Thursday, January 27, 2011

Derechos de Propiedad y Democracia: ¿Nace otro Mito?

Parte de mi trabajo es oír hablar a politólogos jóvenes lo cual generalmente es muy divertido e interesante. Casi siempre son gente inteligente, enterada de los últimos debates. Hoy no fue la excepción. Pero por eso mismo, mientras hablábamos con mi interlocutor, me surgió una pregunta que desde hace mucho me ronda la cabeza.

Viene haciendo carrera en la literatura sobre regímenes políticos la idea de que las democracias son más "respetuosas de los derechos de propiedad" que las dictaduras y que por eso pueden generar mejores resultados económicos. El subtexto es, obviament, que mientras más estables sean los derechos de propiedad, más posibilidades de inversión y, por tanto, más crecimiento. Cuando este debate trasciende a los debates de opinión pública, se convierte en un arma para atacar al gobierno que a uno no le guste. Así, hoy en día una de las formas más elegantes de criticar a un gobierno es decir que genera incertidumbre sobre los derechos de propiedad. (Resulta que ahora hasta Obama está recibiendo el tratamiento que antes se le reservaba a gobiernos tropicales.)

En fin. Por ahora me limito a una pregunta empírica. A mi me da la impresión de que en América Latina la inmensa mayoría de las dictaduras han sido muy respetuosas de los derechos de propiedad. La Revolución Cubana expropió, creo que Velasco Alvarado en Perú expropió y... pare de contar. Pinochet no expropió a nadie, Videla no expropió a nadie, Stroessner no expropió a nadie, Castelo Branco no expropio a nadie, y así sucesivamente. ¿Misterio? Por supuesto que no. Eran dictaduras cuya base de apoyo eran precisamente los grandes propietarios. Ni locos que fueran para expropiar a nadie. Esto es obvio para cualquiera cuyo juicio no se haya atrofiado por la literatura profesional reciente.

¿Estoy equivocado? ¿Tengo los datos erróneos? No lo creo. Si alguien sabe más al respecto, se lo agradecería. Pero por lo pronto creo que la literatura especializada está a punto de crear un nuevo dogma con pies de barro, como cosa rara.

Curiosamente, esto se relaciona, en forma un tanto remota, con el tema al que me refería hace poco. Una tradición de pensamiento político que podemos rastrear hasta Hobbes suele ver al Estado como un ente supérstite que, en virtud del monopolio de la fuerza, puede hacer y deshacer a su antojo a menos que se le impongan límites constitucionales. (Aunque esto último a Hobbes no le gustaba; el prefería las monarquías absolutas.)

Pero otra tradición, de la que Marx es un exponente pero no creo que el fundador (estoy casi seguro que es algo que viene de ensayistas franceses de la época de la Revolución) considera al Estado como un producto más de los intereses en conflicto en la sociedad. Desde ese punto de vista, uno no puede decir nada significativo sobre el Estado sin tomar en cuenta los itnereses a los que se debe.

Yo creo que la segunda vertiente tiene razón y me parece deplorable el auge de cierto neo-hobbesianismo en la ciencia política contemporánea. Cosas tan elementales como la distinción entre dictaduras plutocráticas y dictaduras que se originan en una revolución se pierden de vista de esa manera.

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