Monday, May 17, 2010

La Izquierda en Política Local (II)

El otro tema que hace rato quiero comentar no tiene que ver con renta básica pero sí con otro principio muy caro a la izquierda: la educación pública. En Bogotá la clase media hace mucho tiempo se salió del sistema de educación pública. Eso es muy grave por varias razones. 

Aunque no soy experto en el tema, es claro que la educación de los padres repercute en la de los hijos. Si a este truismo le añadimos la conjetura (plausible, creo yo) de que hay externalidades positivas en el nivel de motivación de los niños en clase, entonces uno pensaría que a los hijos de padres con bajo nivel educativo les podría beneficiar tener algunos compañeros de clase cuyos padres tienen más educación. (Obvio, todo lo demás constante, como siempre. En estos temas hay efectos que van en todas las direcciones así que es difícil pronunciarse.) Se podría generar más "cohesión social," para usar un término de moda, si los niños de estratos altos tienen compañeros de colegio de otras clases. 

Además, el actual sistema de educación privada en Bogotá (del cual soy un producto muy agradecido, por cierto) tiene una ineficiencia agregada monstruosa: la ubicación. Ya casi todos los colegios de élite se fueron al extremo norte de la ciudad. Los niños ahora andan casi tres horas al día en bus lo cual no solo los afecta a ellos sino que tambien tiene un costo agregado en tráfico e impacto ambiental bastante alto. En mi pequeño villorrio de Charlottesville (del que ya pronto me voy) me cuentan que con el costo de operar un bus de colegio se le puede pagar el sueldo a un profesor.

Entonces, la izquierda debería insistir en que el objetivo de la educación pública no es solo la cobertura (y la calidad, por supuesto) sino tambien la diversidad social. Como yo soy un pragmático, no voy a decir que la izquierda debería lanzar de inmediato un experimento ambicioso de reubicación de estudiantes. (En Estados Unidos, en los tiempos de la desegregación racial, cuando se intentó el "busing" la clase media blanca se enfureció y estoy seguro que algo así pasaría en Bogotá.)

Pero se puede pensar en un paso gradual en la dirección correcta: que el Distrito construya un colegio ejemplar, con todas las de la ley, con instalaciones 1A, bilingüe, con computadores, con profesores calificados, en fin, como debe ser, en una zona de la ciudad donde converjan estratos 2,3 y 4. Si uno trata de hacer algo así en la Circunvalar, donde a un lado viven los más ricos de los más ricos y al otro unos asentamientos precarios, fracasaría. Pero en alguna otra zona de la ciudad (un amigo me sugería Pablo VI) donde la brecha social no sea tan grande, el experimento podría servir. Creo que más de un profesional de clase media de la zona consideraría mandar a sus hijos a un colegio así. 

Si esto funcionara, se lograrían muchas cosas. Una muy importante, sería recordarle a la clase media bogotana lo bueno que es tener colegios públicos donde sus hijos conocen otras realidades y, asunto bastante importante, que les quedan cerca la casa. Cuando tenga tiempo les cuento lo que me contó un colega sobre el sistema de Japón, donde es obligatorio que los niños vayan al colegio a pie en grupos sin adultos. Yo como bogotano, cuando le oí el cuento, sentí envidia.

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