Por allá en el 2006 tuve la buenísima suerte de hallarme en Bogotá para el concierto de Manu Chao. (Si Uds. estaban por allá seguramente me vieron: yo era el de las canas.) Yo admiro muchísimo a Manu Chao aunque mentiría si dijera que sigo todas sus andanzas. Me parece un síntoma preocupante de la situación de la música colombiana el que una de las canciones más lúcidas sobre el país (El Señor Matanza) sea obra de un francés. Allí tienen de todo, inclusive, quince años antes, los "falsos positivos." Pués bien, en aquel concierto en Bogotá, en época preelectoral, Manu Chao volvió a cantar "El Señor Matanza." Pablo Escobar llevaba ya doce años muerto pero Chao entendió perfectamente, y así lo dijo, que la canción conservaba su plena vigencia. (¿Cuántos periodistas colombianos que viven en Colombia y que cubren a Colombia por oficio lo entienden?) Eso me reavivó una pregunta que hace rato me da vueltas en la cabeza: la relación entre mafia y democracia. Como no soy estudioso del tema, lo que vienen son conjeturas.
Sigue después del cambio de página.
Cuando a mí me preguntan sobre hacia dónde va Colombia en el exterior (hay incautos que creen que porque yo soy colombiano voy a tener una buena respuesta), digo que la Colombia "post-conflicto," para usar el término favorito de la Administración Uribe, se va a parecer bastante al Mezzogiorno italiano. Durante la Segunda Guerra Italia generó lo que a la postre sería tal vez el mejor Partido Comunista del mundo. Se trataba de un partido bastante independiente de Moscú, ideológicamente flexible y, lo más importante para nuestros efectos, con bases sociales propias, muy comprometidas y organizadas. En su apogeo llegó a ser (brevemente) el partido político más grande de Italia. Una de las estrategias de las que se valieron las élites italianas para contener el avance del PCI, especialmente en el Sur (Mezzogiorno), fue una alianza simbiótica con la Mafia mediante la cual, en tiempos de "guerra" la Mafia le hacía favores a la Democracia Cristiana (digamos, intimidar sindicalistas) y en tiempos de "paz" la Democracia Cristiana le hacía favores a la Mafia (digamos, darle contratos públicos). ¿Les suena familiar el cuadro?
Esto tiene varias ramificaciones. Por un lado, produce enormes ineficiencias económicas. Por otro, como es obvio, genera un clima muy difícil para las fuerzas de oposición. Pero además, en lo que hace a este último efecto político, hay un punto adicional que fue en el que me quedé pensando hoy.
Por poderosa que sea una mafia, es muy poco probable que logre cooptar todo el Estado. Al contrario, siempre habrá sectores del Estado encargados de combatirla. Entonces esto genera un alinderamiento de fuerzas bastante curioso: en las zonas donde opera este complejo mafioso-contrainsurgente cada uno de los bandos, es decir, los poderes locales y las fuerzas de oposición, tiene un aliado en el Estado central. Pero esto quiere decir, en el caso extremo, que dichas fuerzas de oposición terminan por adoptar el lenguaje, la lógica y los imperativos del Estado.
Me explico. Desde un punto de vista puramente intelectual, uno podría decir que algunos de los factores más perturbadores de la violencia política en Colombia tienen que ver con el tránsito a un modelo exportador de recursos naturales. El desplazamiento y la concomitante concentración de tierras, la violencia anti-sindical son tal vez los dos casos más visibles. (Dije "algunos de los factores" porque, al fin y al cabo, las FARC son otro factor.) Por consiguiente, siempre desde ese plano teórico, intelectual, digamos, por poner un ejemplo al azar, el de un profesor de ciencia política en una universidad gringa, uno podría decir que para oponerse frontalmente a dicha violencia sería necesario oponerse al modelo económico que la genera.
Pero si nos salimos de la torre de marfil de ese hipotético profesor de ciencia política, nos encontramos con que ese tipo de oposición frontal es muy difícil y que en cambio es más fácil acudir a aquellos sectores aliados dentro del Estado en busca de protección. Las organizaciones de derechos humanos y sus interlocutores en el Poder Judicial, las ONGs y sus financiadores desde los distintos ministerios y la omnipresente Acción Social, son solo algunos ejemplos. Es decir, el problema original tiene que ser traducido en términos que dichos sectores del Estado puedan entender y procesar. Pero resulta que ni el Poder Judicial ni Acción Social están interesados ni capacitados para cambiar el modelo agroexportador colombiano. Eso solo se logra ganando luchas políticas en otros lados.
Se me ocurre un paralelo histórico que no tiene que ver con las mafias pero sí con el ejercicio de prácticas intimidatorias violentas a nivel local: el caso de la población negra del Sur de los Estados Unidos. El segregacionismo del Sur tenía muchos componentes pero hay dos que vale la pena destacar en este contexto. Por un lado, fragmentaba al movimiento obrero ya que volvía prohibitivamente costoso para los trabajadores blancos aliarse con los negros (así quisieran, no hay que subestimar el racismo popular). Por otro lado, le permitía a las élites blancas mantener un Estado del bienestar raquítico, aún para estándares norteamericanos. El Ku Klux Klan cumplía una función similar a la de nuestros "paras" o a la de la Mafia italiana a la que ya me referí: era la fuerza de choque encargada de apuntalar el sistema por la fuerza cuando fuera del caso.
Esa situación le planteó un dilema severo a la dirigencia política negra, dilema que dura hasta hoy. Si adoptaba una estrategia "radical" (en el sentido de ir a la raíz del problema), terminaría lanzando una lucha en contra del modelo económico sureño, cosa bastante complicada. En cambio, era más fácil y con mayores réditos políticos lanzar una lucha por los derechos civiles, para lo cual contaba con la alianza de los sectores tolerantes del Norte. Las ganacias políticas fueron enormes, probablemente se trata del movimiento de masas más exitoso de la historia de Estados Unidos. Pero, como muchos dirigentes negros lo han visto con el tiempo, esas ganancias políticas se tradujeron en un progreso lentísimo en las condiciones económicas de la población negra.
En fin, ya me extendí mucho. Perdonen la incoherencia. De pronto vuelvo a este asunto con más claridad después.
Monday, July 12, 2010
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Desde donde pelearla, desde donde poner el cuerpo y la pluma es y ha sido una discusión intensa y apasionante. Yo me pregunto quien banca a quienes critican desde adentro del Estado. Me parece que la pelea es compleja y que no hay porque pensar que hay que pelearla desde un solo lugar. Ahora bien, sabemos que aquellos que aceptan las vias institucionales (solo, entre paréntesis a propósito) ganan reformas tibias y graduales. Ser jacobino esta muy bien a la hora de los ideales. A la hora de los resultados me queda menos claro.
ReplyDeleteLa seguimos.