrán a los Tesoros alemán y americano para parquear sus fondos. Si esto es cierto, a ellos les tiene sin cuidado que determinadas economías no crezcan especialmente si pueden transferir el costo del bajo crecimiento a los trabajadores en forma de abaratamiento de despidos, cosa que están logrando.
Pero esta explicación tiene un defecto. Los inversionistas de hoy pueden parquear sus fondos en bonos muy sólidos (especialmente Alemania y Estados Unidos). Pero es un parqueo muy caro. Estados Unidos está obteniendo crédito de los mercados a tasas cercanas a cero. Uno se imaginaría que para uno de los grandes tiburones de los mercados financieros es mejor que haya varios países creciendo a ritmos satisfactorios en lugar de tener que escampar un aguacero de más de una década en T-bills.
Puede que haya otro ingrediente. Si uno es un acreedor le conviene que la inflación sea lo más baja posible. Y las actuales condiciones aseguran precisamente que la inflación esté contra el piso, incluso con riesgo de deflación. Entonces, a los grandes inversionistas de hoy les viene bien la actual combinación de bajo riesgo, bajos intereses y baja inflación. Les conviene lo primero y lo tercero, les perjudica lo segundo, pero en el neto consideran que esto es mejor que la alternativa.
No sé. Puedo estar profundamente equivocado. Pero si estoy en lo cierto, esto tiene una implicación muy importante. Supuestamente la justificación de tres décadas de reformas neoliberales era que el libre flujo de capitales era fundamental para el crecimiento. Pero esta noción depende crucialmente de que a los inversionistas de verdad les interese el crecimiento. Y es posible que con la actual primacía del capital financiero estemos descubriendo que no es así, que, por el contrario, aunque a algunos inversionistas les interesa el crecimiento (aquellos que producen bienes y servicios) a los intermediarios financieros no les interesa con el agravante de que éstos últimos son los que tienen la sartén por el mango. Preocupante.
Monday, June 18, 2012
Tuesday, June 5, 2012
La Encrucijada Española, Vista por Economistas "Apolíticos"
El Viernes pasado publicó El País un artículo de tres eminentes economistas españoles (Luis Garicano, Jesús Fernández-Villaverde y Tano Santos) que ha dado mucho de qué hablar no solo por los quilates de sus autores sino por la audacia de su contenido. Su relevancia va más allá de España ya que, como veremos, es una muestra del tipo de raciocinio económico imperante en muchas otras latitudes.
Mi favorito es el siguiente párrafo que discute lo que ocurriría ante una eventual salida de España del euro:
Primero, creo que vale la pena aclarar que el Euro se introdujo en el año 2002 (aunque ya venía operado como unidad contable desde 1999). Es decir, cuarenta y dos años después del final de la malhadada década de los 50 que tanto desvela a Garicano et al. No queda claro cómo la salida del euro vaya a volver a España a los 50 como si España no hubiera atravesado todo tipo de transformaciones económicas, políticas y sociales antes del euro.
Luego está el tema de la productividad. Bajo el euro España recibió durante años una inyección de capital sin precedentes. ¿A dónde fue ese capital? A la especulación inmobiliaria, al ladrillo. Es decir, el euro no fue capaz de revertir, ni siquiera de detener, el patrón de asignación de recursos de España que privilegia actividades no transables que requieren mano de obra no calificada. Aquella España de bajos ingresos y baja productividad es precisamente la que se está gestando en este momento bajo el sistema euro.
Yo no creo que el euro sea el único culpable de esta situación. Son muchos los factores que inciden en asignar recursos en una economía. La dependencia española del ladrillo tiene que ver con otras cosas más allá del euro. Pero por eso mismo resulta una falacia decir que la salida del euro llevará a todo un rosario de desastres que la entrada al euro no hizo nada para evitar.
A todas estas, ¿de dónde salió lo de la "nueva economía cerrada"? Nadie ha sugerido que España se cierre al comercio en caso de que saliera del euro. De hecho, en el corto plazo, quienes sugieren que España salga del euro lo hacen contando precisamente con que pueda reactivarse a partir del comercio internacional. Volviendo a lo que dije antes, cuando el euro entró en vigor, España ya era una economía bastante abierta.
El párrafo cierra con uno de mis temas favoritos: la creencia entre los economistas según la cual existen algunos mecanismos de mercado que son totalmente independientes del poder político. En esa visión de mundo, por un lado están sistemas "apolíticos" como el euro que dejan las cuestiones monetarias en manos de unos pocos expertos, y sistemas "politizados" que están sometidos a todo tipo de presiones políticas.
Si algo hemos aprendido en los últimos años es que los sistemas monetarios "neutrales" son tan politizados como cualquier otro. El euro ha propiciado una transferencia enorme de recursos hacia algunos sectores específicos (por ejemplo, inmobiliarios y bancarios), sectores muchas veces tan oligopólicos como los que los autores temen. Esa transferencia, ¿no es política? Esa transferencia no es fruto del azar, no ocurrió sin que nadie se diera cuenta. Al contrario, fue el resultado de esperar de la forma en la que estaba operando el euro. Es más, en muchos casos fue el resultado buscado por quienes estaban a cargo de la regulación bancaria y monetaria. ¿No es eso política? Está bien, no se trata ahora de "caciques locales." Pero sí de caciques continentales o globales que están perfectamente ligados al poder político y que no son ajenos a la chapuza, el chanchullo y el compadreo.
Más adelante el artículo desenvaina la espada y se lanza a hacer propuestas. En especial, propone la creación de un nuevo gobierno de consenso "compuesto por políticos competentes y técnicos intachables con amplios conocimientos de su cartera."
A buen entendedor pocas palabras. Se trata, en últimas de un gobierno de técnicos como el de Monti en Italia o el de Papademos en Grecia. (Se imagina uno que los autores tienen claro quiénes formarían parte del gabinete...) Pues bien, si hay una fórmula para volver a la España de los 50s es precisamente esa. Eso fue exactamente lo que hizo Franco cuando decidió volverle la espalda al fascismo económico y encarrilar a España por la senda liberal con la ayuda de los tecnócratas del Opus Dei.
Yo no tengo ni idea si España debe salir del euro o no. En este momento me parece que más vale que permanezca dentro. En todo caso, cada vez está más claro que un país puede quedarse por fuera del euro de un día para otro sin que medie ninguna decisión explícita sino simplemente en virtud de una estampida bancaria. Pero de todas maneras, el euro es simplemente una herramienta de política monetaria que, supuestamente, iba a profundizar la integración europea. Nada más. Si sirve, se debe mantener, si no, hay que estar listos a abandonarlo.
Mi favorito es el siguiente párrafo que discute lo que ocurriría ante una eventual salida de España del euro:
La esperanza que tienen los que sueñan con esta quimera (la salida del euro) es que España rebotaría en dos años. Y sí, tarde o temprano, lo haría. Pero esa España sería la España de los 50, con ingresos bajos, derivados del turismo, con baja productividad, bajos costes y con un control brutal ejercido por los caciques locales, que controlarían los monopolios de la nueva economía cerrada. Del control de cambios y de exportaciones, aparecería, como en Argentina, una nueva clase privilegiada, estrechamente ligada al poder, nacida del chanchullo, la chapuza y el compadreo.
Primero, creo que vale la pena aclarar que el Euro se introdujo en el año 2002 (aunque ya venía operado como unidad contable desde 1999). Es decir, cuarenta y dos años después del final de la malhadada década de los 50 que tanto desvela a Garicano et al. No queda claro cómo la salida del euro vaya a volver a España a los 50 como si España no hubiera atravesado todo tipo de transformaciones económicas, políticas y sociales antes del euro.
Luego está el tema de la productividad. Bajo el euro España recibió durante años una inyección de capital sin precedentes. ¿A dónde fue ese capital? A la especulación inmobiliaria, al ladrillo. Es decir, el euro no fue capaz de revertir, ni siquiera de detener, el patrón de asignación de recursos de España que privilegia actividades no transables que requieren mano de obra no calificada. Aquella España de bajos ingresos y baja productividad es precisamente la que se está gestando en este momento bajo el sistema euro.
Yo no creo que el euro sea el único culpable de esta situación. Son muchos los factores que inciden en asignar recursos en una economía. La dependencia española del ladrillo tiene que ver con otras cosas más allá del euro. Pero por eso mismo resulta una falacia decir que la salida del euro llevará a todo un rosario de desastres que la entrada al euro no hizo nada para evitar.
A todas estas, ¿de dónde salió lo de la "nueva economía cerrada"? Nadie ha sugerido que España se cierre al comercio en caso de que saliera del euro. De hecho, en el corto plazo, quienes sugieren que España salga del euro lo hacen contando precisamente con que pueda reactivarse a partir del comercio internacional. Volviendo a lo que dije antes, cuando el euro entró en vigor, España ya era una economía bastante abierta.
El párrafo cierra con uno de mis temas favoritos: la creencia entre los economistas según la cual existen algunos mecanismos de mercado que son totalmente independientes del poder político. En esa visión de mundo, por un lado están sistemas "apolíticos" como el euro que dejan las cuestiones monetarias en manos de unos pocos expertos, y sistemas "politizados" que están sometidos a todo tipo de presiones políticas.
Si algo hemos aprendido en los últimos años es que los sistemas monetarios "neutrales" son tan politizados como cualquier otro. El euro ha propiciado una transferencia enorme de recursos hacia algunos sectores específicos (por ejemplo, inmobiliarios y bancarios), sectores muchas veces tan oligopólicos como los que los autores temen. Esa transferencia, ¿no es política? Esa transferencia no es fruto del azar, no ocurrió sin que nadie se diera cuenta. Al contrario, fue el resultado de esperar de la forma en la que estaba operando el euro. Es más, en muchos casos fue el resultado buscado por quienes estaban a cargo de la regulación bancaria y monetaria. ¿No es eso política? Está bien, no se trata ahora de "caciques locales." Pero sí de caciques continentales o globales que están perfectamente ligados al poder político y que no son ajenos a la chapuza, el chanchullo y el compadreo.
Más adelante el artículo desenvaina la espada y se lanza a hacer propuestas. En especial, propone la creación de un nuevo gobierno de consenso "compuesto por políticos competentes y técnicos intachables con amplios conocimientos de su cartera."
A buen entendedor pocas palabras. Se trata, en últimas de un gobierno de técnicos como el de Monti en Italia o el de Papademos en Grecia. (Se imagina uno que los autores tienen claro quiénes formarían parte del gabinete...) Pues bien, si hay una fórmula para volver a la España de los 50s es precisamente esa. Eso fue exactamente lo que hizo Franco cuando decidió volverle la espalda al fascismo económico y encarrilar a España por la senda liberal con la ayuda de los tecnócratas del Opus Dei.
Yo no tengo ni idea si España debe salir del euro o no. En este momento me parece que más vale que permanezca dentro. En todo caso, cada vez está más claro que un país puede quedarse por fuera del euro de un día para otro sin que medie ninguna decisión explícita sino simplemente en virtud de una estampida bancaria. Pero de todas maneras, el euro es simplemente una herramienta de política monetaria que, supuestamente, iba a profundizar la integración europea. Nada más. Si sirve, se debe mantener, si no, hay que estar listos a abandonarlo.
Teorías Estructurales e Ideología
Este es un comentario totalmente esotérico. Es más que todo una nota para mí mismo ya que es parte de algo que estoy trabajando y que tomará tiempo.
Comencemos por ahora con la manida metáfora de Marx sobre la infraestructura y superestructura de la sociedad. Según esa metáfora, la infraestructura consiste en el conjunto de relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas de la sociedad, mientras que en la superestructura están cosas como el sistema jurídico, la ideología, la cultura, cosas de esas.
Es muy común interpretar esta metáfora como si la infraestructura fuera suficiente para explicar la superestructura y como si ésta última no fuera particularmente relevante: si conocemos la base económica de la sociedad, el resto se da por añadidura. Pero las estructuras físicas no son así. Los edificios tienen cimientos (infraestructura) que son muy importantes pero para ser edificios de verdad necesitan paredes, techos, ventanas. Si sabemos cómo están organizados los cimientos, eso no nos dice nada sobre las demás partes del edificio. Los mismos cimientos pueden ser compatibles con una gran variedad de diseños del edificio.
Este problema no aqueja únicamente al marxismo. Por ejemplo, en estos días he estado encontrando artículos de teoría de juegos donde se intenta formalizar el proceso de formación de identidades colectivas en función de las preferencias individuales. Una vez más, como si la "infraestructura" de las preferencias de los individuos fuera suficiente para explicar la "superestructura" de sus identidades colectivas.
Durante mucho tiempo yo mismo he operado con supuestos similares pero en estos días me he dado cuenta de que eso es absurdo. Si creemos que la infraestructura es suficiente para explicar la superestructura, estamos diciendo implícitamente que nosotros como observadores de un grupo social tenemos acceso a un nivel de comprensión de dicho grupo superior al nivel de comprensión de los participantes. Si se refiere a determinados patrones de acción, esto no tiene problema. Por ejemplo, un modelo económico puede lograr una claridad sobre los actos de muchos agentes en un mercado mayor que la que dichos agentes tienen.
Pero el problema es cuando se trata de desarrollar una teoría sobre cómo los agentes forman representaciones de sí mismos. No sé. No estoy para nada seguro de lo que estoy diciendo y puede que esté equivocado. Pero en principio me parece que hay algo sospechoso en un modelo que afirme poder explicar las representaciones que los individuos tienen de sí mismos sin ningún grado de incertidumbre, solamente basado en factores estructurales que operan a espaldas de esos mismos individuos. (Me dirán que los modelos de teoría de juegos están exentos de esta acusación porque están basados en preferencias individuales. Pero esto tiene también muchos problemas, empezando por la dificultad de definir preferencias de individuos antes de saber cuál es la identidad colectiva que van a adoptar.)
Resumiendo, si se trata de desarrollar teorías sobre las representaciones que las sociedades tienen sobre sí mismas, me parece razonable imponer como prueba ácida que la teoría, cualquiera que sea, debe dejar abierto un grado de contingencia, para reconocer que el observador no puede saber más que los participantes en estas materias.
Como les dije, es un punto puramente esotérico. Lo escribo para que no se me olvide. Espero desarrollarlo más adelante.
Comencemos por ahora con la manida metáfora de Marx sobre la infraestructura y superestructura de la sociedad. Según esa metáfora, la infraestructura consiste en el conjunto de relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas de la sociedad, mientras que en la superestructura están cosas como el sistema jurídico, la ideología, la cultura, cosas de esas.
Es muy común interpretar esta metáfora como si la infraestructura fuera suficiente para explicar la superestructura y como si ésta última no fuera particularmente relevante: si conocemos la base económica de la sociedad, el resto se da por añadidura. Pero las estructuras físicas no son así. Los edificios tienen cimientos (infraestructura) que son muy importantes pero para ser edificios de verdad necesitan paredes, techos, ventanas. Si sabemos cómo están organizados los cimientos, eso no nos dice nada sobre las demás partes del edificio. Los mismos cimientos pueden ser compatibles con una gran variedad de diseños del edificio.
Este problema no aqueja únicamente al marxismo. Por ejemplo, en estos días he estado encontrando artículos de teoría de juegos donde se intenta formalizar el proceso de formación de identidades colectivas en función de las preferencias individuales. Una vez más, como si la "infraestructura" de las preferencias de los individuos fuera suficiente para explicar la "superestructura" de sus identidades colectivas.
Durante mucho tiempo yo mismo he operado con supuestos similares pero en estos días me he dado cuenta de que eso es absurdo. Si creemos que la infraestructura es suficiente para explicar la superestructura, estamos diciendo implícitamente que nosotros como observadores de un grupo social tenemos acceso a un nivel de comprensión de dicho grupo superior al nivel de comprensión de los participantes. Si se refiere a determinados patrones de acción, esto no tiene problema. Por ejemplo, un modelo económico puede lograr una claridad sobre los actos de muchos agentes en un mercado mayor que la que dichos agentes tienen.
Pero el problema es cuando se trata de desarrollar una teoría sobre cómo los agentes forman representaciones de sí mismos. No sé. No estoy para nada seguro de lo que estoy diciendo y puede que esté equivocado. Pero en principio me parece que hay algo sospechoso en un modelo que afirme poder explicar las representaciones que los individuos tienen de sí mismos sin ningún grado de incertidumbre, solamente basado en factores estructurales que operan a espaldas de esos mismos individuos. (Me dirán que los modelos de teoría de juegos están exentos de esta acusación porque están basados en preferencias individuales. Pero esto tiene también muchos problemas, empezando por la dificultad de definir preferencias de individuos antes de saber cuál es la identidad colectiva que van a adoptar.)
Resumiendo, si se trata de desarrollar teorías sobre las representaciones que las sociedades tienen sobre sí mismas, me parece razonable imponer como prueba ácida que la teoría, cualquiera que sea, debe dejar abierto un grado de contingencia, para reconocer que el observador no puede saber más que los participantes en estas materias.
Como les dije, es un punto puramente esotérico. Lo escribo para que no se me olvide. Espero desarrollarlo más adelante.
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