El Lunes pasado, 19 de Julio, me disponía a hacer varias diligencias en la Carrera Séptima cuando me encuentro una movilización de protesta gigantesca en la principal avenida de Bogotá. Era una de las más grandes concentraciones de gente que he visto en esta ciudad. Al acercarme ví que se trataba de la "Marcha Patriótica" que convocaba a muchas organizaciones populares, indígenas y campesinas. Se trataba de una marcha pacífica, animada, incluso festiva, pero no por ello menos beligerante: consignas fuertes de denuncia y crítica.
Pues bien, hasta donde he podido ver (puedo estar equivocado y si lo estoy, corríjanme), El Tiempo en edición internet no le ha dedicado ningún artículo al tema y El Espectador le dedicó este artículo desdeñoso que reduce la marcha a un molesto problema de tráfico armado por unos indígenas. (Bueno, y unas fotos que encontrarán si siguen el link. Mi favorita donde aparecen DOS grafiteros con el piedefoto alarmista "El Vandalismo Se Apoderó de las Calles de Bogotá"; ni que fuera un segundo 9 de Abril.)
Esto plantea varias preguntas inquietantes. Así no puede funcionar una democracia. Se supone que a la base del pacto social en una democracia está el principio de que los ciudadanos expresan sus puntos de vista valiéndose de mecanismos legítimos. Hasta ahí todo bien. Pero así como la democracia impone en quien se quiere expresar la obligación de escoger medios adecuados, también necesita que el resto de la sociedad ponga algo de su parte; en especial, necesita que los medios de comunicación ayuden a que fluya el diálogo entre los ciudadanos.
En una democracia es fundamental que existan medios de comunicación privados. No tengo ningún problema con que los Estados tengan algunos medios de comunicación (como por ejemplo la BBC) pero nunca estaría de acuerdo con nacionalizarlos todos. Pero ese carácter privado hace que los medios queden por fuera de todo control democrático y, en el extremo, esto se vuelve peligroso.
En las sociedades modernas los medios de comunicación son importantísimos para mantener funcionando el sistema político. Por lo mismo, de pronto no es exagerado pensar en mecanismos de regulación. No sé, no tengo claro cómo debe funcionar. Pero sí tengo claro lo siguiente: Si cualquier entidad pública incurriera en una violación flagrante de sus deberes, así fuera por negligencia, habría recursos para obligarla a cumplir (está bien, está bien, no se rían que es en serio). Si una Universidad pública o privada se dedicara a enseñar numerología en su Facultad de Matemáticas, o simplemente no enseñara y más bien confiriera títulos profesionales por sorteo, tendríamos regulaciones para impedírselo, llegando incluso al cierre si es del caso. Si un hospital, así sea privado, administrara drogas adulteradas a sus pacientes, terminaría sancionado. Si una lechería vendiera agua pintada de blanco, ... En fin, ya entendieron el principio general. En cambio a los medios de comunicación les toleramos este tipo de cosas. No informar de manera oportuna, acertada y con el contexto correcto acerca de una manifestación política del calibre de la de los últimos días constituye, por lo menos, una muestra de negligencia y de incumplimiento del deber.
Debe ser posible establecer una serie de regulaciones para los medios de comunicación sin violar con ellas la esencia de la libertad de prensa. Al fin y al cabo, decimos todo el tiempo que la prensa es el "cuarto poder." Y, con todas las limitaciones que quieran, nuestra Constitución democrática contempla regulaciones serias para los otros tres poderes. ¿Por qué no para el cuarto?
Wednesday, July 21, 2010
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