Monday, April 11, 2011

Lamentos de un Bogotano Raizal

Siempre me ha gustado Bogotá. Desde antes de que se pusiera de moda gustarle a uno Bogotá. Desde cuando todos odiaban a Bogotá. Desde antes del apagón del 92 (y durante, y después). Pero una cosa que ahora aprecio más en Bogotá, algo que he venido a valorar más desde que vivo por fuera, son los cerros. Conste que no soy de largas caminatas al aire libre. Pero aún sin serlo, no me dejan de admirar. No son cerros, eso es exceso de modestia de los bogotanos. Son unas verdaderas montañas, unas moles imponentes. Los bogotanos parecen no darse cuenta de que es una de las pocas grandes metrópolis del mundo que tiene ahí al lado, como pared oriental semejante vista maravillosa. Bogotá tiene muchas cosas muy buenas, pero de entre tantas cosas buenas, una de las más exclusivas, únicas, son sus cerros.

Bien, todo esto lo digo porque cada vez se nota más cómo en Bogotá se está dilapidando ese patrimonio. Si, todos hemos sido cómplices. Estoy escribiendo esto desde un apartamento en Chapinero Alto. Pero en mi defensa puedo decir que Chapinero Alto se pobló hace décadas y que la altura de sus edificios mal que bien preserva algo de estética. En cambio los torreones que se han construido en los últimos años son un atropello.

¿Es que acaso el gran problema de Bogotá era la escasez de vivienda de estratos 6,7 y 8? Habiendo tantos problemas de vivienda en la ciudad, habiendo tantas zonas con un parque inmobiliario horrible que podría desarrollarse y, si, permitiéndole ganancias a los constructores, ¿por qué había que dar esas licencias de construcción justo en los cerros para hacer edificios gigantescos, carísimos, generalmente al lado de tugurios por lo que nadie se preocupó? Estamos regalándole un tesoro de la ciudad a unos cuantos constructores y a los privilegiados inquilinos de ahí que van a tener "una vista del carajo" a expensas de los demás.

Ay! Si Bogotá estuviera gobernada por el Polo Democrático, nada de esto sucedería!

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