Wednesday, December 28, 2011
¡Feliz 2012!
Me voy de viaje unos pocos días. Volveré a comienzos de Enero. Para ese entonces tal vez tenga un poco más organizadas mis ideas que, como notarán han estado un poco dispersas en estos días. ¡Felices Fiestas!
El Socialismo en la Gran Recesión (3)
No quiero extenderme demasiado en esto de modo que no voy a ponerme a hacer todo el inventario de los aspectos políticos y económicos de la "ola neoliberal" de los últimos 30 años. Me limitaré más bien a discutir por qué, como resultado de dicha ola, la Gran Recesión no ha generado ninguna reactivación significativa en el movimiento socialista, que era el tema inicial.
Primero, pareciera como que la Gran Recesión, a pesar de ser profunda y prolongada, no es el tipo de evento que sacude el consenso social hasta los cimientos. Para empezar, es mucho menos seria que la Gran Depresión. Pero además, viendo las cosas más de cerca, si algo nos enseñó la Gran Depresión es que las crisis económicas del capitalismo no necesariamente se traducen en una movilización política en contra del capitalismo.
En este punto hay una discrepancia entre ambos lados del Atlántico. En Estados Unidos la Gran Depresión llevó al poder al Partido Demócrata liderado por FDR con sus propuestas del "New Deal." En Europa, en cambio, la Gran Depresión benefició a los partidos fascistas. Mi conjetura es que en ambos casos la secuencia temporal es mucho más compleja de lo que parece.
Creo que para entender los devastadores efectos políticos de la Gran Depresión en Europa hay que entender el impacto de la Primera Guerra Mundial. Fue una guerra mucho más devastadora que la que cualquier europeo vivo pudiera recordar. Además, fue una guerra a la que todos los bandos se lanzaron en medio de una exaltada movilización nacionalista propiciada por cada uno de los gobiernos. El espectáculo de millones de muertos en tierras europeas en una guerra que, después de los hechos, es percibida como irresponsable, aventurerista y, en últimas, fracasada, deslegitima buena parte del establecimiento político. Además, la postguerra desencadena la movilización de fuerzas rebeldes (socialistas, anarquistas y comunistas) en buena parte del continente que los gobiernos pueden contener pero no erradicar. De modo que cuando viene la Gran Depresión, las clases medias centro-europeas sienten que sus dirigentes no solo no han sido capaces de garantizarles la paz, sino que tampoco pueden garantizarles la continuidad del orden social en el que habían prosperado hasta 1913, los privilegios que habían obtenido en la edad de oro del capitalismo. No es tanto la crisis económica la que deslegitima a los gobiernos a los ojos de las clases medias. (Crisis ya había habido antes.) Es la combinación de la crisis con el colapso de todas las certezas políticas de las décadas anteriores.
Nada similar parece estar ocurriendo con la Gran Recesión. Puede que haya cierto escepticismo ante la competencia de los gobiernos de turno para manejar la crisis, pero las clases medias no ven que la Recesión amenace con destruir el orden sobre el que habían prosperado antes. Será cuestión de cinco años, una década de poco crecimiento y ya. Al final la economía se recuperará y todo seguirá bien. Es cuestión de apretarse el cinturón, cuidar el puesto, no hacer nada estúpido ni irresponsable y listo. Esa parece ser la actitud de las clases medias europeas.
¿Por qué insisto tanto en las clases medias? Porque son los pilares de estabilidad del orden político. Las crisis pueden tener efectos devastadores sobre los sectores populares. (Así fue la Gran Depresión.) Pero esos sectores rara vez tienen, por sí solos, la capacidad de movilizar opinión hasta el punto de liderar grandes transformaciones. Lo logran solo cuando los sectores "respetables" han perdido el control, como pasó en la Rusia menchevique, o antes, en la Francia girondina. De modo que mientras las clases medias mantengan su lealtad, o por lo menos su pasividad, ante el orden político existente, veo muy difícil que haya un terremoto político de grandes magnitudes.
Uno de los rasgos distintivos del capitalismo moderno es su capacidad para fragmentar los sectores políticos y económicos que podrían oponérsele. El proletariado de los tiempos clásicos del marxismo es hoy una mano de obra globalizada, deslocalizada y atravesada por todo tipo de divisiones en términos de nivel de cualificación, prospectos de carrera laboral, capacidad de atraer rentas en el mercado, en fin. Es difícil pensar en los trabajadores de hoy como un grupo coherente.
Por otro lado, es probable que estemos asistiendo a un cambio de época en la medida en que pareciera que estuviéramos entrando en la era de la "post-política." Es decir, la movilidad del capital ha redefinido en forma tan profunda el papel del Estado y de las instituciones democráticas que ya ni siquiera está claro que la victoria electoral o la captura de los aparatos del Estado sean el vehículo privilegiado de transformación social. Cada que la izquierda obtiene alguna victoria electoral (el Partido Laborista inglés en el 97, el Partido Socialista español en el 2004, el Partido Demócrata norteamericano en el 2008) una vez en el gobierno se ve obligada a tomar decisiones que más parecieran venidas de la derecha ideológica.
En parte esto es resultado del viejo proceso de transformación de los partidos políticos que, a medida que maduran, dejan de ser movilizadores de masas para convertirse en captadores de votos, en esencia, empresas de mercadeo político que en lugar de ofrecer visiones nuevas para la sociedad se dedican a mantener satisfechos a sus votantes reciclando las políticas que ya se han probado. Pero parte también se debe a la vulnerabilidad de los Estados ante los movimientos del capital financiero mundial. En la postguerra era claro que el capital se debía al Estado. Sin Estado no hay capital, punto. Como fruto del reconocimiento de esta realidad, el capital tenía que aceptar ciertas condiciones. Pero ahora el capital es el que impone las condiciones.
¿Por qué el capital ha sido tan exitoso en corroer el pacto político y social que lo constreñía? En buena medida porque la movilidad, la globalización, la financialización y demás innovaciones han creado un estrato bastante grande de ganadores que, dispersos en varios países del mundo, son capaces de impedir una reacción política global en contra del neoliberalismo con todo y la crisis descomunal que ha generado.
Como resultado de todo esto, el Estado-nación es cada vez menos eficaz como posible contrapeso del neoliberalismo. A veces pareciera que estuviéramos volviendo al modelo de gobernanza de la Liga Hanseática: una serie de ciudades-estado vinculadas por estrechos lazos comerciales. El Tercer Mundo es un ejemplo claro: Bogotá, Sao Paulo, México, Bombay, Kuala Lumpur, incluso Lagos, son ciudades que ofrecen excelentes plataformas de servicios para empresas y ciudadanos globales. (Aeropuertos de primer nivel, excelente conexión a internet, restaurantes de élite, comercio suntuario, en fin, todo lo necesario para ese mundo de los negocios globalizados.) ¿Qué ocurre en sus alrededores? Eso es otra historia. Pero ¿qué importa? ¿a quién le importa?
En parte por eso yo no logro angustiarme tanto como otros comentaristas acerca del espectro del resurgimiento de la ultra-derecha, especialmente en Europa. El tema de la inmigración, que es la bandera de esos movimientos, es un problema para los perdedores, para los que no pueden irse a ninguna parte y les toca quedarse a vivir en barrios que se vuelven cada vez más "oscuros." Pero los sectores influyentes, los que forman opinión y crean riqueza, no tienen ese problema. La inmigración les da acceso a mano de obra barata y comida étnica de gran calidad. Dicho más seriamente, la ultra-derecha neo-fascista tiene un problema similar al de la izquierda: en el nuevo orden político el control del Estado-nación ya no es lo que era antes. El tipo de movilización colectiva que hizo posible tanto al movimiento obrero de comienzos del siglo XX como su contraparte, los fascismos de distinto signo, ya no tiene la viabilidad que tenía en décadas anteriores.
Además, ya que estoy hablando de la ultra-derecha, en Europa en los años 30 el fascismo creció como respuesta a la izquierda anti-capitalista. Mientras esa izquierda fuera marginal, el fascismo era una cosa para veteranos de guerra borrachos. Es cuando crece la izquierda que las clases medias "respetables" optan por el fascismo. Y hoy no existe tal izquierda anti-capitalista. Mientras esto siga así, la ultra-derecha seguirá siendo lo que ha sido hasta ahora y lo que era en Europa en los 20s, un movimiento de perdedores, de estratos medios-bajos "resentidos" que sienten que el sistema de privilegios existente no les da ninguna oportunidad pero que tampoco están dispuestos a destruirlo porque eso implicaría aliarse con aquellos que están aún más abajo. Esa clase de movimiento no se vuelve "respetable" no es capaz de adquirir tribunas de formación de opinión o influir en círculos empresariales.
Me tengo que ir. Sigo después.
Primero, pareciera como que la Gran Recesión, a pesar de ser profunda y prolongada, no es el tipo de evento que sacude el consenso social hasta los cimientos. Para empezar, es mucho menos seria que la Gran Depresión. Pero además, viendo las cosas más de cerca, si algo nos enseñó la Gran Depresión es que las crisis económicas del capitalismo no necesariamente se traducen en una movilización política en contra del capitalismo.
En este punto hay una discrepancia entre ambos lados del Atlántico. En Estados Unidos la Gran Depresión llevó al poder al Partido Demócrata liderado por FDR con sus propuestas del "New Deal." En Europa, en cambio, la Gran Depresión benefició a los partidos fascistas. Mi conjetura es que en ambos casos la secuencia temporal es mucho más compleja de lo que parece.
Creo que para entender los devastadores efectos políticos de la Gran Depresión en Europa hay que entender el impacto de la Primera Guerra Mundial. Fue una guerra mucho más devastadora que la que cualquier europeo vivo pudiera recordar. Además, fue una guerra a la que todos los bandos se lanzaron en medio de una exaltada movilización nacionalista propiciada por cada uno de los gobiernos. El espectáculo de millones de muertos en tierras europeas en una guerra que, después de los hechos, es percibida como irresponsable, aventurerista y, en últimas, fracasada, deslegitima buena parte del establecimiento político. Además, la postguerra desencadena la movilización de fuerzas rebeldes (socialistas, anarquistas y comunistas) en buena parte del continente que los gobiernos pueden contener pero no erradicar. De modo que cuando viene la Gran Depresión, las clases medias centro-europeas sienten que sus dirigentes no solo no han sido capaces de garantizarles la paz, sino que tampoco pueden garantizarles la continuidad del orden social en el que habían prosperado hasta 1913, los privilegios que habían obtenido en la edad de oro del capitalismo. No es tanto la crisis económica la que deslegitima a los gobiernos a los ojos de las clases medias. (Crisis ya había habido antes.) Es la combinación de la crisis con el colapso de todas las certezas políticas de las décadas anteriores.
Nada similar parece estar ocurriendo con la Gran Recesión. Puede que haya cierto escepticismo ante la competencia de los gobiernos de turno para manejar la crisis, pero las clases medias no ven que la Recesión amenace con destruir el orden sobre el que habían prosperado antes. Será cuestión de cinco años, una década de poco crecimiento y ya. Al final la economía se recuperará y todo seguirá bien. Es cuestión de apretarse el cinturón, cuidar el puesto, no hacer nada estúpido ni irresponsable y listo. Esa parece ser la actitud de las clases medias europeas.
¿Por qué insisto tanto en las clases medias? Porque son los pilares de estabilidad del orden político. Las crisis pueden tener efectos devastadores sobre los sectores populares. (Así fue la Gran Depresión.) Pero esos sectores rara vez tienen, por sí solos, la capacidad de movilizar opinión hasta el punto de liderar grandes transformaciones. Lo logran solo cuando los sectores "respetables" han perdido el control, como pasó en la Rusia menchevique, o antes, en la Francia girondina. De modo que mientras las clases medias mantengan su lealtad, o por lo menos su pasividad, ante el orden político existente, veo muy difícil que haya un terremoto político de grandes magnitudes.
Uno de los rasgos distintivos del capitalismo moderno es su capacidad para fragmentar los sectores políticos y económicos que podrían oponérsele. El proletariado de los tiempos clásicos del marxismo es hoy una mano de obra globalizada, deslocalizada y atravesada por todo tipo de divisiones en términos de nivel de cualificación, prospectos de carrera laboral, capacidad de atraer rentas en el mercado, en fin. Es difícil pensar en los trabajadores de hoy como un grupo coherente.
Por otro lado, es probable que estemos asistiendo a un cambio de época en la medida en que pareciera que estuviéramos entrando en la era de la "post-política." Es decir, la movilidad del capital ha redefinido en forma tan profunda el papel del Estado y de las instituciones democráticas que ya ni siquiera está claro que la victoria electoral o la captura de los aparatos del Estado sean el vehículo privilegiado de transformación social. Cada que la izquierda obtiene alguna victoria electoral (el Partido Laborista inglés en el 97, el Partido Socialista español en el 2004, el Partido Demócrata norteamericano en el 2008) una vez en el gobierno se ve obligada a tomar decisiones que más parecieran venidas de la derecha ideológica.
En parte esto es resultado del viejo proceso de transformación de los partidos políticos que, a medida que maduran, dejan de ser movilizadores de masas para convertirse en captadores de votos, en esencia, empresas de mercadeo político que en lugar de ofrecer visiones nuevas para la sociedad se dedican a mantener satisfechos a sus votantes reciclando las políticas que ya se han probado. Pero parte también se debe a la vulnerabilidad de los Estados ante los movimientos del capital financiero mundial. En la postguerra era claro que el capital se debía al Estado. Sin Estado no hay capital, punto. Como fruto del reconocimiento de esta realidad, el capital tenía que aceptar ciertas condiciones. Pero ahora el capital es el que impone las condiciones.
¿Por qué el capital ha sido tan exitoso en corroer el pacto político y social que lo constreñía? En buena medida porque la movilidad, la globalización, la financialización y demás innovaciones han creado un estrato bastante grande de ganadores que, dispersos en varios países del mundo, son capaces de impedir una reacción política global en contra del neoliberalismo con todo y la crisis descomunal que ha generado.
Como resultado de todo esto, el Estado-nación es cada vez menos eficaz como posible contrapeso del neoliberalismo. A veces pareciera que estuviéramos volviendo al modelo de gobernanza de la Liga Hanseática: una serie de ciudades-estado vinculadas por estrechos lazos comerciales. El Tercer Mundo es un ejemplo claro: Bogotá, Sao Paulo, México, Bombay, Kuala Lumpur, incluso Lagos, son ciudades que ofrecen excelentes plataformas de servicios para empresas y ciudadanos globales. (Aeropuertos de primer nivel, excelente conexión a internet, restaurantes de élite, comercio suntuario, en fin, todo lo necesario para ese mundo de los negocios globalizados.) ¿Qué ocurre en sus alrededores? Eso es otra historia. Pero ¿qué importa? ¿a quién le importa?
En parte por eso yo no logro angustiarme tanto como otros comentaristas acerca del espectro del resurgimiento de la ultra-derecha, especialmente en Europa. El tema de la inmigración, que es la bandera de esos movimientos, es un problema para los perdedores, para los que no pueden irse a ninguna parte y les toca quedarse a vivir en barrios que se vuelven cada vez más "oscuros." Pero los sectores influyentes, los que forman opinión y crean riqueza, no tienen ese problema. La inmigración les da acceso a mano de obra barata y comida étnica de gran calidad. Dicho más seriamente, la ultra-derecha neo-fascista tiene un problema similar al de la izquierda: en el nuevo orden político el control del Estado-nación ya no es lo que era antes. El tipo de movilización colectiva que hizo posible tanto al movimiento obrero de comienzos del siglo XX como su contraparte, los fascismos de distinto signo, ya no tiene la viabilidad que tenía en décadas anteriores.
Además, ya que estoy hablando de la ultra-derecha, en Europa en los años 30 el fascismo creció como respuesta a la izquierda anti-capitalista. Mientras esa izquierda fuera marginal, el fascismo era una cosa para veteranos de guerra borrachos. Es cuando crece la izquierda que las clases medias "respetables" optan por el fascismo. Y hoy no existe tal izquierda anti-capitalista. Mientras esto siga así, la ultra-derecha seguirá siendo lo que ha sido hasta ahora y lo que era en Europa en los 20s, un movimiento de perdedores, de estratos medios-bajos "resentidos" que sienten que el sistema de privilegios existente no les da ninguna oportunidad pero que tampoco están dispuestos a destruirlo porque eso implicaría aliarse con aquellos que están aún más abajo. Esa clase de movimiento no se vuelve "respetable" no es capaz de adquirir tribunas de formación de opinión o influir en círculos empresariales.
Me tengo que ir. Sigo después.
Saturday, December 24, 2011
El Socialismo en la Gran Recesión (2)
Se me ocurre que de pronto Richard Nixon fue el primer presidente del siglo XXI. Muchas tendencias que hoy en día se han vuelto dominantes comenzaron en su tiempo. En materia doméstica, Richard Nixon es el artífice de la "Estrategia Sureña" del Partido Republicano que consiste en movilizar el resentimiento racial de las clases medias rurales del sur, abandonadas a su suerte por el hasta entonces dominante Partido Demócrata que optó por liderar la lucha por los derechos civiles. Si a veces les parece incomprensible la actitud del actual Partido Republicano ante la presidencia de Obama, su retórica estridente, su alarmismo, su fundamentalismo ideológico, etc, acuérdense de Richard Nixon y verán cómo las piezas encajan. Richard Nixon también se adelantó a su tiempo siendo pionero en el espionaje de ciudadanos americanos, interceptaciones y grabaciones ilegales, concentración de poder en el Ejecutivo, etc. ¿Dónde creen Uds. que aprendieron sus mañas Donald Rumsfeld y Dick Cheney? Pues si, en la Administración Nixon.
En algunos aspectos domésticos Nixon era todavía parte del consenso keynesiano de la época. El mismo decía que "ahora todos somos keynesianos." Contribuyó a aumentar la cobertura de salud, ante la presión legislativa del Partido Demócrata. Fijó controles de precios ante una amenaza inflacionaria. Hasta integró algunos colegios segregados.
No me interesa cuáles eran los principios políticos de Nixon (al parecer no tenía). Lo que me interesa aquí es señalar que sus cálculos de supervivencia política lo llevaron a tomar decisiones fundamentales en el largo plazo. En materia internacional tomó varias medidas que resquebrajaron el orden político y económico existente hasta ese momento.
Primero, Nixon enterró a Bretton Woods cuando puso fin a la convertibilidad en oro del dólar americano. De un plumazo, levó el ancla del sistema financiero internacional que ahora quedó al garete. (Cierto, Bretton Woods ya estaba enfermo antes. Como les decía, tengo que aclarar puntos aquí.) Como si fuera poco, en vista de que el Congreso norteamericano no le iba a aprobar un presupuesto de ayuda a sus amigos saudíes cuando más los necesitaba, optó por un mecanismo bastante nixoniano (es decir, sinuoso) para obtener el mismo resultado: les permitió decretar el embargo del petróleo con lo que los consumidores norteamericanos terminaron enviando millones de dólares a las arcas de los monarcas del golfo. Esos mismos petrodólares ahora quedaban disponibles para ser reciclados en el mercado financiero internacional por parte de agentes privados. Gol de taquito contra lo que quedaba del sistema multilateral de financiación del desarrollo.
Después, tuvo una idea genial. Se dio cuenta, a diferencia de los anticomunistas rabiosos de su partido, de que el "bloque comunista" no era tal y que Estados Unidos podía explotar las fisuras entre los dos colosos. Así, viaja a China y comienza el acercamiento del mayor mercado mundial con la mayor reserva de mano de obra barata en el mundo.
En sus ratos libres destruyó los prospectos del socialismo democrático en América Latina al derrocar a Allende y ayudar a la coordinación de la ultraderecha militar del Cono Sur. Como tenía el viento de la historia a su favor, el derrocamiento de Allende tiene efectos secundarios remotos e importantes: Enrico Berlinguer, el líder del Partido Comunista Italiano, entra en pánico ante el prospecto de un golpe similar en Italia y opta por pactar con la Democracia Cristiana.
La esfera comunista también empieza a tener problemas serios en esa época. El estancamiento económico de la Unión Soviética ya se había vuelto notorio para mediados de los 70s y, como ya lo mencioné en otra ocasión, casi que país por país en el "socialismo real" nos encontramos con lo mismo: a partir del 75 comienza el declive.
Por supuesto, no es que Nixon haya logrado todo el desmantelamiento del viejo orden. Simplemente resultó ser un político (tal vez un poco más sagaz que otros) a quien las circunstancias colocaron en el momento crítico. El hecho es que a partir de mediados de los 70 el sistema de la postguerra se resquebraja, dejando un vacío político e ideológico que es el que viene a llenar el neoliberalismo en los 80s. Ese es tema del próximo capítulo.
En algunos aspectos domésticos Nixon era todavía parte del consenso keynesiano de la época. El mismo decía que "ahora todos somos keynesianos." Contribuyó a aumentar la cobertura de salud, ante la presión legislativa del Partido Demócrata. Fijó controles de precios ante una amenaza inflacionaria. Hasta integró algunos colegios segregados.
No me interesa cuáles eran los principios políticos de Nixon (al parecer no tenía). Lo que me interesa aquí es señalar que sus cálculos de supervivencia política lo llevaron a tomar decisiones fundamentales en el largo plazo. En materia internacional tomó varias medidas que resquebrajaron el orden político y económico existente hasta ese momento.
Primero, Nixon enterró a Bretton Woods cuando puso fin a la convertibilidad en oro del dólar americano. De un plumazo, levó el ancla del sistema financiero internacional que ahora quedó al garete. (Cierto, Bretton Woods ya estaba enfermo antes. Como les decía, tengo que aclarar puntos aquí.) Como si fuera poco, en vista de que el Congreso norteamericano no le iba a aprobar un presupuesto de ayuda a sus amigos saudíes cuando más los necesitaba, optó por un mecanismo bastante nixoniano (es decir, sinuoso) para obtener el mismo resultado: les permitió decretar el embargo del petróleo con lo que los consumidores norteamericanos terminaron enviando millones de dólares a las arcas de los monarcas del golfo. Esos mismos petrodólares ahora quedaban disponibles para ser reciclados en el mercado financiero internacional por parte de agentes privados. Gol de taquito contra lo que quedaba del sistema multilateral de financiación del desarrollo.
Después, tuvo una idea genial. Se dio cuenta, a diferencia de los anticomunistas rabiosos de su partido, de que el "bloque comunista" no era tal y que Estados Unidos podía explotar las fisuras entre los dos colosos. Así, viaja a China y comienza el acercamiento del mayor mercado mundial con la mayor reserva de mano de obra barata en el mundo.
En sus ratos libres destruyó los prospectos del socialismo democrático en América Latina al derrocar a Allende y ayudar a la coordinación de la ultraderecha militar del Cono Sur. Como tenía el viento de la historia a su favor, el derrocamiento de Allende tiene efectos secundarios remotos e importantes: Enrico Berlinguer, el líder del Partido Comunista Italiano, entra en pánico ante el prospecto de un golpe similar en Italia y opta por pactar con la Democracia Cristiana.
La esfera comunista también empieza a tener problemas serios en esa época. El estancamiento económico de la Unión Soviética ya se había vuelto notorio para mediados de los 70s y, como ya lo mencioné en otra ocasión, casi que país por país en el "socialismo real" nos encontramos con lo mismo: a partir del 75 comienza el declive.
Por supuesto, no es que Nixon haya logrado todo el desmantelamiento del viejo orden. Simplemente resultó ser un político (tal vez un poco más sagaz que otros) a quien las circunstancias colocaron en el momento crítico. El hecho es que a partir de mediados de los 70 el sistema de la postguerra se resquebraja, dejando un vacío político e ideológico que es el que viene a llenar el neoliberalismo en los 80s. Ese es tema del próximo capítulo.
Friday, December 23, 2011
El Socialismo en la Gran Recesión
Reaparezco después de un prolongado silencio. Han pasado muchas cosas en estos días. En Colombia las FARC mataron 4 soldados, en Libia mataron a Ghaddafi, en España perdió el PSOE y ahora se murió Kim Jong Il. No sé si tenga tiempo de comentar alguno de estos eventos. Ya veré. Pero quería escribir algo distinto porque he estado pensando en estos días en asuntos de largo plazo. (De pronto logro convertir esto en un ensayo más adelante.)
Antes de continuar: Feliz Navidad!! Por si acaso no logro escribir nada antes del 31, Feliz Año Nuevo!!
Por ahora quiero organizar mis ideas respecto a una pregunta que circula hace bastante en el debate político: Por qué la mayor crisis del capitalismo en los últimos 70 años no ha servido para reavivar al socialismo? No esperen una respuesta coherente aquí. Simplemente ideas sueltas.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la actual crisis ocurre después de tres décadas de erosión de los pilares sobre los que se había cimentado el socialismo del siglo XX. Para entender este punto, volvamos un momento a lo que podría ser el fin de la edad de oro del socialismo del siglo XX: el año 1975.
Después de terminada la Segunda Guerra Mundial, el socialismo, en todas sus vertientes, se convirtió en una de las fuerzas políticas más relevantes del mundo. El periodo 1945-1975 es el periodo de más expansión geográfica del comunismo. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la única revolución comunista exitosa había sido la soviética. Después del 45, la ocupación del Ejército Rojo añade muchos más países a la esfera del "socialismo real" (para no hablar de los dos casos donde guerrillas comunistas domésticas derrotaron al fascismo sin soldados soviéticos: Yugoslavia y Albania). Solo 4 años después el país más poblado del mundo se vuelve comunista: China. Aunque se sigue discutiendo hoy en día, en retrospectiva queda claro que Stalin no tenía planes expansionistas tan ambiciosos como Occidente creía en aquel entonces. Aunque Stalin incidió un poco en la crisis de Corea (que, de todas maneras era una guerra civil), dejó muy claro que América Latina era parte del área de influencia de Estados Unidos, dándole a los partidos comunistas de la zona la instrucción de ser legalistas.
Pero, independientemente de los planes soviéticos, el movimiento comunista mundial siguió creciendo después del 45. Incluso, aunque la crisis del 56 lo fragmentó en forma irreversible, esta fragmentación tal vez tuvo el efecto neto de impulsar aún más su crecimiento, especialmente en el Tercer Mundo. Como si fuera poco, un movimiento que no era parte del movimiento comunista internacional (el M-26 cubano) viró rápidamente hacia el comunismo y comenzó a irradiar una enorme influencia no solo en América Latina sino en todo el mundo subdesarrollado.
El fracaso económico de la esfera comunista hacia finales de los 80 hace fácil olvidar que para 1975 casi todas las economías del "socialismo real" habían alcanzado registros de crecimiento económico, desarrollo e industrialización bastante notables. Con todas sus ineficiencias, la planificación central puede propiciar rápido despliegue de recursos en algunos sectores clave.
Pero el auge del socialismo iba mucho más allá del movimiento comunista. El comunismo era únicamente una facción m'as, tal vez la más radical y geopolíticamente influyente, pero en últimas pequeña, dentro de una amalgama de movimientos y partidos políticos de izquierda. En Europa Occidental los partidos socialdemócratas llegaban al poder rutinariamente, con mayorías notables. Incluso en Estados Unidos, el Partido Demócrata, profundizando las políticas del New Deal, es capaz de alcanzar sus mayores victorias electorales (la elección de Johnson en 1964).
A mi modo de ver, este "momento socialista" tiene dos componentes que le dan fuerza. Primero, las élites económicas de Europa Occidental, en buena medida como resultado del espectro comunista en sus fronteras orientales, estaba dispuesta a aceptar transacciones políticas con los movimientos obreros y socialistas que eran impensables antes de la guerra. En Europa del Sur este proceso ocurre con algo de retraso. Es necesaria la caída de las dictaduras fascistas de España y Portugal y la asimilación del Partido Comunista Italiano desde fines de los 60 dentro del sistema político.
En segundo lugar, el sistema de Bretton Woods logra crear un "cordón sanitario" en torno al mercado de divisas para que en las economías industrializadas la política cambiaria se convierta en una herramienta de estabilización de largo plazo, dejando libre la política fiscal para manejar el corto plazo con herramientas keynesianas. De contera, aunque es un efecto muy, pero muy importante, Bretton Woods logra establecer un mecanismo mediante el cual los principales acreedores de los estados son organismos multilaterales, en vez de ser, como lo habían sido históricamente y como lo volverán a ser después, agentes particulares. (Este es un punto que tengo que investigar más ya que tengo mis dudas sobre algunos detalles importantes. Cualquier contribución se agradecerá.)
Estos dos componentes tienen un triple efecto: paz social doméstica pactada con el movimiento obrero, financiación de dicha paz social mediante una presencia significativa del Estado, tanto en lo estructural (generador de empleo, propietario) como en lo coyuntural (estabilizador del ciclo económico), posición defensiva del capital que, restringido en sus movimientos y temeroso de un estallido político, acepta ahora los resultados de este arreglo.
Para 1975, todos los ingredientes de este esquema están o destruidos, o en vías de descomposición. Ese el tema del siguiente capítulo de esta serie.
Antes de continuar: Feliz Navidad!! Por si acaso no logro escribir nada antes del 31, Feliz Año Nuevo!!
Por ahora quiero organizar mis ideas respecto a una pregunta que circula hace bastante en el debate político: Por qué la mayor crisis del capitalismo en los últimos 70 años no ha servido para reavivar al socialismo? No esperen una respuesta coherente aquí. Simplemente ideas sueltas.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la actual crisis ocurre después de tres décadas de erosión de los pilares sobre los que se había cimentado el socialismo del siglo XX. Para entender este punto, volvamos un momento a lo que podría ser el fin de la edad de oro del socialismo del siglo XX: el año 1975.
Después de terminada la Segunda Guerra Mundial, el socialismo, en todas sus vertientes, se convirtió en una de las fuerzas políticas más relevantes del mundo. El periodo 1945-1975 es el periodo de más expansión geográfica del comunismo. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la única revolución comunista exitosa había sido la soviética. Después del 45, la ocupación del Ejército Rojo añade muchos más países a la esfera del "socialismo real" (para no hablar de los dos casos donde guerrillas comunistas domésticas derrotaron al fascismo sin soldados soviéticos: Yugoslavia y Albania). Solo 4 años después el país más poblado del mundo se vuelve comunista: China. Aunque se sigue discutiendo hoy en día, en retrospectiva queda claro que Stalin no tenía planes expansionistas tan ambiciosos como Occidente creía en aquel entonces. Aunque Stalin incidió un poco en la crisis de Corea (que, de todas maneras era una guerra civil), dejó muy claro que América Latina era parte del área de influencia de Estados Unidos, dándole a los partidos comunistas de la zona la instrucción de ser legalistas.
Pero, independientemente de los planes soviéticos, el movimiento comunista mundial siguió creciendo después del 45. Incluso, aunque la crisis del 56 lo fragmentó en forma irreversible, esta fragmentación tal vez tuvo el efecto neto de impulsar aún más su crecimiento, especialmente en el Tercer Mundo. Como si fuera poco, un movimiento que no era parte del movimiento comunista internacional (el M-26 cubano) viró rápidamente hacia el comunismo y comenzó a irradiar una enorme influencia no solo en América Latina sino en todo el mundo subdesarrollado.
El fracaso económico de la esfera comunista hacia finales de los 80 hace fácil olvidar que para 1975 casi todas las economías del "socialismo real" habían alcanzado registros de crecimiento económico, desarrollo e industrialización bastante notables. Con todas sus ineficiencias, la planificación central puede propiciar rápido despliegue de recursos en algunos sectores clave.
Pero el auge del socialismo iba mucho más allá del movimiento comunista. El comunismo era únicamente una facción m'as, tal vez la más radical y geopolíticamente influyente, pero en últimas pequeña, dentro de una amalgama de movimientos y partidos políticos de izquierda. En Europa Occidental los partidos socialdemócratas llegaban al poder rutinariamente, con mayorías notables. Incluso en Estados Unidos, el Partido Demócrata, profundizando las políticas del New Deal, es capaz de alcanzar sus mayores victorias electorales (la elección de Johnson en 1964).
A mi modo de ver, este "momento socialista" tiene dos componentes que le dan fuerza. Primero, las élites económicas de Europa Occidental, en buena medida como resultado del espectro comunista en sus fronteras orientales, estaba dispuesta a aceptar transacciones políticas con los movimientos obreros y socialistas que eran impensables antes de la guerra. En Europa del Sur este proceso ocurre con algo de retraso. Es necesaria la caída de las dictaduras fascistas de España y Portugal y la asimilación del Partido Comunista Italiano desde fines de los 60 dentro del sistema político.
En segundo lugar, el sistema de Bretton Woods logra crear un "cordón sanitario" en torno al mercado de divisas para que en las economías industrializadas la política cambiaria se convierta en una herramienta de estabilización de largo plazo, dejando libre la política fiscal para manejar el corto plazo con herramientas keynesianas. De contera, aunque es un efecto muy, pero muy importante, Bretton Woods logra establecer un mecanismo mediante el cual los principales acreedores de los estados son organismos multilaterales, en vez de ser, como lo habían sido históricamente y como lo volverán a ser después, agentes particulares. (Este es un punto que tengo que investigar más ya que tengo mis dudas sobre algunos detalles importantes. Cualquier contribución se agradecerá.)
Estos dos componentes tienen un triple efecto: paz social doméstica pactada con el movimiento obrero, financiación de dicha paz social mediante una presencia significativa del Estado, tanto en lo estructural (generador de empleo, propietario) como en lo coyuntural (estabilizador del ciclo económico), posición defensiva del capital que, restringido en sus movimientos y temeroso de un estallido político, acepta ahora los resultados de este arreglo.
Para 1975, todos los ingredientes de este esquema están o destruidos, o en vías de descomposición. Ese el tema del siguiente capítulo de esta serie.
Subscribe to:
Posts (Atom)