Wednesday, May 23, 2012

Resuelto el Misterio de la "Traición" de Santos

Sigo con el tema de los uribistas traicionados ya que, al parecer, se necesitan dos columnas por semana en El Espectador para que ellos puedan dar rienda suelta a su dolor. Ayer se me quedó entre el tintero un tema que de vez en cuando genera intriga entre los comentaristas políticos colombianos. ¿Por qué, si Santos está haciendo un gobierno distinto al de Uribe, es tanto o más popular que aquel?

La explicación es muy sencilla pero antes quiero insistir sobre algo que escribí ayer. El gobierno Santos es de derecha, punto. No se ha desviado en casi nada de los lineamientos de Uribe. En materia económica le apuesta al mismo modelo exportador de recursos naturales, apuntalado por la inversión extranjera. En materia de orden público sigue la ofensiva frontal contra las FARC solo que ahora dice que, de pronto, en una de esas, tal vez, si se dan las condiciones, está dispuesto a explorar la posibilidad de iniciar acercamientos con el fin de explorar la posibilidad de iniciar acercamientos con el fin de explorar la posibilidad... En materia de relaciones internacionales sigue su alineamiento absoluto con los Estados Unidos y así sucesivamente. Lo que ocurre es que, en cada uno de estos frentes se dio cuenta de que su antecesor estaba llevando esos lineamientos a extremos peligrosos.

Normalmente a un gobernante de derecha (o de izquierda) no le gusta que le formen toda una red de economía ilegal y criminal en zonas mineras del país. Normalmente a un gobernante de derecha le gustaría dejar abierta la posibilidad para que, si resulta que es más fácil y barato acabar una guerra dialogando, lo pueda hacer. Normalmente a un gobernante de derecha no le gusta meter al país en conflictos regionales con vecinos con los que tiene abundantes lazos comerciales. Es decir, el gobierno de Santos es un gobierno de derecha pero pragmático mientras que el gobierno de Uribe era de fanáticos de extrema derecha.

Con esto llegamos al meollo del "misterio" de por qué Santos puede seguir siendo popular a pesar de que se ha distanciado de Uribe. Fácil. Porque Uribe era popular pero no representativo. Me explico.

Uribe, como buen finquero, manejaba la opinión pública como los caporales manejan el ganado: empujando desde atrás. Cuando Uribe llevaba la voz cantante, sus políticas resultaban apoyadas por abrumadoras mayorías. Pero eso no quiere decir que todos los colombianos estuvieran de acuerdo con los detalles de sus políticas, o que no prefirieran otras alternativas similares aunque un poco más moderadas.

Fijémonos en el caso paradigmático de las FARC. La inmensa mayoría de la opinión pública está en contra de las FARC y quiere que se acabe la guerra. Pero al parecer son pocos los colombianos que comparten con Uribe y su séquito ese belicismo insaciable del que siguen dando muestras. Para los uribistas la ofensiva militar no es un medio para alcanzar el fin de acabar con las FARC. La ofensiva militar es el fin en sí mismo. Ellos prefieren una guerra de diez años a una paz negociada en dos años. En su visión milenarista el enfrentamiento con Venezuela no es un costo sino un beneficio. Para ellos, una solución al conflicto que no requiera miles de muertos y bombardeos no merece la pena considerarse. No de otro modo se explica que acusen a Santos (¡a Santos!) de entregarle el país a la guerrilla. Por eso la van tan bien con los "neo-cons" de Estados Unidos para los que lo bueno de las diferencias internacionales es que dan la ocasión para bombardear otros países.

Esa clase de sectas (porque eso es lo que son) casi nunca son representativas de la opinión pública de un país. Si están en el poder es posible que gocen de popularidad en la medida en que la gente perciba que, independientemente de su fanatismo, están haciendo un trabajo que los ciudadanos creen que se debía hacer. Si se les da suficiente tiempo en el poder pueden llegar a irradiar su fanatismo a toda la opinión causando mucho más daño. Pero en Colombia ese no parece haber sido el caso.

Entonces, no hay misterio. Simplemente la opinión pública ve ahora a un gobierno menos fanático que el anterior, que de todas maneras tiene los mismos propósitos solo que está dispuesto a tratar por otros medios. A todas estas, no hay que olvidar que, finalmente, Uribe ¡no acabó con las FARC! De manera que tampoco es que sus métodos resultaran tan maravillosos.


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