Wednesday, April 27, 2011

A Veces Detesto a Colombia (A Propósito del Caso Soacha)

Los lectores habituales de este blog saben que a mí el asunto del patriotismo no me va muy bien. Yo le hago fuerza a la Selección Colombia cuando juega y canto el Himno Nacional cuando toca (aunque me parece ripiosísimo y la música tampoco es que me impresione tanto como se supone que debe). Nunca renuciaré a la nacionalidad colombiana aunque llevo muchos años viviendo por fuera. Todos los días cuando comienzo mi rutina de prensa por internet, el primer periódico que veo es colombiano. Cuido con primor las inflexiones bogotanas de mi español y quiero creer, por lo menos así me lo dicen, que cuando hablo con algún viejo conocido se me oye exactamente igual al día en que me fui. Aquí ya he consignado mucho de lo que siento por mi segundo país (Estados Unidos) pero tengo claro que nunca seré "gringo." Soy colombiano y punto.

A diferencia de la famosa canción, no estoy seguro de que esté orgulloso de ser colombiano. Pero es por la sencilla razón de que yo no hice nada para serlo. Pero si no estoy seguro de sentir orgullo, sí estoy seguro de que nunca he sentido ni sentiré vergüenza al respecto.

Me encantan muchas cosas de Colombia, voy todos los años, casi siempre más de una vez. Es, para usar el cliché, el único sitio donde me siento en casa. Si refunfuño y critico es porque esa es mi forma de expresar cariño. Como decía mi nuevo paisano y antiguo vecino (de no ser por dos siglos de diferencia) Thomas Jefferson, "dissent is the highest form of patriotism" ("el disenso es la forma más elevada del patriotismo").

Pero hay días que todo esto se viene abajo. Recientemente he estado leyendo y escribiendo sobre el caso de los "falsos positivos" y, debo confesarlo, todo esto es tan grotesco, tan monstruoso que por momentos siento que no puedo querer al país donde ocurren esas cosas.

Comencemos por el principio. Según cifras cautas, puede haber hasta 1500 muertos por cuenta de este caso. Mil quinientos! Entre ellos hay menores de edad. Uno de los asesinados de Soacha tenía 16 años.

En el inventario de atrocidades de América Latina hay de todo. Genocidios, como el de Maximiliano Hernández contra los indígenas en El Salvador (30 000 muertos) o el de Trujillo contra los haitianos en la "Masacre del Perejil" (otras 30 000 víctimas). Masacres sistemáticas, cercanas al genocidio, como las del ejército guatemalteco en los 80s. Aniquilación de aldeas, incluyendo mujeres, ancianos y niños, como la del El Mozote en El Salvador (más de mil muertos). Desapariciones (20 mil argentinos, por ejemplo), torturas, fosas comunes, en fin, la lista es larga. Muchas de esas cosas han pasado también en Colombia.

Pero aún en ese contexto, este caso de los "falsos positivos" se destaca. Colombia no se inventó esta modalidad. En Guatemala era muy común durante la guerra. Pero lo que hemos visto acá es el "perfeccionamiento" de esta práctica, elevada a una operación sistemática, comercial, eficiente, una empresa que incluía al reclutador, a los del transporte, a los del retén falso donde arrestaban a las víctimas, a los miembros del ejército que los ejecutaban, y así sucesivamente. Incluso, según testimonio de las madres, hubo toda clase de trabas para reportar las desapariciones ¿será que el operativo tenía tentáculos en las fiscalías y oficinas de Medicina Legal? Es solo una pregunta. No sé. Me atrevería a decir que es la peor atrocidad perpetrada por el Ejército de Colombia en los últimos treinta o cuarenta años (después de acabada La Violencia de los 50s) y una de las peores atrocidades de cualquier ejército latinoamericano; una mácula que ensombrecerá por años el nombre del país.

Pero más deprimente que los hechos, es pensar en las condiciones que los posibilitaron. En primer lugar, un ejército que desde hace años mantiene nexos con grupos paramilitares. A eso se añaden ocho años de políticas deliberadas para estrechar aún más esos nexos (las "redes de informantes", las "recompensas"). Encima, un presidente para el que todo el que hable de derechos humanos es un terrorista y para el cual mientras más oscura sea la trayectoria de un oficial, más le gusta.

Luego la marginalidad. Desde hace años vengo oyendo de los bogotanos cómo ha mejorado la ciudad. Sí. De acuerdo. Muchas cosas han mejorado. Pero llevo 17 años de no vivir en Bogotá y cada que voy veo que el Parque de la 93 está más bonito, la Zona T tiene nuevos restaurantes, y así sucesivamente, pero que en cambio Soacha, Ciudad Bolívar y otras zonas similares están exactamente igual o peor a como estaban cuando me fuí, solo que ahora con internet. (Al mejoramiento de las condiciones de vida de allí ha contribuído más Silicon Valley que todos los gobiernos colombianos.) Si. Ya sé. No todo es malo. Cada alcaldía ha tratado de hacer cosas. Pero es que el problema va más allá de las alcaldías. En un país que produce marginales, desempleados y desplazados por millares, no hay nada que una buena alcaldía pueda hacer.

Mil quinientos muertos. En Cuba, una dictadura de puño de hierro inaceptable, hay algo así como 200 prisioneros de conciencia. Es un país cuyo gobierno mantiene a su población con niveles de vida muy por debajo de los que podría alcanzar con un poquito de sensatez. Es un régimen bajo el que muchísimos colombianos no quisieran vivir. (Me incluyo.) Pero me atrevo a apostar que las señoras cubanas de los barrios más pobres no tienen miedo de que un día venga un reclutador a llevarse a sus hijos para que el Ejército los mate como parte de un negocio.

Mil quinientos muertos. La Semana Santa estuve de paseo por varios pueblos en Colombia. Vi las patrullas del Ejército saludando a los viajeros. Muchachos uniformados, de buen semblante y buena disposición. Me siento mal por lo que voy a decir pero no puedo evitarlo: en más de una ocasión me pregunté "¿y si alguno de estos participó en un 'falso positivo'?" Me siento mal porque estoy seguro de que la inmensa mayoría del Ejército es inocente y está avergonzada por lo que ocurrió. Muchos de ellos arriesgan la vida honorablemente, para defender a un país que no les devuelve el favor. Pero es que cuando uno empieza a pensar en los "falsos positivos" no puede parar.

Cerca al Salitre hay una glorieta con una estatua que representa un ave (un condor, supongo) sobre una columna. Nunca me he detenido a ver qué es. Pero la ubico como el primer sitio por el que pasé después de haberlo visto en el periódico asociado a una noticia de alcance nacional: allí fue donde apareció el cadáver de José Raquel Mercado, asesinado por el M-19. Después vinieron otros hechos de impacto, casi todos asociados al M-19 y sus tácticas mediáticas (y relativamente incruentas): el robo de armas del Cantón Norte, la toma de la Embajada Dominicana, cosas así. (Claro, había combates también, como en Corinto.) Pero aún contra ese telón de fondo, el asesinato de Lara Bonilla lo recuerdo como un sacudón sin precedentes. (Yo estaba muy pequeño cuando mataron al General Rincón Quiñones.) Ahora también mataban ministros (para acabar de completar yo, como tantos adolescentes bogotanos de la época, era galanista). Algo había cambiado en el país, para siempre. Por lo menos eso creía yo con algo de ingenuidad.

Luego se vino el alud. Estudié con el hijo de Hernando Baquero Borda (a quien, si lee estas líneas, le envío un saludo) y todavía recuerdo el estupor que sentí cuando oí la confirmación de que era él, con nombre y dos apellidos, el asesinado. Estaba solo en Atenas cuando me enteré por azar del asesinato de Guillermo Cano. (No sé por qué me acerqué a ver titulares de prensa a un kiosco ese día, de camino a la Acrópolis.) Por eso no me tocó toda la conmoción que el caso generó (y que merecía). Pero sí me acuerdo del asesinato de Jaime Pardo Leal. Estaba en Villavicencio el día que mataron al senador Pedro Nel Jiménez. Volví a Villavicencio pocos días después del asesinato de Carlos Kovacs, presidente de la Asamblea del Meta. (El Meta era un bastión de la UP.) Las masacres: Segovia, La Mejor Esquina, La Rochela entre otras muchas. El redoble macabro de las muertes de la UP, una a una. Hoy un concejal en el Tolima, mañana un activista en Antioquia, pasado mañana un congresista... Hector Abad Gómez. Si mataron a Hector Abad Gómez, pensaba yo, prohombre del Partido Liberal de Antioquia ¿a quién no van a matar? ¿quién está seguro? Los candidatos presidenciales: Galán, Jaramillo (mi favorito), Pizarro. Las bombas narcoterroristas: Bulevar Niza un Día de la Madre (difícil imaginar mayor atrocidad), el DAS, el Espectador, el avión de Avianca.

En fin, paro la lista porque se me podría ir todo el día. (Aunque debo incluír a Antonio Roldán Betancur, gobernador de Antioquia, a Carlos Mauro Hoyos, Procurador, y a los líderes campesinos de Cimitarra, encabezados por Josué López, que cayeron abatidos cuando estaban en compañía de Silvia Duzán.) Al fin y al cabo, solo quería mencionar los de finales de los 80s y comienzo de los 90s. La razón por la que la empecé es porque en cada uno de esos eventos, siempre oía lo mismo: "este país no puede seguir así," "ahora sí que tocamos fondo," "tiene que venir un cambio," cosas de esas.

Pues bien, ya estoy más viejo, ya han pasado más de veinte años y constato que el país siguió así. Por eso, ahora cuando ocurre lo de Soacha ya ni digo ni oigo a nadie decir que "ahora sí tocamos fondo." Muy seguramente el país va a seguir así después de Soacha. Ya casi nadie habla de Soacha. Ahora el tema son los Nule. Como aprendió Pinochet en su vejez, la gente perdona los asesinatos pero no la corrupción. Matar tres mil disidentes en Chile no tiene problema. Abrir una cuenta en Suiza sí. Mil quinientas ejecuciones extrajudiciales por cuenta del ejército, como parte de un operativo de "recompensas," no son mayor cosa. Unos fondos malversados sí pueden tumbar gobiernos.

Eso es lo que a veces me hace detestar a Colombia. La sensación de que a la historia de Soacha le va a pasar lo que a sus víctimas: va a terminar en una fosa común. Esa fosa común donde están las demás atrocidades del país, muchas sin nombre, que la abrimos para echar la próxima atrocidad y luego la cubrimos mal y a prisa. ¿Y si la podredumbre ya no cabe? ¿Y si hiede ya hasta de lejos? Pués para eso está el aguardiente bien anisado. ¿No ve que Colombia es una verraquera?

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